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Plantas con una historia que contar

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Cómo la violeta africana acabó decorando ventanas y balcones del continente?…

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

VIENA (EFE). — ¿Por qué los cactus y los ficus adornan las viviendas occidentales? ¿Cómo la violeta africana acabó decorando ventanas y balcones del continente? ¿Qué relación tiene el geranio real con la biopiratería?

Estas preguntas son abordadas por la exposición “Colonialismo en el alféizar”, que se exhibe hasta el 25 de mayo de 2026 en el Weltmuseum de Viena, y que examina cómo diez plantas comunes en los hogares europeos esconden una compleja historia de apropiación, comercio y poder.

La muestra ofrece una perspectiva original sobre esas especies vegetales utilizadas desde hace siglos en Europa como objetos decorativos: el pino estrella, el ficus, el aloe vera, la begonia, el pelargonio, la sansevieria, la cinta, la diefembaquia, el cactus y la violeta africana.

Todas ellas, aunque hoy pasen casi desapercibidas debido a su presencia cotidiana, llegaron un día a tierras europeas como “plantas exóticas” desde África, Asia y América, transportadas en expediciones científicas, comerciales y coloniales.

La exposición combina plantas vivas con objetos históricos, fotografías y material de otras instituciones como el Museo de Historia Natural, junto con elementos del propio Weltmuseum (Museo del Mundo), que antes era el Museo Etnográfico y que cuenta con numerosos objetos de origen colonial.

En los siglos XVIII y XIX, las potencias europeas emprendieron viajes de exploración que no solo buscaban riquezas minerales o rutas comerciales, sino también conocimientos botánicos.

En Europa, las plantas exóticas eran también vistas como símbolos de estatus, y muchas de ellas se conservaban en invernaderos de la nobleza.

Muchas viajaron en los mismos barcos que transportaban artefactos etnográficos, armas o incluso esclavos, y con frecuencia, su recolección se produjo en un contexto de violencia.

“Tras la sansevieria se encuentra también la historia brutal del comercio de esclavos desde la costa occidental de África hacia América”, explica a EFE Bettina Zorn, comisaria de la exposición.

La sansevieria, que recibe su nombre por un noble del sur de Italia que la cultivaba en el siglo XVIII, es conocida en América Latina como “rabo de tigre”, “espada de San Jorge” o “espada de Bolívar”, entre otros nombres, y tiene su origen en África.

Allí la planta, que tiene numerosas propiedades, pues su savia es antiséptica y sus hojas se emplean como apósitos para heridas, por ejemplo, está vinculada también a rituales religiosos.

Las variedades de hojas con franjas amarillas, como la Dracaena trifasciata, estaban asociadas a Oya, la diosa femenina de las tormentas en la religión yoruba. En Nigeria, se vinculan con Ogún, el dios de la guerra, y se emplean para protegerse del mal de ojo.

Con la trata de esclavos a partir del siglo XVIII, la religión yoruba y sus deidades, como Ogún y otros “orishas”, se difundieron desde África occidental a América, especialmente Brasil, y en muchos casos la planta llegó en los mismos barcos que transportaban a los esclavos.

La exposición muestra una y otra vez que la botánica era una parte más de los esfuerzos coloniales y uno de los ejemplos más claros es el de la violeta africana.

Originaria del este de África, fue “descubierta” por el oficial colonial alemán Walter von Saint Paul-Illaire en la región de Usambara (lo que actualmente es Tanzania y Kenia).

Saint Paul-Illaire envió las semillas a Alemania, donde el botánico Hermann Wendland la describió en una revista en 1893 y una empresa registró su propiedad y la comercializó.

En la exposición, la planta se presenta junto a un tambor de un pueblo tanzano que fue llevado a Austria en un barco de la marina imperial austro-húngara.

También el pelargonio, conocido como geranio real y habitual en balcones y jardines europeos, esconde un intento de apropiación.

Utilizado en Sudáfrica como medicina tradicional para enfermedades respiratorias, su principio activo fue patentado por una empresa alemana a principios de los años 2000, aunque después de un largo litigio se revocó la patente en 2010.

La muestra hace hincapié en el despojo de las plantas de su contexto original, en muchos casos vinculado a aspectos religiosos, culturales y medicinales.

El ficus, por ejemplo, es en su región de procedencia en el sur y sureste de Asia un árbol con un gran vínculo con la religión. El banio (Ficus indica) es el árbol nacional de la India, tiene un gran valor espiritual en el hinduismo, el sijismo, el jainismo y el budismo. Buda tuvo su iluminación sentado debajo de un ficus.

“Colonialismo en el alféizar” no pretende que el visitante se sienta culpable por tener un ficus en casa, aclara la comisaria de la exposición. Su objetivo es otro: invitar a reflexionar sobre el pasado y también sobre las plantas que nos rodean.

La propia Zorn admite que ha aprendido mucho como comisaria. “Me sorprendieron muchas cosas. Conozco las plantas del ámbito doméstico, pero no era consciente de lo que había detrás. Eso no se enseña en botánica”, admite.

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