Salud

La salud mental de los niños y las redes sociales: peligros concretos y respuestas basadas en la ciencia

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La creciente presencia de redes sociales en la vida infantil plantea interrogantes importantes para su salud mental.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

La creciente presencia de redes sociales en la vida infantil plantea interrogantes importantes para su salud mental. Distintos metaanálisis y revisiones sistemáticas han hallado vínculos entre el uso intenso de redes sociales y mayores niveles de ansiedad, depresión y estrés en menores de edad. Un estudio extenso publicado en 2023 en la revista JAMA Pediatrics, que analizó a más de 50,000 adolescentes, encontró que aquellos que pasaban más de 3 horas diarias conectados mostraban un aumento moderado en síntomas depresivos y en pensamientos de autolesión, en comparación con quienes usaban menos de una hora. Aunque la causalidad no está totalmente establecida, la evidencia sugiere que la exposición constante a comparaciones sociales, ciberacoso y la alteración del sueño pueden empeorar la salud emocional.

La calidad de la experiencia en redes sociales también importa. Investigaciones señalan que no solo la cantidad de tiempo, sino la naturaleza del uso, determinan el impacto. Un estudio publicado en Nature Human Behaviour en 2022 demostró que el uso pasivo (desplazarse sin interactuar) se asocia con un menor bienestar subjetivo y mayores niveles de envidia social, mientras que el uso activo (comentar, conversar) puede estar ligado a beneficios sociales si se mantiene dentro de límites saludables. Igualmente, la exposición a contenido inapropiado, noticias alarmistas o relatos de consumo ostentoso puede contribuir a la ansiedad y a la percepción distorsionada de la realidad, afectando la autoestima y el sueño.

En términos de daños cuantificables, los datos varían según edad, género y contexto sociocultural. Un estudio de 2021 en el Journal of Adolescent Health reportó que aproximadamente un 25-30% de adolescentes que reportaron uso excesivo de redes (más de 4 horas diarias) también presentaron síntomas clínicamente significativos de ansiedad y depresión, frente a un 10-15% en usuarios moderados.

En cuanto al sueño, investigaciones señalan que la presencia de pantallas cercanas a la hora de dormir se asocia con una reducción de la duración del sueño de 20 a 60 minutos en promedio, y con una menor calidad del sueño, lo cual agrava el estado emocional y la regulación conductual. Es importante recalcar que estos porcentajes se expresan como asociaciones y no como causalidad definitiva, dada la complejidad de los factores en juego (historia familiar, apoyo social, salud física, entre otros).

El impacto en grupos vulnerables es especialmente relevante. Niños con depresión previa, antecedentes de acoso o menos apoyo familiar pueden experimentar efectos más intensos ante la exposición constante a redes. Un informe de la American Academy of Pediatrics subraya que las intervenciones enfocadas en el fortalecimiento de habilidades de afrontamiento, la educación mediática y el establecimiento de límites claros suelen reducir la vulnerabilidad y mejorar el bienestar emocional.

En este contexto, la alfabetización digital — entender cómo funciona la plataforma, reconocer dinámicas de engaño y gestionar la presencia en línea — se convierte en una competencia de salud pública.

1- Establecer límites y hábitos saludables: acordar tiempos de uso, evitar pantallas durante las comidas y al menos 1 hora antes de dormir, y promover actividades no digitales como ejercicio, lectura o juegos en familia. Utilizar herramientas de control parental que se enfoquen no sólo en el tiempo, sino en el tipo de contenido.

2- Fomento de habilidades de resiliencia y alfabetización digital: enseñar a identificar noticias falsas, reconocer la presión de la comparación y practicar respuestas asertivas ante comentarios negativos o acoso. Promover conversaciones abiertas sobre experiencias en redes y asegurar que los niños sepan a dónde acudir si se sienten inseguros.

3- Fortalecer redes de apoyo y comunicación: mantener canales de confianza con padres, cuidadores y docentes. Crear espacios semanales para hablar de emociones, con normas claras de respeto y empatía. Si persisten síntomas de ansiedad o depresión, buscar evaluación profesional y considerar intervención psicológica temprana.

En conclusión, las redes sociales presentan beneficios potenciales para la socialización y el acceso a información, pero también riesgos significativos para la salud mental de los niños cuando se usan de forma excesiva o inapropiada. La clave reside en un enfoque preventivo y proactivo que combine límites razonables, educación digital y apoyo emocional, con la intervención profesional cuando sea necesario.

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