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No todo gira en torno a Shohei Ohtani, Fernando Tatis Jr., o Babe Ruth. En el ámbito olímpico también surgen figuras destacadas, aunque menos conocidas pero impactantes. Josabet Hazoury, una atleta de tan solo 14 años, es uno de esos talentos excepcionales que, desde sus inicios en el deporte, deja una marca difícil de pasar por alto. Esta joven no solo se luce con un arma en mano como tiradora de escopeta, sino que también resalta con igual disciplina y dedicación en el tatami, como cinturón negro de taekwondo. Este año, Josabet representará a República Dominicana en los Juegos Panamericanos Junior, que se celebrarán en Asunción, con serias expectativas de obtener una medalla. “Ella también es una atleta sobresaliente en taekwondo”, destaca su padre. “Este año obtuvo su cinturón negro. Es de las más aventajadas en el Colegio Saint George y se ha tomado su disciplina muy, muy en serio. Entrena cada semana, sin falta. Fuimos a Barbados con la esperanza de quedar quizá en un séptimo lugar, según los entrenadores, pero sabíamos que su nivel estaba creciendo. Realmente estamos muy orgullosos de todo lo que ha logrado en tan poco tiempo”, compartió su padre, Bezaleel Hazoury, en una entrevista exclusiva para Listín Diario. Josabet logró su clasificación al Panamericano durante un evento celebrado en Barbados, donde fue la competidora más joven, compitiendo contra rivales de hasta 20 años. Allí, se posicionó en cuarto lugar y logró entrar a la final, sorprendiendo a propios y extraños. Meses antes, en un campeonato juvenil de taekwondo, se alzó con los máximos honores. “Los entrenadores, y cualquiera que escuche lo que está haciendo con solo 14 años, queda impresionado. Cada día nos sorprende más. Siempre está dispuesta a entrenar, es la primera que se levanta cuando hay práctica”, agrega su padre, con el orgullo reflejado en cada palabra. Si bien el taekwondo fue su primera pasión, su oportunidad en el alto rendimiento llegó con el tiro deportivo, específicamente en la modalidad de fosa o escopeta. Pero su afinidad con esta disciplina no es casual: la puntería y la pasión por el disparo corren por sus venas. “El abuelo de Josabet, mi padre, nos llevaba de cacería desde que yo tenía siete años. Luego, cuando se inauguró el Polígono de Tiro en Quitasueño, dejamos la caza y comenzamos a practicar tiro deportivo. Es un legado que empezó con él, siguió conmigo y ahora continúa con ella”, recuerda su padre con nostalgia. Tras el talento de Josabet hay una familia completa que se sacrifica por su sueño. Reside en Piantini, pero deben trasladarse con frecuencia hasta el Polígono Nacional de Tiro, ubicado en Santo Domingo Norte. “Ir al campo de tiro no es solo una hora de ida y una de vuelta. Nos turnamos: un día la lleva su hermano, otro día su papá, también su primo (Stefano Hazoury), otro día yo. Incluso, mi hermana también nos apoya cuando no podemos. Económicamente, la federación cubre hasta donde puede, pero el resto lo asumimos nosotros como padres”, explica su madre, Gisselle Alam.
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