Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.
España está en llamas por todas partes. La combinación de despoblación, falta de cuidado del mundo rural, las condiciones que favorecen el fuego en muchas zonas boscosas y los efectos del cambio climático conforman el escenario perfecto para la tríada letal: más de 30 grados de temperatura, humedad por debajo del 30% y vientos de más de 30 kilómetros por hora. Los incendios de sexta generación, producto de la crisis climática, extremadamente virulentos y muy difíciles de controlar, han expulsado de sus hogares en pocos días a más de 5.000 personas que no saben qué encontrarán al regresar, ya han costado tres víctimas mortales y han devastado 115.000 hectáreas. El costo es aún incalculable, si es que alguien puede poner precio a las vidas perdidas, a las casas y parajes destruidos y al miedo, la incertidumbre y la angustia de los afectados. Cuando alguien diga que invertir para combatir el cambio climático es caro, pregúnteles: ¿Cuánto cuesta no hacerlo?
En estos momentos trágicos, los responsables políticos se juegan mucho. Su liderazgo depende de si han sido capaces de comprender la magnitud de la tragedia y tomar las riendas, o por el contrario, esconderse tras una red social o bajo una disputa competencial. Esto no se trata de competencias, sino de ser competentes. Un momento crucial para que la política recupere la confianza de la ciudadanía o, por el contrario, dé pie a ese lema, antaño revolucionario y hoy corrosivo para la democracia, de que “sólo el pueblo salva al pueblo”.
Mientras los fuegos se multiplican, los trenes se cancelan y el miedo se extiende a la misma velocidad que las llamas, vemos a responsables políticos lanzando dardos en Twitter y a otros encontrando la enésima excusa para pedir la dimisión del Gobierno de España. Quizá crean que así cohesionan a los suyos, pero no se dan cuenta de que se olvidan del resto. En tragedias como esta, como la dana, como el volcán de La Palma, o como la pandemia, quienes nos gobiernan deben demostrar que han entendido su responsabilidad. Estar presentes en las zonas afectadas es más que un símbolo, es estar donde se necesita.
Además, deben tener presente que la distribución de competencias no se inventó para echarse las culpas unos a otros, sino para coordinar funciones que combinen el conocimiento del territorio con la visión global y los recursos de la Administración General del Estado.
Los liderazgos en estos momentos se demuestran suspendiendo comidas, viajes y vacaciones. Asumiendo el liderazgo de un operativo político que reúna a responsables del Gobierno de España y de los gobiernos autonómicos, combinando comités políticos con otros técnicos, e informando con detalle sobre cómo evoluciona la situación. Sin olvidar que, cuando las llamas se apaguen, será el momento de prevenir las siguientes. Ningún presidente de comunidad autónoma afectada, ni el presidente de España tienen ahora mismo una urgencia mayor.
La crisis climática nos traerá más episodios como este de forma más frecuente y con mayor intensidad. Esto obliga a replantear los planes de prevención y gestión, a aumentar las dotaciones, a dignificar las condiciones laborales de los forestales con plantillas estables y en formación continua, y a reforzar los planes de gestión forestal.
Los incendios del próximo verano se deberán prevenir este invierno. Los liderazgos políticos se construyen o se destruyen día a día y no entienden tanto de competencias, como de competentes.
Agregar Comentario