Salud

Orquidia Kelly: la joven a la que el cáncer le robó sus senos, aunque no su alegría

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La sonrisa que ella regala a quienes visitan el Departamento de Gestión Humana, de LISTÍN DIARIO, no revela que, a su corta edad, ha luchado con una historia de retos y desafíos.

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La sonrisa que ella regala a quienes visitan el Departamento de Gestión Humana, de LISTÍN DIARIO, no revela que, a su corta edad, ha luchado con una historia de retos y desafíos. A sus 23 años fue diagnosticada con cáncer de seno, cuando apenas se reponía de la muerte de su madre, a los 32 años, también de esa enfermedad.

Se llama Orquidia Kelly Trinidad. “Sí, mi nombre es con ‘i’, un error de la Junta”. Da el dato y de inmediato dice que sus seres queridos la conocen como Rubí. A juzgar por el brillo en sus ojos, le gusta que le digan así. Pero bien, su presencia en la Redacción de este medio para el que labora, fue para contar un relato tan triste como enriquecedor en términos de fe y fortaleza.

“Cuando yo tenía 18 años, mi madre, que sólo tenía 32 (ella me tuvo muy joven), falleció de cáncer de mama. Las personas que me rodean me motivaron para que yo visitara a un especialista para prevenir o tratar a tiempo cualquier cosa que pudiera afectarme en ese sentido”. Así lo hizo. Quería curarse en salud.

Sus pruebas salían bien. Sus analíticas, también. Pero ella seguía revisando su salud constantemente. Cada seis meses visitaba a su doctora y todo “bien”, hasta que, en el año 2022, le descubrieron un nódulito “sin importancia”, el cual por sus antecedentes, se mantuvo monitoreando, aunque siempre le decían que todo estaba en orden.

La lesión “benigna” al parecer se convirtió en monstruo que atacó sin piedad a la simpática Rubí. “Me estaba doliendo mucho el brazo, se lo comuniqué a la doctora, y sólo me indicó unos calmantes, restándole importancia a la situación. Para ella no era necesario hacer cirugía”. Le aconsejaron que fuera donde otro médico, y fue obediente.

Con buenas referencias sobre el oncólogo a visitar, la dueña de esta historia, fue a la consulta. “Desde que llegué, me revisó y no perdió tiempo en asegurarme que algo andaba mal y que la cirugía era lo que mandaba. Con su parecer, ya tenía yo, dos opiniones: la doctora que decía que no y él que decía que sí”. Buscó una tercera para asegurarse. Efectivamente, este coincidió con que era necesario operar de inmediato.

Ese tercer médico le sugirió quedarse con el segundo, valorando su experiencia y conocimiento. Fue obediente. Otra prueba se hizo necesaria. “Recuerdo que volví donde el doctor el día 26 de abril y ya el día 30 me estaban llamando para hablarme de la cirugía. Me preparé de una vez y, según el cirujano, fue todo un éxito”. Hoy, que precisamente cumple sus 25 años, ya lleva tres cirugías, 16 quimios y 30 sesiones de radioterapia. Nada de eso le apaga su sonrisa. Está confiada en Dios y nada le aplaca su fe.

Es difícil encontrar a alguien que a tan corta edad haya pasado por esta prueba y que mantenga una actitud positiva ante la vida. Así que era necesario preguntarle: ¿No te has permitido llorar? Su respuesta era la esperada. “La primera vez que lo hice fue cuando llegó el momento de contarle a mi hermana que yo tenía lo mismo que nuestra madre”. No pudo hacerlo. Fue la señora que la ha acompañado en todo este recorrido, la que tuvo la valentía de decirle la verdad.

Al hablar de esto, al parecer se traslada a ese momento, y llora, pero sin borrar de su rostro ese brillo especial que contagia de fortaleza hasta al más desganado de los seres humanos. “En algunos momentos, lloro en silencio, porque de verdad, no me gusta poner triste a la gente. Eso sí, después me seco las lágrimas, me pinto los labios, me pongo unos aretes grandes y muestro mi mejor actitud”. Lo ha hecho inclusive cuando perdió todo el cabello, siendo esto lo que más ha lamentado en todo este proceso.

Este fue un golpe mortal para Rubí, en todos los aspectos. Por ser la mayor de cuatro hermanos, tuvo que hacerse cargo de la situación. “Tenía que acompañarla al médico y darle soporte. Al mismo tiempo debía estudiar y no fue nada fácil”. Tenía 18 años y eso la hacía también ver lo triste que sería la vida sin su madre para ella y sus cuatro hermanos menores.

Nadie se imagina lo que ha sufrido esta joven, quien no solo lucha ahora con esta terrible enfermedad, sino que tiene el trauma de haber visto a su madre morir entre sus brazos. “Ella partió abrazada de mí”. Esto la pone triste, pero se repone, pues debe estar fuerte, porque para colmo, se acaba de enterar de que su padre también tiene cáncer.

Kairós significa el tiempo adecuado o perfecto, y ‘oliv’, que viene de oliva, representa la paz, la resiliencia y la sanidad. Por estas definiciones es que se llama ‘Kairoliv Natural Care’ la línea de belleza para el cabello y la piel que ha creado Orquidia Kelly para pacientes con cáncer.

La protagonista de esta historia, a quien muchos conocen como Rubí, no ha preparado esta línea de la nada. Para lograrla, estudió Cosmética. Esto le permitió saber cuál es la mezcla perfecta para suavizar la piel de esas personas que, como ella han visto caer su cabello, y estropear su piel.

“Son cinco productos que trae la línea y cada uno cumple su cometido. Yo los uso y puedo dar testimonio de los resultados. Antes de tenerlos, mi pelo me estaba creciendo por parte y no me gustaba. Ahora que uso estos, el cambio ha sido del cielo a la tierra”. Aunque los ha hecho con un fin, cualquier persona puede usarlos.

Aunque trabaja en este diario, la dueña de este relato ha querido emprender para aportar a quienes están en la misma situación que ella, y al mismo tiempo para lograr otros ingresos. La línea cuesta 3,300 pesos.

En el proceso, había días que Rubí no quería despertar. “Pero me aferraba a Dios, y Él me daba esa paz que necesitaba. Obviaba cualquier comentario negativo y seguía hacia delante”. Se acomoda en su silla y reflexiona: “Es importante darnos cuenta de que no somos nada. Hoy podemos estar bien y mañana no sabemos qué será de nosotros”. Lo tiene claro.

Los dolores físicos y “emocionales” que ha experimentado la jovencita que hoy, dos de junio, cumple 25 años, a veces eran insoportables. Por eso, como ya ha dicho, lloraba escondida, pero se aconsejaba a sí misma, sacaba fuerzas de donde, ni ella sabía que tenía, y decidía salir con su cabeza en alto y más bella que nunca a hacerle frente a la enfermedad que ha amenazado, no solo su autoestima, sino su vida.

“Cuando perdí mi pelo, que fue algo tan grande para mí, no me reconocía, no me sentía yo, fue algo traumático, pero no me dejé vencer. El día que peor me sentía, me ponía linda y me iba a pasear con mis amigas, y hasta me daba el permiso de comer comida chatarra. Si me iba a morir, el momento que llegara y me encontrara dándome ese gusto”. Escucharla decir esto es una lección de vida para quienes se quejan hasta porque se le parta una uña.

Se refiere a comer algo que entiende no es saludable, porque desde que comenzó su proceso, ha tenido que cambiar sus hábitos alimenticios. “Consumo comidas que me nutran. De hecho, desde que comencé con las quimios, tomo mucho jugo verde para botar la toxina. Ahora solo tomo la quimio oral, y sigo cuidándome con lo que como o bebo”. Está comprometida con su salud.

Rubí es de Las Galeras, de Samaná. Desde pequeña quiso superarse, pero sabía que en su pueblo se le iba a dificultar. Cuando tenía 14 años, por decisión suya, vino a vivir a la Capital con una familia muy amiga de sus padres. “No fue fácil convencerlos, sobre todo, a mi papá, pero lo logré”. De eso hace 11 años y ella sigue viviendo con ellos y les agradece infinitamente.

Cuando llegó a Santo Domingo, la inscribieron en el colegio, pues a esa edad ya estaba en segundo del Bachillerato. “Después hice mi carrera, Psicología Industrial. Siempre me ha gustado estudiar, siempre he sido estudiante meritoria y tengo muchísimas medallas”. Se sonríe con satisfacción y mostrando lo orgullosa que está de sus logros.

Justo antes de que le diagnosticara cáncer de mama, recibió la noticia de que había sido aceptada para estudiar inglés por inmersión. “Perdí esa oportunidad, pero espero obtenerla de nuevo desde que me recupere un poco más, pues de verdad que quiero estudiar inglés”. Ojalá las autoridades correspondientes se hagan eco del deseo de una joven, que no se ha dejado apabullar ni por la adversidad ni por el cáncer.

“Yo soy la mayor de cuatro hermanos, quienes cuando nuestra madre murió tenían 16, 14 y nueve años. Yo 18. Ahora soy yo quien enfrenta la situación y, para colmo, a mi padre, recientemente, también le diagnosticaron cáncer”. Orquidia Kelly Trinidad (Rubí).

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