Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.
¿Sobre qué escribiré esta semana sin traicionar mi estilo? Ese que alguien alguna vez tildó de demasiado indirecto, de dar mil rodeos y dar vueltas a las palabras, sin terminar nunca de decir lo que urge decir en este país, como la desidia del sector público o la indiferencia gubernamental, y lograr animar a alguien, con algo que ver con ellos, para que les diga que asuman los roles para los que fueron elegidos, y que terminen las obras inconclusas, como la zona colonial, todavía en reparación, solo por poner un ejemplo doloroso.
¿O simplemente nos declaramos todos los residentes de esta media isla como inoperantes?
Esa última palabra me recuerda a Rita Indiana, escritora y artista amiga, quien en otro tiempo se reunía con un grupo de jóvenes amigos, entre los que me encontraba, en el apartamento de Gabriel Lopez, un amigo argentino que nos recibía.
Allí empezábamos a escribir borradores, a garabatear bocetos, a hacer algo de música o a leer o ver películas y a escuchar música, cada cual en lo suyo y a pasarlo bien.
La cuestión es que una tarde Rita, por lo mucho que tardábamos en acabar cualquier cosa, dijo por teléfono de los que allí estábamos:
Después de reírnos por semanas con aquel comentario, entre nosotros nos llamábamos así con orgullo.
Volviendo al párrafo que dio origen a la inoperancia, solo debo decir que a las cosas hay que prestarles atención y darles el ímpetu, tal vez solo económico, que merecen, pues de aquel grupo de personas, algunos hemos publicado libros, creado y expuesto obras, participado en grabaciones que han visto la luz pública. Claro, cada quien en su asunto, como siempre, no es una cuestión grupal más allá de la afinidad en objetivos.
Así que como diría cualquiera:
-No me hables de inoperancia del gobierno, ¡que se pongan las pilas!
Agregar Comentario