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JB: persona e identidad ficticia

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Mucha gente, incluso algunos con educación, utiliza la palabra "personaje" para referirse a gente destacada o relevante.

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Mucha gente, incluso algunos con educación, utiliza la palabra “personaje” para referirse a gente destacada o relevante. Prefiero guardar ese término para un ser producto de la fusión entre realidad y fantasía, que suele sobrepasar su arquetipo e incluso a su creador.

Hay individuos que actúan como personajes. Joaquín Balaguer es un ejemplo. Algunos escritores lo han incorporado en la ficción. En la novela “Residuos de sombra” (1997), de mi creación, aparece el presidente Baralt, que actúa bajo el amparo del Generalísimo Del Averno.

Por su manera de hablar y su habilidad para encubrir la verdad, ciertos lectores han identificado al doctor Balaguer en este personaje. En esta obra, la caracterización del personaje se basa en su estilo retórico y, evidentemente, en su posición como presidente de la República bajo la influencia de un ser superior, el Jefe.

La madre de un preso político, a quien el presidente Baralt había tenido en brazos siendo niño, acudió a él para solicitarle permiso para entrar en las cárceles a buscar a su hijo, ya que no recibía información fiable sobre su paradero. La respuesta del presidente fue la siguiente:

“Usted sabe, señora, que quien le habla no puede ser indiferente ante las preocupaciones, por otra parte, loables, de una madre que busca saber dónde está su hijo, sustraído por fuerzas ignotas y tal vez con propósitos inconfesables…

“…Tenga la certeza de que comprendemos que, de todos los sentimientos que puede experimentar un ser humano, de un extremo al otro del universo, el amor materno destaca sobre todos los demás, porque es el único que no se corrompe y el único que soporta todas las pruebas que imponen las fluctuaciones de la naturaleza humana”.

Y continuó:

“Es comprensible que de su espíritu afligido surjan emociones que arrastran, como un río turbio, sedimentos de amargura y pesimismo. Pero es necesario sobreponerse, como Judith frente a Holofernes, temido por muchos hombres y vencido por esa valiente hija de Eva que, armada con una espada y una gran dosis de optimismo, entregó al pueblo de Israel la cabeza del jefe asirio, que antes se mostraba orgulloso y altanero ante varios ejércitos…”

El presidente fue interrumpido por un capitán del Ejército, quien le hizo gestos indicándole que fuera a la oficina del Generalísimo. La mujer se quedó sola.

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