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Las elecciones presidenciales bolivianas depararon una sorpresa sin precedentes: el país se encamina a una segunda vuelta por primera vez. Pero más allá de ese hito institucional, lo que realmente define esta contienda es la irrupción de un fenómeno inesperado en la política boliviana: la influencia directa de las redes sociales, personificada en la figura del ex policía y tiktoker Edman Lara, conocido como el capitán Lara.
Rodrigo Paz, hijo del expresidente Jaime Paz Zamora y exalcalde de Tarija, lideró los resultados de la primera vuelta. Sin embargo, su desempeño no se explica únicamente por su trayectoria ni por su gestión política. El motor de su candidatura fue la alianza con Lara, cuya popularidad en redes sociales convirtió al binomio en una opción atractiva para un electorado desencantado con la política tradicional.
El fenómeno Lara: del uniforme al celular
El capitán Lara irrumpió en la esfera pública no desde un partido, sino desde una cuenta de TikTok. Sus transmisiones en vivo, en las que denuncia corrupción y se muestra como un ciudadano común con lenguaje directo, lograron conectar con miles de bolivianos cansados de promesas incumplidas.
En los discursos de campaña, no eran las credenciales de Paz las que despertaban entusiasmo, sino la presencia de Lara. Él mismo lo resumió: “la garantía de que Paz lo hará bien soy yo”. En los hechos, la candidatura se basó más en la figura del ex policía convertido en influencer que en la del político de carrera.
El mejor ejemplo reside en Tarija, el departamento natal de Rodrigo Paz. Allí, donde fue alcalde, terminó en tercer lugar. Mientras en La Paz, cuando se preguntaba a los votantes por quién habían elegido, muchos respondían: “por el capitán Lara”. Esa identificación ciudadana confirma que la conexión fue con la figura fresca, disruptiva y digital de Lara, no con el perfil tradicional de su compañero de fórmula.
Redes sociales como nuevo terreno político
La política boliviana experimenta una transformación similar a la de otras democracias latinoamericanas: la pérdida de peso de los partidos tradicionales y el ascenso de outsiders que utilizan las redes sociales como plataforma principal.
En un contexto de alta desconfianza hacia los partidos — marcados por corrupción y desconexión con la ciudadanía –, el electorado se inclina hacia liderazgos que transmiten autenticidad. Lara no necesita un aparato partidario ni costosas campañas; le basta un celular y una audiencia en TikTok para marcar agenda.
Este fenómeno refleja el poder de las redes como herramienta política y la crisis de representación que atraviesa Bolivia. La gente busca rostros cercanos que hablen como ellos, denuncien lo que ellos viven y encarnen la esperanza de un cambio real.
Un sistema electoral cuestionado
El protagonismo de las redes contrasta con las debilidades del sistema electoral boliviano. Si bien el voto electrónico no es novedoso, su aplicación volvió a generar desconfianza. Durante la transmisión y el conteo se registraron errores técnicos, incluso en presencia de observadores internacionales.
La preocupación aumentó al saberse que la transmisión de datos se realizaría desde los teléfonos personales de funcionarios, lo que abre la posibilidad de manipulación en las actas. Estos vacíos exigen modernizar y blindar el proceso, para que la legitimidad no dependa únicamente de la confianza en el presidente del Tribunal Supremo Electoral, quien hasta ahora mantiene respaldo ciudadano y político.
¿Un nuevo paradigma político?
La segunda vuelta no solo definirá al próximo presidente, sino que servirá como termómetro de un fenómeno creciente: la política digitalizada. La irrupción de Lara demuestra que la fuerza electoral ya no se concentra en mítines o maquinarias partidarias. Hoy, un discurso grabado con un celular puede tener más impacto que una campaña millonaria.
La pregunta es si este modelo podrá mantenerse. ¿Lograrán los outsiders digitales convertir su popularidad en capacidad de gobierno? ¿O quedarán atrapados en el mismo ciclo de frustraciones que desgastó a la política tradicional?
Con estas elecciones, Bolivia sienta un precedente: las redes sociales ya no son un espacio paralelo, sino un campo de batalla decisivo. Y el capitán Lara, con su estilo directo y dominio de TikTok, se ha convertido en la prueba más clara de que el futuro de la representación política puede residir más en un live que en un comité de partido.
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