Entretenimiento

Escapada Rápida: Jarabacoa en dos jornadas

8834083925.png
Recorrimos las calles cantando, bailando y tocando el güiro, envueltos en el ambiente festivo.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

Para el viajero que busca relajarse, la combinación de montaña y río es el destino ideal.

Jarabacoa, conocida como “la ciudad de la eterna primavera”, es uno de los destinos preferidos por quienes buscan combinar naturaleza y aventura, y escapar del calor.

El paisaje montañoso y los ríos cristalinos reflejan la belleza del Caribe. Apenas aterrizamos en Santo Domingo desde San Juan, Puerto Rico, cuando ya estábamos planeando la ruta hacia las montañas.

Sólo teníamos dos días para explorar todo lo que este rincón verde en el corazón de la República Dominicana tiene para ofrecer. Antes de la escapada, compartimos un brunch familiar en el Club Deportivo Naco.

Por la noche el ritmo cambió con una divertida reunión en Búho, un bar de karaoke en Los Prados, donde entre canciones, risas, tragos y picadera despedimos con alegría nuestro primer día en tierra dominicana.

Al día siguiente comenzaban nuestras 48 horas en Jarabacoa. Salimos al mediodía, rumbo a la provincia de La Vega, con botellas de agua y sándwiches listos para el camino.

Tras dos horas de carretera y una subida serpenteante por estrechas calles de montaña, llegamos a nuestro alojamiento donde nos recibió una brisa fresca y unas vistas impresionantes.

El tiempo era limitado, así que decidimos aprovechar el día y nos dirigimos al centro del pueblo, donde encontramos pura energía. El ambiente de bulliciosa música provenía de unos coloridos carritos turísticos, llamados “bonche bus”, decorados al estilo “tiki”, inspirado por la cultura polinesia, y de la gente que llenaba las calles.

No resistimos la tentación y subirnos a un bonche bus. Recorrimos las calles cantando, bailando y tocando el güiro, envueltos en el ambiente festivo. Culminamos con una foto grupal en el letrero de Jarabacoa.

Nuestra siguiente parada fue un clásico imperdible de esta ciudad: el local de Helados Ivón, en la calle Hermanas Mirabal, una calle sombreada por parasoles colgantes. Con más de 30 años de antigüedad, esta heladería es casi una institución en la zona. Mis acompañantes eligieron sabores variados, pero yo opté por el infalible coco.

El frescor del helado y la dulzura natural del coco fue un bálsamo perfecto para mitigar el calor de la tarde. Con los helados en mano, paseamos por el cercano Parque Duarte antes de regresar al campo para cerrar la jornada entre conversaciones acompañados por el atardecer.

Al día siguiente, el clima cálido y el cielo despejado nos invitaron a explorar un tesoro natural de la zona: el río Camú, a solo unos minutos de nuestro alojamiento. Después de desayunar, empacamos lo esencial y bajamos en camioneta zarandeada por el estado del camino.

Al llegar, teníamos el río solo para nosotros. El agua estaba fría y cristalina, y la corriente suave nos masajeaba bajo las copas de los árboles. Disfrutamos de unas horas idílicas en la naturaleza. Antes de irnos, admiramos una vez más la belleza del río y tomamos fotos para inmortalizar el recuerdo. Fue en ese refugio natural donde comprendimos por qué Jarabacoa es un destino tan especial.

Nuestra estancia aquí fue corta pero suficiente para enamorarnos de su esencia. Apenas vimos una pequeña parte de este municipio, pero ya extrañamos el olor de las hojas, la brisa matutina, el canto de los pájaros y el sonido de los grillos por la noche.

Sabemos que Jarabacoa tiene mucho más para ofrecer: desde senderismo hasta rafting en el río y parapente. Apenas rozamos la superficie de lo que este paraíso tiene reservado y no podemos esperar para volver y descubrir más rincones de esta joya dominicana.

TRA Digital

GRATIS
VER