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Cádiz (1973) Redactor y editor especializado en tecnología. Escribiendo profesionalmente desde 2017 para medios y blogs en español.
Cada verano se repiten los mismos errores: ir a la playa con el móvil sin reflexionar. Y cada año se sacan nuevas conclusiones. Que si la arena entra en los altavoces, que si el sobrecalentamiento por el sol, que si una ola imprevista lo deja K.O… Por eso, es bueno que consideres estas recomendaciones si tampoco te separas del teléfono ni en vacaciones.
El primer enemigo silencioso del móvil en la playa es el calor. No necesita el sol directo mucho tiempo para sobrecalentarse y funcionar más lento, o incluso apagarse. Me pasó hace tiempo con un iPhone, lo dejé en el asiento del copiloto camino de la playa. Desde entonces, trato de tener cuidado y cuando voy a la playa, lo envuelvo en la toalla o camiseta. Quien evita la tentación evita el peligro, pero si tu teléfono sufre un golpe de calor, lo mejor es seguir estas recomendaciones para que reviva.
Otra pesadilla veraniega es la arena. Tan fina y aparentemente inofensiva, pero capaz de meterse en los puertos de carga y en los altavoces. Mi truco infalible es llevar el móvil en una funda impermeable tipo pouch, de las que se cierran herméticamente y dejan usar la pantalla sin sacarlo. No son caras y te ahorran algún susto. También puedes usar una simple bolsa de congelación con cierre zip, si te manejas bien.
Si alguna vez se te mojó el móvil con agua de mar, sabrás que es peor que el agua dulce. La sal es corrosiva y puede dañar componentes internos en minutos. Incluso los modelos resistentes al agua (IP67 o IP68) no están preparados para este elemento.
Aunque mi móvil tenga certificación IP68, prefiero no tentar a la suerte. Las fotos acuáticas las dejo para cámaras deportivas o para fundas específicas sumergibles. Si aún así te la juegas, ten a mano una botella de agua dulce para enjuagarlo inmediatamente después y seca bien los puertos antes de intentar cargarlo.
Otra cosa que me pasó es que la batería del móvil vuela en la playa. Entre el brillo al máximo, grabar vídeos, la conexión inestable del 5G, los filtros de Instagram y el calor, te puedes quedar sin batería antes de que acabe la mañana.
Por eso siempre llevo una batería externa pequeña, de esas planas que no pesan ni ocupan espacio. Y si tienes una sombrilla con bolsillo interior, ahí puedes dejarlo cargando a la sombra sin que moleste. Uno de mis últimos descubrimientos ha sido este, que es genial para los del ecosistema Apple.
Parece obvio, pero en la playa es fácil despistarse. Un móvil sobre la toalla, mientras te bañas, es un caramelo para los amigos de lo ajeno. Por eso, ahora lo dejo a la vista de alguien del grupo. Y si estoy solo, lo llevo conmigo o lo dejo escondido en la mochila, bajo capas de ropa.
Ya que te lo llevas, aprovéchalo. Hay apps que pueden hacer tu día de playa más cómodo, desde Windy para ver el viento y las olas, hasta iPlaya para saber cómo está el mar o si hay bandera amarilla. Incluso puedes llevar playlists o series descargadas por si la cobertura no acompaña.
No se trata de dejar el móvil en casa, sino de usarlo con sentido común. Si sigues estas recomendaciones, podrás hacer fotos, mirar el tiempo, escuchar música y estar en contacto con alguien sin preocuparte de terminar el día con el teléfono dañado o sin él. Porque disfrutar del verano también es no tener que lamentar un disgusto tecnológico.
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