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Desminar Ucrania, entre rastrillos y drones – Noticias SIN

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Kamyanka, Ucrania.- "Había muchas trampas explosivas, y notamos que nuestros muchachos no tenían tiempo para cuidarnos.

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Kamyanka, Ucrania.- “Había muchas trampas explosivas, y notamos que nuestros muchachos no tenían tiempo para cuidarnos. Entonces, desminamos con rastrillos”, cuenta, como algo evidente, la agricultora Larisa Sisenko.

¿Cuántas personas arriesgan sus vidas para limpiar sus campos de las toneladas de proyectiles y minas que permanecen en el este de Ucrania desde el inicio de la invasión rusa el 24 de febrero de 2022?

En esta zona, “todo el mundo desmina por su cuenta, absolutamente todo el mundo”, asegura otro agricultor, Igor Kniazev, cerca de la explotación de Larisa, a unos treinta kilómetros de la línea de frente.

Ucrania era uno de los graneros de cereales del mundo, gracias a su fértil tierra de negro intenso.

Pero estos suelos son hoy probablemente los más contaminados del mundo, tras 28 meses de conflicto y un diluvio de artillería sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial, según los expertos consultados por AFP.

Más de 80 entidades -gubernamentales o no- están trabajando para limpiar la tierra de Ucrania. La comunidad internacional ha movilizado mil millones de dólares.

Pero la tarea es tan colosal que a menudo los agricultores como Viktor y Larisa Sisenko, de 56 y 54 años, ignoran las consignas oficiales y toman la iniciativa.

La pareja fue de los primeros agricultores en regresar a su explotación en Kamianka, ocupada por el ejército ruso de marzo a septiembre de 2022.

Dos semanas después de la contraofensiva ucraniana, los Sisenko hacen un primer reconocimiento: sin agua ni electricidad, la casa es inhabitable.

Ambos dejan pasar el invierno boreal y regresan en marzo de 2023. Limpian su casa, quitan la siniestra horca instalada por soldados rusos en su patio, arrancan hierbas… y desminan.

Frente a su casa, se apilan cajas de municiones rusas. “Calibres 152 mm (…) Serví en la artillería en la época soviética, así que sé un poco del tema”, destaca Viktor, con una sonrisa bajo el bigote.

A mediados de 2023, un equipo de la Fundación Suiza de Desminado (FSD) desenterró 54 minas PFM-1, probablemente colocadas para proteger el cañón autopropulsado 2S3 Akatsia instalado por el ejército ruso en su campo.

Esta mina antipersonal, fatal para los niños, explota bajo una presión de cinco kilos o más y está prohibida en virtud de la convención internacional de Ottawa de 1997.

Rusia nunca la ha ratificado. Ucrania sí, pero acaba de retractarse, alegando el uso “cínico” de minas antipersonales por parte de su enemigo.

La mina PFM-1, de 14 centímetros de largo y cinco de ancho, se camufla terriblemente bien en los campos y bosques, con su revestimiento caqui y su forma de pétalo, aunque también se la conoce como loro verde o mariposa.

“Cuando el equipo estaba trabajando, tuvimos que evacuar la casa, porque según sus reglas no podíamos quedarnos. Bueno, obedecimos. La máquina de desminado, la que hace mucho ruido, iba y venía. Hubo muchas explosiones”, explican los Sisenko.

Kamianka mantiene actualmente un aspecto de pueblo fantasma con sus casas destruidas. Unas cuarenta personas regresaron, frente a las 1.200 que había antes de la guerra.

Muchos temen las minas, varios han pisado alguna. “En un 99%, ‘pétalos'”, asegura Viktor.

Pero el trabajo ha vuelto a los campos. En pueblos vecinos, “algunos agricultores han fabricado ellos mismos tractores especiales para desminar sus tierras. Y hoy ya están plantando trigo y girasol”, asegura el hombre.

Uno de estos es Mikola Pereverzev, de 49 años, quien dirige a distancia su tractor en una campo de Korobchiné, cerca de Járkov.

“Explotó tres veces. Tuvimos que adquirir uno nuevo, el primero se había vuelto irreparable. Pero finalmente logramos limpiar 200 hectáreas de campos minados en dos meses”, explica.

Esta temporada ya prevé sembrar girasoles.

Para los agricultores es vital mantener sus campos, bajo pena de degradar su principal capital.

“La producción de cereales cayó de 84 millones de toneladas en 2021 a 56 millones de toneladas” en 2024, indica a AFP el ministro de Política Agraria, Vitalii Koval.

Esta caída provocó un aumento de los precios de los cereales en todo el mundo.

“En Ucrania, hay 42 millones de hectáreas de tierras agrícolas. En teoría, podemos cultivar 32 millones de hectáreas”, pero las “tierras disponibles, no contaminadas, no ocupadas” se elevan a “24 millones de hectáreas”, agrega.

Una quinta parte de las tierras -123.000 km2- estaban potencialmente contaminadas a finales de junio de 2025, según el ministerio de Política Agraria, una superficie equivalente a la de Nicaragua.

Ucrania, ¿el país más contaminado del mundo por la guerra?

“En términos de la cantidad de bombas y proyectiles sin detonar, y la cantidad de minas en el suelo, probablemente sea así”, estima Paul Heslop, responsable de la ONU para la lucha contra minas en Ucrania.

Como todos los expertos, subraya la imposibilidad de obtener cifras precisas en un país en guerra donde los 1.000 km de frente y los territorios bajo control ruso permanecen inaccesibles.

Pero, agrega: “Si calculamos que puede haber entre 4 y 5 millones de proyectiles o municiones sin detonar y de 3 a 5 millones de minas, potencialmente hay 10 millones de artefactos explosivos en el suelo” de Ucrania.

En el lado ucraniano, las minas antitanque a menudo se colocaron de manera apresurada cuando los tanques rusos cruzaron la frontera. Muchos de los planes de colocación se han perdido.

A sus 59 años, Pete Smith ha pasado por Afganistán e Irak. Dirige a las 1.500 personas empleadas en Ucrania por HALO Trust y también cree que ningún lugar en el mundo está tan afectado por la guerra.

Para medir la ardua tarea del desminado, basta con desplazarse unos cientos de metros más allá de la explotación de los Sisenko.

Tras dos años de búsqueda en una parcela de 2,6 hectáreas, los desminadores de la FSD encontraron en total tres restos de explosivos.

“La contaminación con metal era tan intensa que nuestros detectores se volvieron inutilizables porque sonaban constantemente”, explica Tin, el jefe del proyecto. Pero tras largas verificaciones, miles de fragmentos de metal resultaron no ser explosivos.

Esto es precisamente lo que exaspera a Igor Kniazev, quien administra la granja de sus padres en Dovguenké.

Este hombre de ojos azules y cabello corto habla con la velocidad de una ametralladora, sobre todo sobre las oenegés: “Cada año prometen: ‘Mañana, mañana, haremos todos los campos'”, se queja.

Así que se las arregló solo: “¿Cómo? Tomé un detector de metales y desactivé las minas”.

Kniazev retomó su explotación después de la retirada rusa en septiembre de 2022. Ha desactivado minas en solitario en 10 hectáreas, le quedan 40, que espera completar en un año.

Pero ya conoce los riesgos. “Iba conduciendo mi tractor, mi rastrillo tocó una mina [antitanque] y explotó”, recuerda.

Igor reparó su tractor, excepto el rastrillo que quedó inutilizable, y continuó con su tarea. El hombre no resultó herido: “Tuve suerte”.

Pero otros no: “Aquí, decenas ya han pisado minas TM [antitanque]. Muchos de los nuestros también han pisado minas OZM”

Esta mina antipersonal de la época soviética es muy temida. Apodada “saltarina”, se proyecta a un metro de altura, desde donde lanza sus 2.400 fragmentos de metal hasta 40 metros a su alrededor.

En su garaje, Igor recicla restos de proyectiles rusos en tuberías. En el suelo, yace una carcasa vacía de una bomba de racimo: “Haré una lámpara con ella”.

Andrii Ilkiv es responsable de una unidad de desactivadores de minas del ministerio del Interior en la región de Járkov. El 13 de septiembre de 2022, una mina antipersonal explotó bajo su pie.

“Regresé al trabajo aproximadamente cuatro meses después”, con una prótesis en la pierna izquierda, a partir de la rodilla.

El hombre robusto y barbudo podía optar a un trabajo de oficina por dos razones: su discapacidad y sus cinco hijos.

Pero “estoy acostumbrado a este trabajo, me gusta. Y quedarme en una oficina, eso no es para mí”, responde el interesado, que desactiva minas desde 2007.

Más al sur de Járkov, la región de Nicolaiev, a orillas del mar Negro, también está entre las más minadas del país.

En un campo de Tamariné, Viktoria Shinkar corta una nueva franja de hierba de aproximadamente dos metros de ancho, adentrándose un poco más en su “pasillo”.

Ocho horas al día, con tijeras de podar, detector y una pausa de 10 minutos cada hora para no perder la concentración.

Hace un año que trabaja para HALO Trust. El dinero forma parte de sus motivaciones: 1.000 euros (unos 1.175 dólares) al mes tras una formación de 21 días, lo mismo que un médico al inicio de su carrera.

A pesar del peso del chaleco antibalas y el incómodo casco con visera, la joven de 36 años termina sus jornadas mucho menos cansada que en su trabajo anterior como peluquera, en el que detestaba estar de pie y conversar con las clientas.

“Antes cortaba cabello, ahora hierba”, resume.

El gobierno espera limpiar el 80% del territorio de aquí a 2033, a pesar de los problemas de coordinación, financiación y, posiblemente, corrupción.

“He visto contratos por varios millones que no tenían ningún sentido. Así que claramente hay sobornos”, opina un experto extranjero, que pide el anonimato.

Pero Ucrania también es el escenario “de las innovaciones más importantes en materia de desminado en los últimos veinte o treinta años”, según Pete Smith.

Al igual que en el frente, los drones están revolucionando el desminado.

“Son increíblemente útiles. Podemos inspeccionar áreas inaccesibles debido a las minas y luego entregar las imágenes a nuestros analistas”, destaca Sam Rowlands, también de HALO Trust.

La oeneg

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