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El cepillado dental es un hábito muy presente en la rutina diaria. Sin embargo, a pesar de su repetición diaria, muchas personas desconocen aspectos clave que pueden volver esta práctica más eficaz. El momento elegido para hacerlo, la calidad del cepillado, el tipo de pasta dental, la técnica empleada e incluso la frecuencia con la que se consume azúcar inciden directamente en la aparición de caries y en el deterioro del esmalte.
Diversos estudios y recomendaciones profesionales coinciden en que la salud bucal no depende únicamente del acto de lavarse los dientes, sino de una serie de factores combinados. Entre ellos, uno de los más debatidos es si conviene higienizar antes o después del desayuno, especialmente por el impacto que pueden tener ciertos alimentos en el pH bucal y en la acción del flúor. También intervienen otros elementos, como el tipo de bacterias presentes en la boca al despertar, la producción de saliva y los hábitos alimenticios.
Por qué importa el momento del cepillado
Durante la noche, la producción de saliva disminuye y las bacterias se multiplican en la boca. Al despertar, el aliento matutino y la sensación de sequedad reflejan ese proceso. Esta acumulación bacteriana es un factor clave a la hora de decidir cuándo lavarse los dientes: antes o después del desayuno.
Desde un punto de vista mecánico, cepillarse después del desayuno permite eliminar restos de comida. Sin embargo, si se consumen alimentos ácidos, hacerlo de forma inmediata puede afectar el esmalte. Según la Mayo Clinic, “alimentos y bebidas ácidas como jugos cítricos, café y pan pueden debilitar temporalmente el esmalte dental. Cepillarse inmediatamente después de consumir estos productos puede causar un desgaste microscópico en el esmalte, aumentando el riesgo de caries y sensibilidad dental”.
En el mismo sentido, el dentista y decano asociado de la Universidad de Míchigan, Carlos González-Cabezas, advirtió que “a la mayoría de las personas desayunar les lleva entre 10 y 15 minutos, un tiempo que es suficiente para causar demasiado daño” si se combinan bacterias acumuladas y alimentos azucarados.
En estos casos, se sugiere esperar entre 30 y 60 minutos para que la saliva ayude a restablecer el pH o, en su defecto, enjuagar la boca con agua antes del cepillado.
Flúor, técnica y frecuencia: lo que recomiendan los especialistas
El uso de flúor es considerado un pilar central en la prevención de caries. Para el vicedecano de la Facultad de Odontología de la Universidad de Buenos Aires, Aldo Squassi, su incorporación en pastas dentales permite intervenir sobre el proceso de desmineralización: “El fluoruro que se encuentra en las pastas dentales permite disminuir la velocidad de progresión de las lesiones de caries debido a ciertas características químicas que posee”, dijo en una nota a Infobae.
Y agregó: “De esta forma, en momentos iniciales del proceso de caries, la presencia del ion fluoruro puede revertir la pérdida de contenido mineral de la estructura dentaria y favorecer la remineralización. De esta manera, a largo plazo vamos a tener menos nuevas lesiones de caries”.
El especialista también advirtió que “enjuagarse con agua después del cepillado puede reducir la efectividad del flúor en la pasta dental, ya que elimina una parte del flúor residual”.
Sobre la frecuencia del cepillado, señaló que “no existe evidencia que establezca un número de veces ideal para cepillarse los dientes”, pero que en general “se recomienda hacerlo dos veces por día para disminuir la acumulación de biofilm”.
Belén Barrego, médica de familia y docente en la Universidad Austral, coincidió en que la clave no está en la cantidad, sino en la técnica: “La calidad de la higiene bucal no depende de la cantidad de veces que se realice el cepillado, sino de la técnica empleada y el tiempo que se le dedica”. Aun así, recomienda tres veces por día y subraya que “el cepillado nocturno es el más importante”.
Squassi destacó además que “la frecuencia de cepillado no está asociada con un daño a las estructuras dentarias o periodontales, pero la utilización de elementos de higiene poco apropiados puede producir desgaste o lastimar”. Entre esos errores mencionó el uso de “cepillos con cerda muy dura, elementos interdentales no aptos para la higiene o técnicas de cepillado incorrectas”.
Caries a pesar del cepillado: el rol de la dieta en la salud dental
A pesar de una rutina adecuada, muchas personas siguen desarrollando caries. Según Squassi, esto se debe a que “la caries dental es una enfermedad multifactorial compleja causada por un cambio ecológico en el microbioma de la boca, asociado con una exposición frecuente y por tiempo prolongado a bebidas o alimentos azucarados o que contienen carbohidratos”.
El cepillado, si bien es importante, “no es suficiente para compensar esos cambios asociados con la dieta”. Por eso, recomienda limitar el consumo de productos industrializados y mantener una higiene rigurosa. “El cepillado va a contribuir a disminuir los niveles de biofilm, que es fundamental para la salud de las encías, pero no evita esos cambios que se asocian con la ingesta de los carbohidratos y por consiguiente el riesgo de desarrollar caries va a persistir a menos que cambien los hábitos alimenticios”.
Barrego aportó una explicación complementaria: “Los productos industrializados pueden contribuir al desarrollo de caries, especialmente aquellos que son ricos en azúcares y carbohidratos refinados. La relación entre estos alimentos y la formación de caries se debe principalmente a la alta concentración de azúcares que contienen estos productos, como jugos y gaseosas, galletitas dulces, golosinas y snacks”.
Respecto del momento adecuado para higienizar tras ingerir estos productos, señaló: “Luego del consumo de productos con alto contenido de azúcares se recomienda la higiene dental en el corto plazo. Cuanto menos tiempo de exposición tenga la superficie dental a los azúcares, menos riesgo de fermentación y riesgo de caries”.
Educación y prevención desde la infancia
Barrego enfatizó la necesidad de comenzar la higiene bucal en edades tempranas. “Desde el nacimiento se sugiere comenzar con las técnicas de higiene, aún sin la aparición de los primeros dientes. Se comienza con el lavado de encías en el momento del baño, puede ser con una gasa húmeda con agua únicamente o con cepillos adaptados para bebés y agua. Al momento en que comienzan a aparecer los primeros dientes se puede comenzar a utilizar pasta dental”.
También ofreció detalles sobre la dosis adecuada de flúor en la infancia: “En niños de 0 a 3 años se recomienda que tenga 1000 partes por millón (ppm) y la cantidad a utilizar en cada lavado debe ser equivalente al tamaño de un grano de arroz. En niños de 3 a 6 años debe contener de 1000 a 1450 ppm de flúor y la dosis debe ser el equivalente a una arveja”.
Además de fortalecer el esmalte, el flúor inhibe el crecimiento de bacterias que producen ácidos. Su aplicación tópica, a través de pastas o enjuagues, es una de las formas más eficaces de prevenir lesiones, aunque Barrego advierte que “el uso excesivo de flúor puede provocar fluorosis dental, una condición que causa manchas en los dientes”.
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