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Cuando Sarah subió al ático de la casa de su padre, no estaba preparada para lo que iba a encontrar. Su padre, James, era un hombre modesto que había trabajado toda su vida en la misma empresa y se había jubilado hace unos 20 años, cuando le diagnosticaron Parkinson. Había controlado los temblores y los problemas de equilibrio causados por la enfermedad, tomando un medicamento llamado Ropinirol. Pero durante la pandemia de covid-19, Sarah se había preocupado cada vez más por el secretismo de su padre y quería ver en qué había estado empleando su tiempo. En el desván, descubrió montones de notas manuscritas y una decena de dispositivos de grabación que había estado utilizando para espiar su propia casa. En escritos y grabaciones, había documentado los sonidos inocentes que hacía su esposa mientras se movía por la casa y mientras dormía, para intentar demostrar que tenía una aventura. También había catalogado los detalles de numerosas líneas de chat y sitios web pornográficos que había estado utilizando obsesivamente. Cuando Sarah le contó a su madre anciana lo que había descubierto, se horrorizó al enterarse de que James también la había coaccionado sexualmente. Pero fue solo cuando Sarah lo llevó a ver a su enfermera especialista hace cinco años que supo que la medicación que tomaba su padre podía tener efectos secundarios tan extremos. “Oh, se ha vuelto muy libidinoso, ¿verdad?”, le preguntó la enfermera. La pareja vive ahora separada en su vejez, porque James supone un riesgo demasiado grande para su esposa, dice Sara. James vive en una residencia especializada y Sarah afirma que le han dicho que ha agredido sexualmente al personal del centro. “Este medicamento ha destrozado a mi familia”, afirma Sarah, cuyo nombre hemos cambiado, al igual que el de su padre. Sarah tiene un poder notarial sobre sus padres, lo que incluye su tratamiento médico. Según ella, ha sopesado cuidadosamente los intereses de ambos a la hora de decidir contar la historia de su familia, pero quiere que la gente conozca el impacto que pueden tener los medicamentos. El caso de James es uno de los 50 que se han comunicado con la BBC, la mayoría de ellos relacionados con hombres tratados por trastornos del movimiento cuyo comportamiento cambió drásticamente tras recibir una prescripción de medicamentos de una familia específica. A menudo, el comportamiento cambió tras muchos años tomando los medicamentos en dosis cada vez mayores, según nos contaron los hombres. En marzo, la BBC reveló que los médicos no habían advertido a las mujeres de que tomar el mismo tipo de medicación para el síndrome de piernas inquietas (SPI) podía provocarles un deseo compulsivo de buscar relaciones sexuales y apostar, lo que las ponía en riesgo personal y arruinaba sus finanzas, sus carreras y sus relaciones. Muchos de los casos de los que hemos tenido conocimiento implican la explotación de mujeres y niños. Entre ellos se incluyen: Los tres hombres afirmaron que no tenían antecedentes de ese tipo de comportamiento sexual antes de tomar los medicamentos. También dijeron que sentían una profunda vergüenza por su comportamiento, pero creían que la medicación los ayudaba con sus dolencias. Otros hombres con los que habló la BBC dijeron que no querían dejar de tomar los fármacos porque les habían llevado a descubrir nuevos intereses sexuales — que son legales y consensuados — y porque disfrutaban del aumento de su libido. Un abuelo casado de unos 60 años ha comenzado a travestirse y ha entablado relaciones online con hombres. Otro hombre afirma que los medicamentos desinhibieron sentimientos homosexuales que no había explorado anteriormente. Los registros de recetas muestran que algunos de los hombres con los que hablamos intentaron reducir la dosis, pero todos consideraron que había tenido un impacto negativo en su salud. El Ropinirol que toma James pertenece a una familia de medicamentos conocidos como agonistas de la dopamina, que se recetan para el Parkinson, el síndrome de piernas inquietas, los tumores hipofisarios y otras afecciones. El riesgo de efectos secundarios de comportamiento impulsivo de los medicamentos agonistas de la dopamina se conoce desde hace tiempo, pero la BBC descubrió que los médicos en Reino Unido siguen sin advertir a todos los pacientes a los que se les han recetado estos medicamentos para diversas afecciones. En marzo, la BBC reveló cómo la empresa farmacéutica británica GSK había descubierto en 2003 una relación entre el Ropinirol y lo que denominó comportamiento sexual “desviado”, incluida la pedofilia. GSK declaró a la BBC que había compartido estos hallazgos con las autoridades sanitarias, había incluido esta advertencia de seguridad en los prospectos del medicamento y había llevado a cabo ensayos exhaustivos con el fármaco, que se ha recetado en 17 millones de tratamientos. Sin embargo, las advertencias sobre este tipo de comportamiento no se incluyeron en los prospectos hasta 2007 y, incluso ahora, solo especifican como riesgos el interés sexual “alterado” y la libido “excesiva” o “aumentada”. Es necesario reforzar inmediatamente las recomendaciones de seguridad sobre los efectos secundarios “tóxicos” del medicamento, ya que su impacto puede ser “devastador”, según la presidenta en funciones de la Comisión de Salud, la parlamentaria laborista Paulette Hamilton. “Nueve de cada diez personas no leen lo que hay en esos prospectos”, afirma. “Y si lo lees, ¿qué significa alteración del interés sexual? No tengo ni idea”. Los medicamentos actúan imitando los efectos de la dopamina, una sustancia química natural que ayuda a transmitir mensajes en el cerebro, como los que controlan el movimiento. La dopamina también se conoce como la “hormona de la felicidad” porque se activa cuando algo nos produce placer o nos sentimos recompensados. Los agonistas de la dopamina pueden estimular en exceso esas sensaciones, lo que ayuda a las personas que padecen algunos trastornos del movimiento que pueden estar causados por niveles bajos de dopamina. Sin embargo, también pueden disminuir la apreciación de las consecuencias, lo que conduce a un comportamiento impulsivo, según los académicos. El medicamento también puede empeorar los síntomas existentes de piernas inquietas, según decenas de personas que hablaron con la BBC, causando a veces una necesidad incontrolable de mover otras partes del cuerpo. Este es un riesgo bien documentado para quienes toman el medicamento durante un período prolongado y se conoce como aumentación. El año pasado, médicos de cabecera en Inglaterra recetaron casi 1,5 millones de fármacos agonistas de la dopamina, según datos publicados a los que tuvo acceso la BBC. Otro fármaco, el Aripiprazol (un agonista parcial de la dopamina utilizado para tratar problemas de salud mental), también es conocido por causar comportamientos impulsivos. Se recetó en más de 1,7 millones de tratamientos solo en Inglaterra el año pasado, a menudo a pacientes jóvenes. Un paciente que tomaba el fármaco nos contó que su ludopatía se había vuelto tan grave que robaba para financiar su adicción. La madre de otro paciente cree que el medicamento provocó que su hijo se exhibiera en público. La Agencia Reguladora de Medicamentos y Productos Sanitarios de Reino Unido (MHRA, por sus siglas en inglés) afirma que no tiene previsto modificar sus advertencias sobre los fármacos agonistas de la dopamina. Anteriormente, le informó a la BBC que los impulsos sexuales varían y que se incluye una advertencia general sobre actividades que pueden ser perjudiciales. El Real Colegio de Médicos de Cabecera (NICE) anunció que su currículo actualizado, utilizado para la formación de médicos y que se publicará el próximo mes, incluirá ahora el seguimiento de los efectos secundarios del comportamiento impulsivo en el síndrome de piernas inquietas (SPI), que se estima que afectan entre el 6 % y el 17 % de los pacientes. Un efecto secundario se considera “común” cuando afecta solo al 1 % de las personas que toman el medicamento, según el organismo de orientación sanitaria NICE.
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