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Recientemente, la instalación de la escultura “La Chaise Adulte” del maestro Iván Tovar en la explanada del Museo de Arte Moderno (MAM) de Santo Domingo ha provocado una polémica feroz en redes sociales y medios. La pieza, parte de la exhibición “El retorno de Tovar”, se presentó en una ceremonia concurrida por figuras del arte y la cultura.
Lo que para algunos era un aporte valioso para la comunidad y la bienal, se transformó en un foco de protestas con poca sutileza y sentido común. La objetividad se perdió, y los resentimientos internos afloraron, desatando comentarios llenos de ira. Estos reflejan su interior, no el de Lacan.
La innovación de una obra de arte exquisita fue el catalizador para la explosión de críticas, canalizando muchos dolores y carencia de valores. Se atacó a personas e instituciones que han apoyado el arte dominicano como filosofía de vida.
Hay maneras de expresar desacuerdo, y estas revelan mucho sobre quien las emite; la delicadeza y la decencia brillaron por su ausencia, el diálogo se degradó.
La definición de museo según el ICOM es: “Una institución permanente, sin fines de lucro y al servicio de la sociedad, que investiga, colecciona, conserva, interpreta y exhibe el patrimonio tangible e intangible. Abiertos, accesibles e inclusivos, los museos fomentan la diversidad y la sostenibilidad. Con la participación de las comunidades, los museos operan y se comunican de manera ética y profesional, ofreciendo experiencias variadas para la educación, el disfrute, la reflexión y el intercambio de conocimientos.”
La triste interrogante es: ¿qué tan lejos estamos de la civilización, el humanismo y la educación?
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