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Una forma de juzgar la calidad literaria de la obra de un escritor es la valoración que recibe de la crítica y los lectores fuera de sus límites, donde las influencias locales pierden peso en el reconocimiento de los talentos.
René del Risco Bermúdez, cuya vida finalizó accidentalmente en la avenida George Washington a los 35 años en 1972, fue el dominicano que logró destacar entre las figuras relevantes de la narrativa latinoamericana de su época, cuyos textos conforman la antología patrocinada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
La completa colección, dirigida a los jóvenes lectores de los años en que surgió el Boom de la literatura hispanoamericana, se titula “16 Cuentos Latinoamericanos”, con los nombres de los autores Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Murilo Rubiao, René del Risco, Sergio Ramírez, Oscar Cerruto, Francisco Massiani, Iván Egüez, Augusto Monterroso, Antonio Skármeta, Mario Benedetti, Rodrígo Soto, Magali García, José Emilio Pacheco, Senel Paz y Alfredo Bryce Echenique.
Según la presentación de la prestigiosa selección de textos, representativa de Latinoamérica, el cuento “Ahora que vuelvo Ton”, del dominicano René del Risco, data de 1968, coincidiendo en la década con “Un día de éstos”, del colombiano García Márquez; “La Señorita Cora”, del argentino Cortázar; “El ciclista del San Cristóbal”, del chileno Skármeta; “La rana que quería ser una rana auténtica”, del hondureño-guatemalteco Monterroso; “La Reyna”, del mexicano Pacheco; “El centerfielder”, del nicaragüense Sergio Ramírez y “Con Jimmy, en Paracas”, del peruano Bryce Echenique. Antonio Cornejo Polar, profesor universitario y crítico literario peruano, no comparte la idea de que el grupo de narradores surgido en el continente, al que pudo haber pertenecido el dominicano fallecido prematuramente fuera verdaderamente un movimiento, debido a que en su opinión, los sindicados en el mismo no formaron “ni una escuela ni un movimiento literario sino una actitud frente a la institución literaria y a sus lenguajes hasta ese momento prestigiosos”.
Cornejo Polar reconoce, sin embargo, que los incluidos en la antología muestran una actitud disidente, contestataria, cuyo objetivo común era tan vago como atractivo: en esencia, para decirlo en términos generales, que cada cual escriba como desee y lo que desee, sin normas ni restricciones, para ver si al final la intimidad de nuestra “América” encontraba no una sino muchas voces que pudieran expresarla con su única autenticidad posible: la de su infinita variedad”.
René del Risco perteneció a esa generación latinoamericana “disidente y contestataria”. En el mismo cuento antologado, “Ahora que vuelo, Ton”, el autor petromacorisano rinde tributo a la humildad humana, representada en un personaje pueblerino que el narrador omnisciente conoció desde la niñez como limpiabotas, actividad en la que permaneció en la adultez, por lo que el amigo ausente por años debido a sus avanzados estudios de medicina en el país y otras naciones del mundo duda en la disyuntiva de presentarse al protagonista o dejarlo tranquilo mientras le lustra los zapatos como en los viejos tiempos.
Ton es el punto de partida para las memorias de toda una época que resultó el eslabón entre un mundo de sueños y la distopía que vino después. Para el narrador, “la pureza” de Ton “es siempre igual”, mientras él ha cambiado y “no sé si decirte ahora quién soy y contarte todo esto, o simplemente dejar que termines de lustrarme los zapatos y marcharme para siempre”. Ese tipo de dilemas eran muy comunes entre los escritores y artistas de clase media como René. Es hora de volver a sus textos magistrales.
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