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Rojo sin tapujos: celebrando el origen de la existencia

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Cada mes, como un río en curso, el cuerpo femenino despliega un prodigio callado: la menstruación.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

Cada mes, como un río en curso, el cuerpo femenino despliega un prodigio callado: la menstruación. No es maldición, ni impureza, ni pudor. Es el eco de un útero fértil que, al no recibir una semilla de vida, se renueva con la elegancia de las hojas en otoño. Sangramos, y en esa sangre no hay pecado, sino poesía: es el tejido de un posible nido que se transforma en libertad.

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¿Por qué decir “me vino” en vez de “estoy menstruando”? ¿Por qué llamarla “estoy cortada” o “esos días”? El eufemismo es el primer velo del tabú. Cuando negamos el nombre verdadero -menstruación- le quitamos su dignidad de proceso biológico natural y lógico. Detrás de este silencio hay una intención clara: mantener lo femenino en la sombra, como si fuera algo que debe ocultarse. Pero nombrarla es el primer acto de libertad. Decir menstruación sin dudar es devolverle su lugar en la historia humana, es reconocer que la mitad del mundo sangra y que esa sangre no es secreto, sino evidencia de vida. Sin la sangre menstrual no hay vida. Para poder reproducirnos necesitamos menstruar.

En República Dominicana, persisten sombras absurdas: “No te laves el cabello, no toques plantas, evita el limón, cancela el ejercicio, huye del sexo”. ¿Acaso la biología femenina fuera un castigo?

La ciencia desmiente estos fantasmas:

-Agua bendita:

Bañarse en el río, playa o piscina no corta la menstruación. El cuerpo no es de cristal.

-Arreglarse:

Pintarse las uñas, teñir el cabello, procesarse el pelo no altera el ciclo.

-Alimentación sin cadenas:

Ni el chocolate “enfría” ni el limón “aumenta” el flujo. Son mitos sin raíces científicas.

-Movimiento liberador:

El ejercicio (yoga, aeróbicos) alivia los cólicos. La inmovilidad es cómplice del dolor.

-Placer permitido:

El sexo menstrual no es impuro. Si hay deseo, el orgasmo puede ser un bálsamo. El orgasmo es el mejor analgésico para el dolor menstrual.

Estos tabúes no son inocentes. Roban autonomía, siembran miedo y convierten lo natural en patológico. Mientras algunas mujeres evitan bañarse, otras faltan a escuelas o trabajos por dolor incapacitante o falta de recursos higiénicos. La justicia menstrual exige:

– Educación sin vergüenza en las escuelas

-Acceso a productos de gestión menstrual dignos

– Atención médica que escuche, no que censure.

¿Y si en vez de esconderla, celebramos esta sangre sabia? La menstruación es el único sangrado que no anuncia herida, sino poder creador. No es suciedad: es el útero escribiendo su poema cíclico de vida.

Que las mujeres crezcan sin prohibiciones absurdas. Que cada mujer elija, sin culpa, si nada en el mar, saborea una piña o hace el amor en sus días rojos. La sangre menstrual no mancha la dignidad: la revela.

En el país, muchas adolescentes aún faltan a clase por falta de toallas sanitarias, tampones o copas menstruales. Otras soportan dolores en silencio.

Esto no es solo salud: es igualdad pendiente.

Que llegue el día en que una mujer sonría al sentir su menstruación, sabiendo que su cuerpo es un jardín que florece en ritmos.

Que las mujeres adultas transmitan sabiduría, no temores. Que la sangre deje de ser secreto y se convierta en bandera.

Al final, toda vida humana comenzó en un útero. ¿No es hora de honrarla sin miedo, sin vergüenza?

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