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La idea de que el cuerpo detiene la quema de calorías al dormir es un mito desmentido. Si bien la actividad física se reduce, el metabolismo continúa trabajando, llevando a cabo funciones esenciales como la reparación celular y la producción hormonal.
Expertos aseguran que el aumento de peso no está ligado al momento en que se ingieren los carbohidratos, sino al balance calórico diario y al tipo de carbohidrato consumido. Los carbohidratos complejos — como la avena, el arroz integral y las legumbres — incluso pueden mejorar la calidad del sueño al facilitar la producción de serotonina.
Para quienes practican ejercicio físico por la tarde, consumir carbohidratos por la noche puede ser ventajoso. Ayudan a reponer el glucógeno muscular y a facilitar la recuperación. No obstante, si el día ha sido sedentario, el exceso de carbohidratos podría transformarse en grasa.
Los especialistas aconsejan evitar carbohidratos simples y refinados antes de dormir, como el pan dulce, galletas o refrescos, ya que pueden causar picos de glucosa y perturbar el sueño.
En resumen: Comer carbohidratos en la noche no es perjudicial por sí mismo. Lo crucial es el tipo de carbohidrato, la cantidad y la situación personal. La ciencia refuta el mito y abre paso a una alimentación más flexible y consciente.
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