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El 16 de agosto resalta en el calendario global por celebrar el Día Mundial del Ron. Para entender la trascendencia de esta conmemoración en la coctelería mundial, es necesario explorar su historia.
Hacia 1650, los habitantes de las Indias Occidentales iniciaron pruebas con la caña de azúcar, intentando extraer alcohol mediante su fermentación. Esta zona es la que hoy identificamos como la Cuenca del Caribe. El proceso tomó un giro importante cuando comenzaron a destilar ese alcohol de forma más refinada, dando lugar al ron que conocemos en la actualidad. Este destilado pronto ganó relevancia estratégica, empleándose incluso en negociaciones políticas de la época e, incluso, como herramienta de persuasión.
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El añejamiento del ron es un proceso particularmente delicado y complejo. Más allá del tiempo en barrica, el tipo de barril empleado es esencial. Se usan barriles de roble que antes contuvieron whisky de malta, bourbon o jerez. Posteriormente, maestros roneros, expertos en la materia, mezclan los rones añejos con el propósito de crear destilados únicos y complejos, buscando siempre el equilibrio ideal entre sabores y aromas.
En la actualidad, esta bebida se produce en más de 60 países. Aunque las normativas sobre su producción son diversas y no muy rígidas, hay un principio clave que todos deben seguir: el ron se obtiene de la destilación de un mosto fermentado de jugos o melaza de caña de azúcar. De esta forma, sin importar el país o la región, al degustar un ron, se participa de una tradición que ha superado siglos y sigue presente hoy, a pesar de la aparición de nuevas bebidas y cócteles.
-22 mililitros de almíbar de apio y anís estrellado.
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