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Santo Domingo. – Las vacaciones escolares están por concluir y, junto con la compra de útiles, uniformes e inscripción, hay un paso que muchas familias suelen pasar por alto: llevar a los niños a una revisión médica completa antes de comenzar el ciclo escolar.El pediatra-gastroenterólogo e intervencionista nutricional especializado en Trastornos del Espectro Autista (TEA), Pedro Rijo, quien recalca, explicó a El Día que este chequeo no debe limitarse a medir peso y talla, sino que debe abarcar tanto la salud física como la psicológica.”Necesitamos asegurarnos de que el niño se encuentre en condiciones, no solo físicas, sino también psicológicas para poder cursar un año escolar”, afirmó el especialista, de cara al inicio oficial de clases el próximo lunes 25 de agosto.Las aulas son espacios donde la convivencia entre decenas de estudiantes incrementa el riesgo de contagio de enfermedades. El Dr. Rijo citó datos de la Sociedad Americana de Pediatría, que indican que los niños en edad escolar pueden enfermarse entre 16 y 18 veces al año, con episodios que duran en promedio 10 días cada uno.Lea también: Del hogar al aula: guía práctica para acompañar a los niños en su adaptación escolar”Eso equivale a casi medio año con algún tipo de síntoma. Los niños contraen virus unos de otros, y aunque esto contribuye a desarrollar su inmunidad, también puede convertirse en un problema cuando no se detectan a tiempo infecciones o parásitos”, explicó.Por ello, recomienda realizar un examen físico completo y pruebas de laboratorio como análisis de sangre, orina y coprológico, con el fin de descartar afecciones que puedan propagarse en el entorno escolar.Rijo resaltó que no basta con que el niño “no esté enfermo” para considerarlo listo para volver a clases. La salud visual y auditiva son determinantes para el rendimiento académico.”Un niño que no ve bien la pizarra o que no escucha adecuadamente puede experimentar dolores de cabeza, frustración y bajo desempeño escolar. Muchos de esos casos se resuelven simplemente detectando y corrigiendo el problema a tiempo”, dijo.A esto se suma la evaluación nutricional, fundamental para garantizar que el niño reciba los nutrientes necesarios para su desarrollo y aprendizaje.Rijo explicó que hay menores que comen de todo, pero en cantidades insuficientes, y otros que presentan deficiencias vitamínicas o, por el contrario, exceso de suplementos que pueden ser perjudiciales.”El error común es dar vitaminas o estimulantes porque ‘a otro niño le funcionó’. Eso es arriesgado. Antes de suplementar, hay que hacer pruebas y verificar si existe realmente una deficiencia”, advirtió.En los últimos años, cada vez más escuelas solicitan evaluaciones psicológicas previas al ingreso, sobre todo por el aumento de casos de ansiedad, depresión y estrés en la población infantil.”Muchos niños presentan dolores abdominales o de cabeza en el colegio que desaparecen al llegar a casa. En la consulta, al conversar, descubrimos que no se trata de un problema físico, sino emocional. El colegio o escuela, con sus retos y dinámicas sociales, puede amplificar ese estrés”, señaló el doctor.Para Rijo, esto refuerza la idea de que el chequeo previo al inicio de clases debe ser multidisciplinario, involucrando no solo pediatras, sino también psicólogos, nutricionistas y otros especialistas según cada caso.Uno de los aspectos que más preocupa a los padres es qué enviarles de merienda.Rijo reconoció que es más fácil optar por productos ultraprocesados como jugos de cartón, papas fritas o galletas, pero insistió en la importancia de ofrecer opciones más sanas.”Si en la mañana hicieron puré de papa con huevo, pueden ponerles eso mismo en la lonchera, acompañado de frutas como guineo, manzana o uvas. Incluso pueden aprovechar lo que quedó de la cena: un ñame hervido con jamón o queso”, recomendó.Destacó que algunos colegios ya prohíben la venta y consumo de meriendas ultraprocesadas, lo que considera un avance para la salud infantil.La hidratación adecuada es otro punto clave. Rijo señaló que muchos niños no toman suficiente agua y que esto debe fomentarse desde el hogar.Compartió un truco que aplica en consulta para motivarlos:”Identifico la fruta favorita del niño, corto trozos pequeños y los congelo. En la noche, se preparan en el termo con agua. Al día siguiente, esa fruta habrá soltado su sabor, creando una bebida natural y atractiva para ellos. No les digan que es agua, díganles que es ‘agua de sandía’ o ‘agua de naranja'”.Esta estrategia, asegura, convierte el momento de beber agua en algo más agradable para los niños y evita el consumo excesivo de jugos azucarados.Pedro Rijo insistió en que este tipo de revisiones no debe hacerse únicamente cuando el niño ingresa por primera vez a la escuela, sino todos los años antes de iniciar clases.”El niño está en constante evolución. Lo que no tenía este año, puede aparecer el próximo. Un chequeo anual es una inversión en su salud y en su rendimiento académico”.
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