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Como dietista, y mamá de dos pequeños que cambian de opinión a cada rato sobre qué comer, he aprendido que congelar alimentos puede marcar una gran diferencia. Ahorras tiempo, reduces el desperdicio y optimizas tu presupuesto. Además, los alimentos congelados duran meses, mantienen su valor nutricional y siguen sabiendo bien.
Si bien en el supermercado puedes hallar una amplia gama de productos congelados, seguramente te sorprenderá saber cuántos alimentos frescos puedes congelar en casa. Yo suelo meter al congelador la espinaca prelavada antes de que se estropee, y corto fruta fresca para conservarla antes de irme de viaje. Pero el congelador no es solo para frutas y verduras: los huevos, los quesos, los cereales e incluso el pan también se pueden conservar así.
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Congelar te ayuda a aprovechar mejor lo que compras, a sacar partido de las ofertas (¡como las moras de verano!) y a tener siempre a mano ingredientes básicos para preparar comidas rápidas.
Aunque en refrigeración pueden durar entre tres y cinco semanas, congelarlos antes de que se venzan es una forma inteligente de evitar el desperdicio. Son ideales para usar después en repostería, huevos revueltos, frittatas o guisos.
Nunca congeles los huevos con cáscara. Rompe los huevos y guarda el contenido (claras, yemas o huevo entero) en un recipiente hermético. Para mayor comodidad, puedes usar una cubitera: una por cada huevo. Las yemas tienden a espesar, por lo que la American Egg Board recomienda agregar 1/8 de cucharadita de sal o 1½ cucharaditas de azúcar por cada ¼ de taza de yema (equivalente a 4 yemas) antes de congelar. Etiqueta los recipientes con la cantidad y el tipo de huevo para facilitar su uso.
Esta fruta es famosa por tener un periodo de maduración muy corto: parece que en cuestión de horas pasa de estar dura a estar pasada. Congelarlo justo cuando está en su punto es una gran forma de aprovecharlo más tarde en guacamole, batidos o recetas de repostería. Sigue siendo igual de nutritivo que fresco.
Pélalo, quítale el hueso y tritúralo. Luego guárdalo en un recipiente o bolsa hermética. Puedes añadir un chorrito de limón para evitar que se oxide. También puedes congelarlo en rebanadas, aunque al descongelarlas pueden quedar blandas.
¿Nunca logras terminar una barra de pan antes de que se ponga dura? Congelarlo no solo prolonga su vida útil, también puede mejorar su valor nutricional al aumentar el almidón resistente, un tipo de carbohidrato que se comporta como la fibra: se digiere más lentamente y ayuda a controlar mejor los niveles de azúcar en la sangre. Además, se descongela en minutos: basta con dejar una rebanada a temperatura ambiente o meterla directamente en la tostadora para disfrutarla caliente y crujiente.
Si ya viene rebanado, exprime el exceso de aire de la bolsa y métela directamente al congelador. Si es una pieza entera, rebánalo antes para que puedas sacar solo lo que necesitas. Consejo extra: envuelve el pan dos veces para evitar quemaduras por congelación y conservar su textura
Si hay un alimento que vale la pena cocinar en grandes cantidades para ahorrar tiempo, son los cereales. El arroz, la quinoa o la cebada ya cocidos se congelan muy bien y te facilitan la vida cuando tienes poco tiempo. Solo tienes que sacar una porción del congelador, calentarla con un chorrito de agua para evitar que se reseque y añadirla a un bowl, un salteado, una sopa o una ensalada.
También puedes congelar cereales sin cocinar. Aunque en general duran bastante a temperatura ambiente, sus grasas naturales pueden ponerse rancias con el tiempo. Además, el congelador ayuda a eliminar posibles huevos o larvas de gorgojo (sí, es algo que pasa de verdad).
Deja que los cereales cocidos se enfríen por completo y divídelos en porciones individuales (una taza es una medida práctica) antes de guardarlos en bolsas o recipientes herméticos aptos para congelador. Si están crudos, sepáralos según la cantidad que suelas usar y almacénalos en envases bien sellados para protegerlos de la humedad.
Congelar el queso es una solución práctica para que dure más tiempo y evitar que se seque o le salga moho antes de terminarlo. Los quesos duros, como el cheddar o el parmesano, son los que mejor se conservan congelados. Además, el queso congelado funciona perfecto en platillos donde se va a derretir de todos modos: como pizzas, quesadillas, sándwiches calientes, huevos o guisos.
Ralla o corta el queso en porciones pequeñas antes de guardarlo. Si lo rayas, mezcla los trozos con un poco de fécula de maíz (maicena) para evitar que se apelmacen. Si lo rebanas, intercala hojas de papel encerado o pergamino entre cada loncha. Luego, envuelve todo bien con papel encerado o plástico adherente y guarda las porciones en una bolsa o recipiente apto para congelador.
Congelar tofu puede mejorar su textura notablemente. Se vuelve más firme, con una consistencia más masticable — casi “carnosa” — y absorbe mejor los sabores de marinadas y salsas. Además, se desmorona menos, lo que lo hace ideal para salteados, sopas, guisos o incluso para asar. Solo hay que descongelarlo en el refrigerador y estará listo para usar.
Presiona el tofu para eliminar la mayor cantidad de agua posible. Luego, córtalo en rebanadas o cubos del tamaño que prefieras y colócalos sobre una bandeja cubierta con papel encerado o pergamino. Congela los trozos ahí hasta que estén completamente sólidos. Después, transfiérelos a una bolsa o recipiente hermético apto para congelador. También puedes congelar el bloque completo, aunque tardará más en descongelarse.
¿Alguna vez abriste una lata de pasta de tomate solo para usar una cucharada y te quedaste pensando qué hacer con el resto? Ahí es donde entra el congelador: te permite guardar lo que sobra para la próxima receta y evitar abrir una lata nueva cada vez. La pasta de tomate congelada mantiene bien su sabor y se puede usar directamente desde el congelador en salsas, sopas, guisos o chiles.
Divide porciones de una cucharada y colócalas sobre una bandeja con papel encerado o en una cubitera. Una vez que estén congeladas, transfiérelas a un recipiente hermético o bolsa para congelador.
El ajo fresco puede durar bastante, pero en poco tiempo puede brotar o ablandarse sin que te des cuenta. Congelarlo te ayuda a conservar su sabor y, de paso, te ahorra tener que pelarlo cada vez que cocinas. Lo mejor: puedes tomar un diente directamente del congelador y usarlo sin necesidad de descongelarlo.
Pela los dientes y congélalos enteros o picados en un recipiente hermético o bolsa para congelador. Si sueles saltearlo, puedes mezclar ajo picado con un poco de aceite de oliva o de aguacate en una cubitera. Una vez que los cubos estén sólidos, guárdalos en una bolsa sellada para usarlos fácilmente cuando los necesites.
Congelar alimentos es una forma sencilla de reducir el desperdicio, ahorrar tiempo y dinero. Solo necesitas buenos recipientes herméticos y algo de práctica para encontrar lo que mejor te funciona. Y si llegas a notar quemaduras por congelación, no te preocupes: corta esa parte y aprovecha el resto sin problema.
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