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Si se idealiza el viaje o se anhela la perfección, es más probable la decepción si algo no sale como se espera. La profesora de Psicología de la Universidad Europea Mariola Fernández advierte que el exceso de estímulos vacacionales de verano puede generar síntomas físicos y emocionales que pueden saturar el sistema nervioso.
“Nuestro cuerpo necesita pausas. Estar en lugares muy estimulantes, sin momentos de descanso o silencio, puede generar fatiga, irritabilidad o desconexión emocional”, explica Fernández.
Asimismo, señala que las expectativas también juegan un papel crucial. Cuando se idealiza el viaje o se busca la perfección, es más fácil sentirse decepcionado si algo no sale como se planeó.
“Planificar lo esencial ayuda, pero obsesionarse con controlar cada detalle puede restar espontaneidad y disfrute”, señala la experta de la Universidad Europea. Agrega que “no existe una fórmula universal. Hay quienes disfrutan organizándolo todo y otros que prefieren delegarlo. Lo importante es identificar qué reduce el estrés en cada caso”.
La psicóloga alerta que el perfil más vulnerable incluye a personas con historial de ansiedad, alto perfeccionismo o dificultad para gestionar imprevistos. Para estas personas, un viaje puede sentirse como una carga. “Los síntomas pueden ir desde molestias digestivas o insomnio hasta sensación de incomodidad constante o tristeza”, explica.
Además, apunta que muchas veces las personas comienzan las vacaciones emocionalmente agotadas, lo que aumenta la fragilidad. “Esperar que el viaje cure todo el cansancio acumulado es poco realista. La mente necesita tiempo para desacelerar, y eso no siempre ocurre en los primeros días, especialmente si el itinerario está sobrecargado”, explica la profesora de Psicología de la Universidad Europea.
Para viajar sin ansiedad, Fernández recomienda escuchar los propios ritmos, dejar espacios para la improvisación y no forzarse a seguir el patrón del disfrute idealizado. “Viajar no debería ser una obligación de disfrute. Hay tantas formas de descanso como personas, y todas son válidas”, agrega.
Durante el viaje, indica que estrategias simples como respirar profundamente, hacer pausas, caminar en silencio o cambiar planes sin culpa pueden marcar la diferencia. “Hay que recordar que no todo el mundo disfruta de la misma manera. Algunas personas necesitan más calma que actividad, y eso también es estupendo”, subraya.
Finalmente, Fernández defiende la importancia de naturalizar estas emociones. “No hay una única manera correcta de viajar ni una obligación de disfrutar todo el tiempo. Reconocer nuestros propios ritmos y límites es también una forma de salud emocional”, concluye.
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