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En un pequeño local de la calle José Dolores Alfonseca, número 11, en el corazón del Distrito Nacional, algo mágico está sucediendo. No son solo cursos, son puertas a una nueva vida. Aquí, la Fundación Comunitaria (Funcosug) ha estado construyendo, con hilos de esperanza y aprendizaje, un futuro más brillante para mujeres que han conocido de cerca la dureza de la vida.
Imaginen a 50 mujeres. Algunas con el peso de los años en sus rostros, otras cargando el desafío de una discapacidad que les ha cerrado puertas. Todas, sin excepción, con la necesidad palpable de un cambio. La licenciada Thania Marmolejos Báez, presidenta de Funcosug, lo tiene claro: “Con estos cursos buscamos integrar a estas mujeres de muy escasos recursos a la actividad productiva con un empleo formal o motivarlas a desarrollar pequeñas ideas de negocio”. Y así, entre risas y el tenue aroma de los químicos, estas manos, antes quizás resignadas, comenzaron a transformar. Aprendieron a crear: jabón líquido para fregar, el tradicional jabón de cuaba para la ropa, cloro que desinfecta y aromatizantes que llenan de frescura cualquier hogar.
La labor de Funcosug no es de un día; son 15 años ininterrumpidos de un compromiso firme, de un acompañamiento que va más allá de la asistencia. Es un acto de fe en el potencial humano, en esas mujeres a menudo invisibles para los programas sociales masivos. Thania Marmolejos Báez no está sola en esta travesía. Sus hermanos, Euclides y Héctor Manuel Marmolejos Báez, son pilares fundamentales, y la sabia guía de su madre, la doctora Thania Báez Dorrejo, la creadora de Funcosug, es el faro que ilumina cada paso de esta misión familiar. Es un legado que se hereda y se multiplica, abriendo caminos de bienestar y progreso.
La recompensa de este esfuerzo no se mide en números, sino en sonrisas y testimonios que emocionan. “Ahora que sabemos hacer jabones y desinfectantes no tenemos que comprarlos a precios elevados en los supermercados y colmados”, expresaron con una satisfacción que resonaba en el aire. Es el eco de la autonomía, de la dignidad recuperada. Cada gota de jabón elaborada es una gota menos de preocupación, un alivio para el bolsillo, un respiro palpable en sus hogares.
Funcosug sigue adelante, con la promesa de continuar esta labor formativa, llevando bienestar a muchas más mujeres: adultas mayores, con discapacidad, desempleadas. Porque saben que, al empoderar a una mujer, no solo se transforma una vida, se fortalece una familia y se ilumina toda una comunidad. Es la crónica de una fundación que, con cada curso, está lavando la cara de la pobreza, dejando a su paso un rastro de esperanza y dignidad.
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