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¡Lawrence! – ¡Uy!, ¡ay!, ¡el extranjero, el extranjero, allá viene el gringo…!

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Estados Unidos (principalmente Nueva York y Puerto Rico) es el principal emisor de estas partidas; representan el 80.3% de los flujos formales de remesas en diciembre.

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En Nueva York, hogar de aproximadamente 4.5 millones de inmigrantes de diversas naciones, ocupa la quinta posición con más emigrantes entre las urbes de Estados Unidos, superada por California (10.6 millones), Texas (5.5 millones), Florida (5 millones y Nueva Jersey (2.3 millones).

Sucede que, en la corriente de este palpitante movimiento migratorio, la República Dominicana “es el país de origen con la mayor cantidad de inmigrantes” que reside en la icónica y atractiva ciudad norteamericana, seguida por México, Ecuador y Colombia.

Según el alcalde Eric Adams, “Nueva York ha recibido a unos 200,000 inmigrantes en los últimos dos años”. “La población inmigrante -aclara la Oficina del Alcalde para Asuntos de Inmigrantes- contribuye “con más de $230 mil millones de dólares al producto interno bruto de la ciudad”.

De esos recursos generados por la diáspora, es notable que los dominicanos realizan significativas contribuciones y participan activamente en la consolidación de la muy dinámica economía de esta metrópoli, Nueva York, la ciudad que “nunca duerme”, “la capital del mundo” y considerada, también, la “tercera ciudad de República Dominicana”, después, por supuesto, de Gran Santo Domingo y Santiago de los Caballeros.

La diáspora envió un total de 10 mil 756 millones de dólares en remesas a República Dominicana en el año 2024, lo cual según afirma el Banco Central, “representa un incremento respecto al año 2023” (unos 598.8 millones de dólares, 5.9%). Ese monto, a su vez, “tiene impacto en el consumo, la inversión y el financiamiento de sectores vulnerables del país”.

De acuerdo al informe del Banco Central, “los flujos de remesas alcanzaron los US$6,874.5 millones entre enero y julio de 2025”. A pesar de la imposición de un nuevo impuesto del 5% por parte de la administración del presidente Donald Trump.

Sin embargo, esta afluencia de remesas es una fuente importante de ingresos para el país, ya que genera un efecto multiplicador en la economía. Estados Unidos (principalmente Nueva York y Puerto Rico) es el principal emisor de estas partidas; representan el 80.3% de los flujos formales de remesas en diciembre. Otras fuentes son España, Italia, Haití, Suiza, Canadá y Panamá.

En Estados Unidos residen más de 2,4 millones de dominicanos. Por lo tanto, es creíble que la mayoría de las remesas que ingresan al país provengan de Nueva York, donde se calcula que “viven más de 700,000 dominicanos”, casi la mitad en El Bronx. Estos dominicanos residen principalmente en áreas como Washington Heights, conocida como la Pequeña República Dominicana, y el Bronx (29% de los habitantes de esa zona neoyorquina).

En cuanto a la cultura, los dominicanos han dejado un legado en Nueva York, donde ya es habitual escuchar y disfrutar del merengue en todas sus modalidades, así como otras expresiones del ser dominicano.

La población dominicana ha desplazado a otros grupos de inmigrantes, convirtiéndose en la “cuarta población latina más numerosa de la ciudad y que ha contribuido a su diversidad y dinamismo”.

No fue “por amor al arte” que el alcalde Adams anunció que su asombrosa ciudad hará los arreglos necesarios para acoger a partir del próximo año el Desfile Dominicano en la Quinta Avenida de Manhattan, un privilegio pocas veces concedido a grupos minoritarios de inmigrantes.

El pasado fin de semana Nueva York fue testigo de la más grande manifestación cultural y del fervor, la alegría y el entusiasmo de miles de dominicanos que celebraron el domingo la edición número 43 del Desfile Dominicano en la Sexta Avenida, también llamada avenida de Las Américas.

La presencia de dominicanos en el extranjero, especialmente en Nueva York, es un reto que debe ser estudiado y gestionado con inteligencia por nuestras autoridades, para que siga contribuyendo no solo a la ciudad que generosamente nos acoge, sino a toda la estructura económica, política y social de la gran nación del Norte.

Pero a veces, algunos migrantes dominicanos y de otros países, después de duros esfuerzos e inmensos sacrificios para trasladarse a Estados Unidos, particularmente a la emblemática metrópoli de Nueva York, terminan no sintiéndose a gusto, por varias razones, en esta inmensa y avasalladora ciudad.

Algunos de los que logran viajar a esta ciudad la extrañan. Otros, en cambio, se quedan allí por razones de fuerza mayor, por orgullo, problemas económicos o por los compromisos que dejaron en su querida Quisqueya.

El tema es recurrente entre los conversadores, en el sentido de que según se dice, si se abren las puertas para que todo el mundo pueda irse a Nueva York, nuestro país se quedará vacío. “Se va hasta el gato”, se enfatiza en las charlas entre amigos.

Los chistes de Felipe Polanco (Boruga) y Luisito Martí fueron muy populares hasta el punto de que marcaron una época entre dominicanos y extranjeros. Las hilarantes bromas que hacían los galardonados, y muy valorados y apreciados, el humorista Boruga, y el siempre bien laureado actor, humorista, músico y productor de cine y televisión, el fallecido Luisito Martí, se fundamentaban en esos deseos casi obsesivos de los dominicanos por viajar a Nueva York.

– ¿Qué no has ido a Nueva York? ¡Uuuhhh…pero bueno muchacho, no estás en este mundo…!, eran algunas de las expresiones atribuibles a Polanco, las cuales utilizaba para reforzar en sus chistes la aspiración de los criollos por viajar a esta icónica ciudad.

Entre esos muchos dominicanos estaba Lorenzo, un reputado y valorado profesional de las cámaras de televisión que fue, o tal vez el camarógrafo principal del equipo de prensa que acompañó al difunto presidente Antonio Guzmán en la Presidencia de la República.

Tras la muerte del presidente Guzmán y la asunción del poder del doctor Salvador Jorge Blanco por el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), Lorenzo fue desvinculado como camarógrafo del Palacio Nacional, optando entonces por emigrar, como muchos otros, a la ciudad de Nueva York, en busca de una vida mejor.

En aquel entonces, no era fácil conseguir trabajo de inmediato para los inmigrantes, especialmente si no hablaban inglés ni tenían una carrera académica. En su búsqueda de empleo, Lorenzo consiguió uno en un laboratorio de procesamiento de sangre o banco de sangre, “una instalación donde se recolecta, analiza, procesa y almacena la sangre y sus componentes para uso en transfusiones y otros procedimientos médicos”.

Lorenzo tuvo en aquel lugar un jefe directo, Mr. Smith, un estadounidense, obvio, que era una especie de supervisor de la higiene y limpieza del laboratorio. Smith tenía la responsabilidad de conseguir y mantener una estricta limpieza, asegurarse de que existiera una pulcritud de excelencia en el manejo de la sangre en el laboratorio. Y eso lo transfería en exigencias a sus subordinados, entre ellos Lorenzo.

-“Míster Smith me tenía harto, no tenía sosiego”, expresó Lorenzo mientras narraba su experiencia como empleado del banco de sangre. Agregó que su supervisor lo llamaba con insistencia durante el horario de trabajo para que limpiara las cuatro esquinas del centro, incluso en lugares donde ya había aseado.

-¡Lawrence! ¡Lawrence! Ven a limpiar aquí Lawrence”, expresaba el supervisor gringo en un español casi ininteligible. Lorenzo tomó la decisión de marcharse, pero los demás compañeros que le habían tomado cariño le aconsejaban que no se fuera, que le sería difícil conseguir otro trabajo.

Una noche, Lorenzo, ya cansado de tanto trabajo, llegó al pequeño cuarto donde vivía alquilado y se lanzó en su camita, con toda su ropa, y producto del cansancio, se durmió profundamente. Nos contó que tuvo momentos de delirio mientras dormía. En sus sueños dijo que veía a Míster Smith y que éste le decía: -¡Lawrence, Lawrence, ven a limpiar aquí, Lawrence…! Estos sueños se convirtieron en pesadillas y Lorenzo una noche despertó, todo asustado, somnoliento y vociferando: -¡Ay, ay, el gringo, ahí viene el gringo…!

Ese día reflexionó, y dijo, hasta aquí llega esto. Pensó entonces en hacer algo, dejar este trabajo o terminar cometiendo un error con Míster Smith, quien entendía que tanto lo fastidiaba. Se levantó temprano y salió a caminar por las calles del Bronx para pensar en los pasos a seguir para cambiar su situación o regresar a su país.

Pero la suerte lo iluminó y puso en su camino a un viejo amigo, un diputado del partido en el poder que estaba de visita en Nueva York. Cuando lo vio fue como si Dios se apiadara de él colocándole a ese amigo en el camino. Explicó al legislador la situación y en ese momento tomó la decisión de regresar a Santo Domingo, pero no tenía dinero para el viaje de regreso. El diputado oficialista le regaló el billete de vuelta a su Patria. -“Vi la gloria cuando pisé de nuevo la tierra dominicana”.

Ya en Santo Domingo, una vez trabajando con nosotros en una institución del Estado, viajamos al interior para realizar un trabajo de prensa y a Lorenzo le tocó compartir habitación con otro compañero, el cual se asustó bastante cuando en la madrugada, mientras dormían, escuchó a éste expresar: -“El gringo, el gringo, ahí viene el gringo…”.

Dios tenga en su santo regazo el alma del colega Lorenzo. Amén.

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