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ANCHORAGE, Alaska, EE.UU. (AP) — Cuando los presidentes estadounidense Donald Trump y ruso Vladímir Putin se encuentren en Alaska el viernes, será el episodio más reciente en la larga historia del 49º estado de Estados Unidos con Rusia… y con las tensiones internacionales.
Los comerciantes de pieles siberianos llegaron desde el otro lado del mar de Bering en la primera parte del siglo XVIII, y la huella del asentamiento ruso perdura en Alaska. El edificio más antiguo de Anchorage es una iglesia ortodoxa rusa, y muchos nativos de Alaska tienen apellidos rusos.
Ambos países están tan cerca — la isla Diómedes Menor de Alaska, en el estrecho de Bering, está a menos de 5 kilómetros (3 millas) de la Diómedes Mayor de Rusia — que la exgobernadora Sarah Palin no se equivocó durante su campaña presidencial de 2008 cuando dijo: “De hecho, se puede ver Rusia desde tierra firme aquí en Alaska”, aunque el comentario provocó bromas sobre hasta dónde llegaba su experiencia en política exterior.
Alaska es territorio estadounidense desde 1867 y, desde entonces, ha sido escenario de la única batalla de la Segunda Guerra Mundial en suelo estadounidense, un foco de tensiones durante la Guerra Fría, y sede de encuentros ocasionales entre gobernantes estadounidenses y de otros países.
Este es un vistazo a la historia de Alaska con Rusia y en el escenario internacional:
Los comerciantes de pieles establecieron centros estratégicos en Sitka y en la isla Kodiak. La población rusa en Alaska nunca superó los 400 colonos permanentes, según la Oficina del Historiador del Departamento de Estado de Estados Unidos.
Los colonos rusos forzaron brutalmente a los nativos de Alaska a capturar nutrias marinas y otros mamíferos marinos por sus pieles, explicó Ian Hartman, profesor de historia de la Universidad de Alaska, campus de Anchorage.
“Fue una relación donde los rusos dejaron claro desde el principio que no se trataba realmente de un patrón de asentamiento a largo plazo, sino más bien de un patrón de extracción a corto plazo”, agregó Hartman.
Mientras tanto, los misioneros ortodoxos rusos bautizaron a unos 18.000 nativos de Alaska.
Para 1867, las nutrias habían sido cazadas casi hasta su extinción y Rusia estaba en bancarrota tras la Guerra de Crimea. El zar Alejandro II vendió Alaska a Estados Unidos por el bajo precio de 7,2 millones de dólares, sabiendo que Moscú no podría defender sus intereses en Alaska si Washington o Londres intentaban apropiársela.
Los escépticos se refirieron a la compra como “la locura de Seward”, en referencia al secretario de Estado estadounidense William H. Seward. Eso cambió cuando se descubrió oro en la región del Klondike, en 1896.
En el siglo XX, Estados Unidos se percató de la importancia estratégica de Alaska. Durante la Segunda Guerra Mundial, la isla de Attu — la más occidental de la cadena de las islas Aleutianas, y más cercana a Rusia que a territorio continental de Norteamérica — fue tomada por las fuerzas japonesas. Las labores para recuperarla en 1943 se conocen como la “batalla olvidada” de dicho conflicto bélico.
Durante la Guerra Fría, los líderes militares temían que los soviéticos pudieran atacar a través de Alaska, al sobrevolar el Polo Norte para lanzar armas nucleares. Entonces construyeron una cadena de sistemas de radar conectada a un sistema de misiles antiaéreos.
La cumbre del viernes se llevará a cabo en la Base Conjunta Elmendorf-Richardson, en Anchorage. La base fue crucial para contrarrestar a la Unión Soviética durante la Guerra Fría, y aún alberga escuadrones de aeronaves clave que interceptan aeronaves rusas cuando invaden el espacio aéreo estadounidense.
Las fuerzas armadas construyeron gran parte de la infraestructura en Alaska, incluidas carreteras y algunas comunidades, y su experiencia en la construcción sobre permafrost fue útil posteriormente para las empresas privadas que perforaron en busca de petróleo y construyeron el Sistema de Oleoducto Trans-Alaska (TAPS, por sus siglas en inglés).
El año pasado, el Pentágono indicó que Estados Unidos debía invertir más para modernizar los sensores, las comunicaciones y las tecnologías de defensa aérea en el Ártico con el fin de seguirle el ritmo a China y Rusia, y envió a unos 130 soldados a una remota isla de las Aleutianas ante el aumento de aviones y buques militares rusos que se aproximaban a territorio estadounidense.
Putin será el primer mandatario ruso en hacer una visita, pero otros personajes destacados lo han precedido.
El emperador japonés Hirohito hizo una parada en Anchorage antes de partir a Europa en 1971 para reunirse con el presidente estadounidense Richard Nixon, y en 1984, miles de personas acudieron para ver al presidente Ronald Reagan y al papa Juan Pablo II reunirse en el aeropuerto de Fairbanks.
El presidente Barack Obama visitó el estado en 2015, convirtiéndose en el primer mandatario estadounidense en funciones en pisar al norte del círculo polar ártico, en un viaje para visibilizar los peligros del cambio climático.
El gobernador Bill Walker recibió al presidente chino Xi Jinping en el aeropuerto de Anchorage en 2017, y luego lo guio por un breve recorrido por la ciudad más grande del estado.
Cuatro años después, Anchorage fue escenario de un encuentro menos cordial, cuando altos funcionarios estadounidenses y chinos mantuvieron dos días de tensas conversaciones en su primer encuentro en persona desde que el presidente Joe Biden asumió el cargo dos meses antes.
El sentir hacia Rusia en Alaska se ha enfriado desde que Putin invadió Ucrania en 2022. La Asamblea de Anchorage votó unánimemente para suspender su relación de tres décadas como ciudad hermana con Magadán, Rusia, y la Asamblea de Juneau envió una carta a Vladivostok, su ciudad hermana, en la que expresaba su preocupación.
El grupo Stand Up Alaska, una organización sin fines de lucro con la misión de defender la justicia social, ambiental y económica, organizó protestas contra Putin el jueves y el viernes.
Dimitry Shein, quien se postuló sin éxito para el único escaño de Alaska en la Cámara de Representantes de Estados Unidos en 2018, huyó de la Unión Soviética a Anchorage con su madre en la década de 1990.
Rusia y Estados Unidos “se están empezando a parecer más y más”, expresó.
Muchos observadores han planteado que llevar a cabo la cumbre en Alaska transmite un mensaje simbólico negativo.
“Es fácil imaginar que Putin argumente durante sus reuniones con Trump: ‘Bueno, mira: los territorios pueden cambiar de manos'”, expresó Nigel Gould-Davies, exembajador británico en Bielorrusia e investigador sénior del International Institute for Strategic Studies, un grupo de investigación sobre seguridad internacional, riesgos políticos y conflictos militares con sede en Londres. “Nosotros les dimos Alaska a ustedes. ¿Por qué Ucrania no puede darnos una parte de su territorio?”.
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Johnson informó desde Seattle. Los periodistas de The Associated Press Ed White, en Detroit, y Emma Burrows, en Londres, contribuyeron a este despacho.
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Esta historia fue traducida del inglés por un editor de AP con la ayuda de una herramienta de inteligencia artificial generativa.
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