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Solo el Congreso estadounidense puede poner fin a la inestabilidad económica

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WASHINGTON, DC - En noviembre de 2024, el consenso entre los economistas era claro.

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WASHINGTON, DC – En noviembre de 2024, el consenso entre los economistas era claro. Estados Unidos lideraba a las demás economías avanzadas, una tendencia que se reflejaba en un crecimiento sólido, fuertes flujos de inversión, alta productividad, un mercado laboral apretado con salarios en aumento y una inflación en descenso. Las perspectivas para 2025 eran prometedoras.

Ahora ya no. Las probabilidades de recesión se han incrementado, la confianza de consumidores y empresas está decayendo, y los mercados bursátiles y de bonos se encuentran en un caos. Los aranceles del “Día de la Liberación” del presidente Donald Trump contra todos los socios comerciales de Estados Unidos — y la cuestionable fórmula tras la política — han afectado los ánimos en Estados Unidos.

Las reacciones de los mercados bursátiles y del Tesoro fueron tan negativas que Trump no tardó en retroceder, anunciando una pausa de 90 días en la mayoría de los nuevos gravámenes a la importación un día después de su entrada en vigor. Sin embargo, su administración ha mantenido una tasa general del 10% y en un momento dado aumentó el impuesto sobre las importaciones provenientes de China al 145%, aunque luego lo pausó y lo moderó. En ese contexto, si bien los mercados se han recuperado ligeramente, podrían volver a verse afectados con facilidad. La incertidumbre y la volatilidad permanecen altas, ya que nadie sabe qué esperar.

Sin embargo, hay analogías con la situación de Estados Unidos. La Gran Bretaña post-Brexit muestra a dónde puede conducir ese nacionalismo fiscal y económico, y las lecciones son instructivas. En 2016, una estrecha mayoría de votantes británicos abrazó el nacionalismo económico y decidió abandonar la Unión Europea. Como resultado, el comercio del Reino Unido con sus aliados y socios más cercanos se ha vuelto más costoso, complejo y menos rentable. El crecimiento económico se ha ralentizado, los salarios están estancados y los ingresos públicos han disminuido. Aunque los sucesivos primeros ministros — desde Boris Johnson a Liz Truss y Rishi Sunak — prometieron una utopía económica, la realidad ha sido una elección difícil tras otra. La “Gran Bretaña global” de los defensores del Brexit es una Gran Bretaña más pequeña, más débil y más pobre.

La administración Trump está cometiendo errores similares. Reducir el gasto en investigación científica básica, salud, tecnologías climáticas y educación — todo por recomendación del hombre más rico del mundo — solo puede terminar mal. Las reducciones indiscriminadas de personal en el Servicio de Impuestos Internos ya podrían costarle a Estados Unidos 500,000 millones de dólares en ingresos fiscales no percibidos en 2025, superando con creces el supuesto ahorro producido por el Departamento de Eficiencia Gubernamental de Elon Musk.

De igual forma, iniciar una guerra comercial contra Canadá, México, China, la Unión Europea y gran parte del mundo hará que se encarezcan los bienes de consumo norteamericanos y los insumos para los fabricantes estadounidenses, disparando la inflación e impidiendo el crecimiento. Los índices de incertidumbre económica están en niveles récord, porque las empresas no saben a quién castigará Trump la próxima vez y no pueden planificar.

Es irreal pensar que esta Casa Blanca ideará una política comercial y arancelaria viable (mucho menos sensata) durante esta pausa de 90 días de Trump. Los líderes empresariales y parlamentarios deben darse cuenta de que no existe estrategia ni Plan B. Trump dice estar dispuesto a cerrar acuerdos con 90 países en 90 días, pero hay pocas negociaciones en marcha, por no decir ninguna.

El Reino Unido intentó entablar conversaciones, pero fue rechazado, cosa que también está sucediendo con otros países. Las acciones de la administración Trump no se corresponden con sus promesas públicas. De hecho, ni siquiera cuenta con el personal necesario para llevar a cabo decenas de negociaciones detalladas de forma simultánea; demasiados de esos empleados esenciales han sido despedidos o se han visto obligados a jubilarse. Hace 20 años, en el apogeo de las negociaciones comerciales globales, Estados Unidos negociaba con cinco o seis contrapartes como máximo (además de la Organización Mundial del Comercio).

¿Dónde deja esto a Estados Unidos y al mundo? No hay ninguna posibilidad de detener el desorden y la destrucción, a menos que el Congreso estadounidense, controlado por los republicanos, reclame su autoridad constitucional sobre la política comercial. Los presidentes anteriores debían obtener la aprobación del Congreso para negociar acuerdos comerciales por la “vía rápida” — un proceso que no siempre fue sencillo, pero que funcionó.

Estados Unidos necesita retomar urgentemente esta estrategia. El primer paso es aprobar leyes que reafirmen el control del Congreso sobre los aranceles. Algunos senadores aún tienen valentía. El senador demócrata Ron Wyden, de Oregón, y el senador republicano Rand Paul, de Kentucky, presentaron una resolución para poner fin a la “emergencia comercial” de Trump. Sin embargo, con solo tres republicanos uniéndose a los demócratas para apoyar la medida, la resolución fracasó en una votación de 49 a 49. Más legisladores republicanos deben cambiar su postura en política comercial para recuperar el control.

Con pocos o ningún acuerdo sobre la mesa y sin Plan B, el Congreso — bajo la creciente presión de los votantes, las empresas y los donantes — se verá forzado a actuar cuando la pausa de 90 días de Trump llegue a su fin. De lo contrario, las subidas masivas de impuestos (eso son los aranceles) a las empresas y hogares estadounidenses, una escalada de precios y una recesión se volverán inevitables.

Incluso si el Congreso actúa a tiempo, se avecina un nuevo periodo de incertidumbre geopolítica y económica. La guerra comercial con China probablemente continuará, y las alianzas de Estados Unidos están muy tensas, algunas de ellas dañadas de manera permanente. La Pax Americana ha terminado. En apenas tres meses, Trump ha dado paso a una era más volátil, impredecible y peligrosa que cualquier otra que el mundo haya conocido desde la Segunda Guerra Mundial.

El autor

William R. Rhodes, ex CEO de Citibank, es presidente y CEO de William R. Rhodes Global Advisors.

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