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Cádiz (1973) Redactor y editor experto en tecnología. Escribe profesionalmente desde 2017 para medios y blogs en español.
El verano es sinónimo de playas, piscinas y fotos familiares que nos gusta compartir con orgullo. Pero no todo vale al publicar imágenes de menores en redes sociales o incluso en los estados de WhatsApp. No basta con pensar “solo lo ven mis contactos”, porque lo que subimos puede acabar en manos equivocadas. Y si además hay niños en traje de baño, semidesnudos o en actitudes íntimas, el riesgo se multiplica.
En estos días, es común ver en Instagram o WhatsApp imágenes aparentemente inocentes: niños en casa en pañales, niñas saliendo del agua sin ropa, menores posando en la piscina sin camiseta o mientras los cambian, bailan o juegan. Escenas cotidianas que para un adulto no tienen mala intención, pero que nunca deberían exponerse en plataformas digitales. No se trata de ser alarmistas, sino de prevenir.
Aunque configuremos nuestras cuentas como privadas, no hay garantía de control total. Las imágenes pueden ser reenviadas, descargadas, capturadas o incluso recogidas por terceros con fines poco inocentes. Existen foros donde se recopilan fotos de niños obtenidas de redes sociales. Sin nuestro consentimiento, sin el suyo. Porque los menores no pueden dar un permiso informado, y exponer su imagen puede ser una violación de su intimidad.
Además, muchos padres no son conscientes del impacto que puede tener una foto hoy dentro de unos años. La huella digital empieza antes de que un niño tenga edad para usar internet. Y una imagen vergonzosa o delicada puede marcarle para siempre, ser utilizada en burlas, acoso escolar o digital.
Por supuesto, compartir momentos familiares es legítimo. Pero conviene seguir unas normas básicas. Evitar siempre imágenes donde los menores aparezcan con poca ropa o en situaciones comprometidas. No etiquetar su ubicación ni su nombre completo. No subir contenido que no compartirías con un desconocido.
Muchos padres argumentan que su intención es buena. Que quieren mostrar lo bonito del verano, lo simpáticos que son sus hijos. Pero eso no compensa el riesgo. ¿Qué aporta realmente una imagen de un niño en pañal o desnudo a los demás? ¿Es necesario para felicitar un cumpleaños o para decir que estás disfrutando de las vacaciones?
No pensemos solo en Instagram o Facebook. Los estados de WhatsApp y los grupos familiares son entornos donde también se sobrepasan límites. No todo el mundo tiene el mismo criterio sobre lo que es apropiado. Y una imagen compartida en un grupo, o como foto de perfil, puede acabar fácilmente fuera de él.
Conviene revisar con quién compartimos los estados, y aplicar las mismas reglas que en cualquier red social. WhatsApp no es un entorno cerrado, todo lo que compartimos en digital, tiene potencial de ser reenviado. Y con los menores, cualquier precaución es poca.
En España, la Ley Orgánica de Protección de Datos (LOPDGDD) y la Ley de Protección Jurídica del Menor recogen derechos específicos sobre la imagen y privacidad de los menores. Los progenitores son responsables de no vulnerarlos. Publicar fotos de niños en situaciones comprometidas podría ser incluso motivo de denuncia.
De hecho, la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) ha reforzado su compromiso con la protección infantil a través de su guía “Menores, salud digital y privacidad”, presentada en enero de 2024. El documento hace hincapié en la necesidad de limitar la exposición de los menores en redes, especialmente en imágenes que puedan afectar su desarrollo emocional o su futuro.
Tanto si eres padre, madre o trabajas en un centro educativo familiar, conviene conocer las herramientas disponibles. El Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE) dispone de una guía de seguridad en redes sociales orientada a familias, donde se detallan buenas prácticas para proteger la identidad de los menores en entornos digitales.
También la AEPD ofrece material específico para centros educativos, donde se recuerda que las imágenes de niños solo deben compartirse con autorización expresa y en plataformas seguras. El hecho de que un colegio, un campamento o una actividad de verano suba una foto no significa que esté actuando correctamente, a menos que haya un consentimiento legal válido.
Las redes no olvidan y lo que para un adulto puede parecer tierno o gracioso, puede ser interpretado de otra manera por desconocidos. Y, sobre todo, puede afectar a los menores en su desarrollo y privacidad. Ser padre o madre digital hoy implica enseñar respeto a la imagen y al cuerpo desde pequeños. Y eso empieza por dar ejemplo.
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