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Proponen que lo adecuado es demolerlas y construir, en su lugar, entidades públicas que ofrezcan a las comunidades servicios de salud, educación, asistencia social y terapia psicológica.
El Museo de la Resistencia Dominicana se pronunció este miércoles sobre las propiedades del dictador Rafael Leónidas Trujillo en San Cristóbal y el uso que se les debería dar a estas viviendas en posesión del Estado desde 1961, año de su ajusticiamiento.
La entidad cuestionó, a través de sus redes sociales, qué clase de mensaje se daría a los visitantes de las propiedades al convertirlas en museo, como se ha sugerido con la Hacienda María o la Casa de la Caoba, cuyo abandono y descuido fueron evidenciados por el Listín Diario.
Sobre la Casa de Caoba, el museo sugiere que “existen más motivos para no restaurarla que para convertirla en museo”, señalando acusaciones de haber sido un lugar donde Trujillo abusó sexualmente de jóvenes.
“¿Es eso lo que queremos mostrar a nuestra población estudiantil? ¿Lo rico que era? ¿Lo bien que vivía? Hay más razones morales para no remodelar la Casa de Caoba y convertirla en museo. La más escandalosa es haber sido el lugar donde Trujillo abusó sexualmente de numerosas jovencitas, un aspecto grotesco en la historia de este personaje”, cita el comunicado.
Añaden que la Casa de la Caoba es un símbolo de la dictadura y del poder “avasallador” del tirano, carente de valor patrimonial e histórico “aunque algún nostálgico de la dictadura idealice el lugar y genere todo tipo de justificaciones, incluido el hecho de que alguna familia buscara beneficiarse a cambio de favores sexuales del tirano”.
“En Austria, por ejemplo, el gobierno adquirió la casa donde nació Hitler para evitar el culto a la imagen del genocida y convirtió el inmueble en una estación de Policía. En Alemania, el búnker de Hitler fue enterrado y sobre su superficie se construyó un parque en memoria a las víctimas del holocausto nazi. En Polonia, el campo de concentración y exterminio de Auschwitz es uno de los espacios de conciencia más importantes del mundo libre”, indica el comunicado.
Señalan que crear este lugar como museo sería una “afrenta” para las víctimas y para cada dominicano.
“¿Qué se debe hacer con las casas de Trujillo, entonces? Tipificar las que califiquen para convertirse en lugares de consciencia; las que no, deben ser demolidas”, afirman.
Asimismo, sugieren que lo correcto es demolerlas y construir, en su lugar, entidades públicas que presten a las comunidades servicios de salud, educación, ayuda social y terapia psicológica.
Advierten que no se contempla convertir las casas de los dictadores en museos, porque va “en contra del objetivo educativo de nuestras instituciones”, agregando ejemplos de otros países donde el gobierno se ha apropiado de estos inmuebles para darles uso como oficinas del Estado.
“En el caso de la República Dominicana, que padeció además de un dictador que, aparte de ladrón y asesino, era megalómano, y que como tal se hizo condecorar con todas las medallas y títulos rimbombantes habidos y por haber, habría que preguntarse cuál es el beneficio de venir ahora a restaurar casas que reflejan esos delirios de grandeza”.
Finalmente, expresan que los trujillistas tienen el derecho de poner retratos de Trujillo en la intimidad de sus casas y portar uniformes del “generalísimo”; sin embargo, pedir que se destine dinero del Estado para preservar las viviendas “es bastante descabellado”, cuando hay dominicanos que no tienen acceso a agua potable.
“Las propiedades de Trujillo fueron confiscadas en 1961 y son desde entonces propiedad del pueblo. Sus terrenos deben ser destinados a proyectos que beneficien al pueblo, en lugar de perpetuar un culto a la personalidad sin sentido ni utilidad”, concluyen.
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