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Todos anhelamos que el encuentro de hoy en la capital de Alaska entre el presidente estadounidense Donald Trump y el ruso, Vladimir Putin, culmine con una clara visión de cómo podría finalizar esta guerra que ya lleva dos años y cinco meses.
Los dos mandatarios han sido claros al expresar que hoy no habrá acuerdos, sino conversaciones concisas que tracen la ruta para alcanzar la paz anhelada. Después, se celebraría otra reunión, incluyendo a ambos líderes y al presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski.
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Siempre se ha dicho que cuando Rusia inició esta guerra, en febrero de 2022, lo hizo convencida de que su poderío sometería a los ucranianos en poco tiempo. Pero una vez más se confirmó el viejo dicho de los estrategas de los conflictos bélicos: a la guerra se entra con la certeza del inicio, pero sin saber cuándo terminará.
Parece que Rusia no anticipó el apoyo, casi manifiesto, que Estados Unidos brindaría a Ucrania. A día de hoy, se puede afirmar que la guerra Rusia-Ucrania es, en realidad, un enfrentamiento entre Rusia y Estados Unidos.
Rusia admitió ayer que Estados Unidos se ha involucrado directamente en la búsqueda de una solución para este doloroso conflicto que ha causado muertes, heridos y la destrucción de infraestructuras portuarias y energéticas.
Toda guerra representa una derrota para la humanidad. Es una anomalía que demuestra la incapacidad de los gobernantes para recurrir a la diplomacia en la resolución de conflictos. Por ello, los países deben hacer todo lo posible para evitarlas y, en cambio, buscar la paz.
Rusia, Ucrania, los 27 países de la Unión Europea, Estados Unidos y el resto del mundo necesitamos que este conflicto termine.
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