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Santo Domingo.- Las velas se apagaron, algunos carteles están tirados. Solo unas cuantas flores frescas adornan la acera que fue la entrada a la discoteca Jet Set.
Hoy se cumplen cuatro meses del derrumbe del techo del centro de entretenimiento, donde fallecieron 236 personas y más de 180 resultaron heridas durante un concierto de Rubby Pérez, también fallecido.
Aunque el sitio no estaba del todo desierto, el ambiente era de luto. Una misa fue celebrada en la explanada del antiguo local, encabezada por el padre Rogelio Cruz, quien clamó por justicia para las víctimas.
“Nos comprometemos a estar aquí todos los días 8 de cada mes, exigiendo justicia”, declaró el sacerdote antes de la eucaristía.
A juicio del religioso de la Diócesis Padre Montesinos, la respuesta de la justicia dominicana no está a la altura de la magnitud de la tragedia del pasado 8 de abril.
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“Nos engañaron diciendo que fueron 230; los congelaron ahí, los negociaron, pero fueron muchos más. Frente a esa tragedia que enlutó este país, nosotros estaremos cada día 8 por aquí durante un primer año, y si hay que seguir, seguimos. Solicitamos: que este lugar se convierta en un mausoleo”, expresó.
Mientras el padre Rogelio hablaba con la prensa, miembros de la Policía Nacional grababan su intervención. El sacerdote se mostró molesto.
“A mí no me graben, Policía, yo no soy ningún delincuente. Ustedes saben dónde están todos los delincuentes de este país”, exclamó, antes de invitar a los agentes a unirse a la misa y “entregar sus corazones a Jesús”.
Lo que fue un lugar de fiesta se convirtió en escenario de horror. El establecimiento, propiedad del empresario Antonio Espaillat, quedó marcado por la tragedia. Una noche de alegría se convirtió en pesadilla.
Durante el acto de conmemoración, el padre Rogelio reiteró que el lugar debería ser demolido para levantar allí un mausoleo donde los dolientes puedan rendir homenaje a las víctimas.
Leonardo Suero, uno de los asistentes a la misa, expresó que tanto Antonio como Maribell Espaillat “están presos en sí mismos, porque no pueden ir ni a un restaurante y no se sienten libres por esta catástrofe. Aunque esta justicia y este gobierno los han tratado bien, la llama del infierno los espera”.
Dijo estar de acuerdo con la construcción del mausoleo, pero señaló que lo más importante es todo lo que se ha silenciado.
“Esperamos por los 236. Antonio Espaillat no debe seguir sonriendo, ni seguir comiendo a las 12 del mediodía frente a sus familiares mirándoles a los ojos, porque esta sociedad es la verdadera cómplice. Si hubieran sido personas sin nombre, estarían presos. Pero de su alma… él siente un vacío, porque la sangre de esos muertos lo va a perseguir siempre”, sentenció.
Ángela Castillo, antigua integrante de la junta de vecinos, también respaldó la idea del mausoleo, aunque pidió que se haga de forma cerrada, “por ciertas cosas que se conocen y que prefiero no mencionar”.
“Viví ese momento. Soy parte de las personas que quieren que se construya el mausoleo, pero que lo hagan cerrado”, dijo.
El dolor sigue presente. La justicia, ausente. Y la promesa de regresar cada día 8 se mantiene como el único compromiso firme en medio del silencio.
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