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Haití, el narcotráfico y un gran problema con EE. UU

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En sus propias palabras, ahora mismo el 90% del sur haitiano, cercano a República Dominicana, está en poder de las pandillas.

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Las destacadas capacidades como orador del presidente Luis Abinader, quien como gobernante goza del merecido renombre de estar siempre dispuesto a responder preguntas periodísticas, sin evadir temas ni omitir detalles, se manifestaron ayer ante sus anfitriones en el almuerzo del grupo de Comunicaciones Corripio, tocando una variedad de temas de interés nacional contenidos en la doble página 8 y 9 de esta edición. De ellos, cabe enfatizar en este breve espacio sus precisas, oportunas y persuasivas aclaraciones: lo que le preocupa como problema con Haití no es la penetración descontrolada, irregular e ilegal de sus habitantes, sino lo que implica para la seguridad nacional el terror de las bandas que dominan gran parte de su territorio, del cual –a nuestro parecer– solo falta que tomen por completo Puerto Príncipe. En sus propias palabras, ahora mismo el 90% del sur haitiano, cercano a República Dominicana, está en poder de las pandillas.

Por otra parte, la fuerza expansiva del narcotráfico, interesado en la estratégica posición caribeña de este país, sigue de proeza en proeza al traficar, un desafío que las autoridades nacionales enfrentan crucialmente propinándole derrotas, sin dejar de ser uno de los mayores retos para el Estado, al tratarse de una estructura mafiosa con recursos e ingenio inagotables que innova continuamente para evadir controles. El presidente Luis Abinader abordó también, con cautela, el trascendental y crucial caso para el futuro inmediato de las exportaciones dominicanas y las reservas de divisas planteado por las ofensivas arancelarias de Estados Unidos, y resaltó que en este momento República Dominicana busca un acuerdo con la administración del presidente estadounidense, Donald Trump, para la fijación definitiva de una tarifa aduanera para las mercancías de este origen, que por ahora solo llega al 10% y que, aun siendo gravosa, parecería un mal menor comparado con la dura postura de EE. UU. hacia el resto de los países. Opción: proseguir las negociaciones con cautela y con esperanzas en gestos de buena voluntad de la Casa Blanca, que ya ha habido.

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