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¿Qué impulsó a aquellas mujeres pioneras, en la primavera de 1925, a sumergirse en el núcleo del ingenio Colón para entrevistar a Pedro Mir (padre)? ¿Qué anhelaban encontrar entre las máquinas y el esfuerzo de la industria más activa de la época?
Al ojear una edición especial que llama la atención por sus fotos y estética, se podría pensar que es un relato festivo por la inauguración del parque Unión, en la orilla occidental del río Higuamo, a solo cuatro kilómetros de San Pedro de Macorís. Pero al adentrarnos en sus páginas, los verdaderos propósitos se descubren.
Así es, en el registro de la revista Fémina se halla esta interesante “entrevista” donde Petronila Angélica Gómez Brea dialoga con el jefe general de maquinarias del ingenio Colón, oriundo de Guantánamo, Cuba, Pedro Mir, “en busca de recopilar buenos datos relativos al progreso”, en referencia a las primeras reivindicaciones del feminismo que comenzaban a tomar fuerza en la República Dominicana.
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Es aquí cuando el maquinista Mir, padre del Poeta Nacional, narra sus tareas en esta planta, pero también en las instalaciones de Porvenir y Quisqueya, ambas en San Pedro, así como el Ansonia, de Azua. Preguntas perspicaces de la periodista hacen que el entrevistado precise las innovaciones de esa industria que, desde aquella edición 68, apoyó sin reservas las acciones y movilizaciones feministas que consiguieron, dos décadas después, el voto de las dominicanas.
Es más, para esta edición memorable, se contó con la valiosa asistencia de Nicelia P. de Castro, quien desde 1922 era la representante y reportera de esta publicación en el Ingenio Colón. Ella, junto a Elsa Lugo en el ingenio Quisqueya, para octubre de 1924, informaron sobre la injusticia de los vales canjeables para los obreros, lo que llevó a que la mesa de redacción solicitara un llamado al cambio a través del editorial: “El conflicto del comercio”.
Y mientras Pedro Mir padre relataba con emoción lo que para 1925 eran los logros obtenidos durante 42 años de vida del ingenio, así como el proceso de diseño del parque Unión — un pulmón cultural de 193 pies de largo por 135 de ancho — recordó con pesar la muerte de su esposa, Vicenta Valentín Mendoza; suceso que también marcó a su hijo Pedro, quien años después daría voz poética al alma dominicana.
Si bien en este encuentro que revelamos no se menciona al autor de “Hay un país en el mundo”, que para entonces tendría unos 12 años, sí se recoge la fotografía y las palabras de su hermana, Lilia Mir, de quien el autor aprendió a tocar el piano y con sus notas llegaron los versos. Aquella hermana fue “Princesa de la Providencia” y predijo en sus palabras un futuro de optimismo para las dominicanas.
Así, entre cañas, teclas de piano y palabras visionarias, se gestaba el despertar de un movimiento que, desde los ingenios, comenzó a transformar el destino de las dominicanas, y seguramente influyó en la conciencia del “poeta social esperado”.
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