Actualidad

Los difuntos también saldan, la batalla por sepultar a los seres queridos en Haití

8808498360.png
Puerto Príncipe.- Los haitianos, en medio del luto, se debaten entre el dolor, la resistencia y las negociaciones con criminales.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

Puerto Príncipe.- Los haitianos, en medio del luto, se debaten entre el dolor, la resistencia y las negociaciones con criminales. Desde 2024, cementerios históricos como el Gran Cementerio de Puerto Príncipe han sido tomados por bandas que extorsionan a los deudos y las familias ya no pueden dar sepultura a sus difuntos sin pagar un precio exorbitante.

“Estamos presenciando una transformación radical del duelo haitiano. Las prácticas colectivas que daban sentido a la muerte han sido desmanteladas por la lógica del miedo y la extorsión. Es la muerte de la muerte”, advierte Jean Wilner Jacques, doctor en antropología y experto en cultura funeraria caribeña.

A pocos metros de la Avenida Jean-Jacques Dessalines, en el corazón de Puerto Príncipe, la vida se ha esfumado de la Rue de l’Enterrement, el tradicional epicentro de los servicios funerarios, según testimonios recogidos desde hace meses en la zona.

Le invitamos a leer: “El tema de Haití no solo es migratorio, sino de seguridad”

Las puertas metálicas de las funerarias están cerradas, los “corbillards” (coches fúnebres) ya no circulan, y el silencio solo es interrumpido por el paso ocasional de una ambulancia que se esconde en callejuelas vecinas para evitar miradas criminales.

“Desde febrero de 2024 no hemos podido trabajar. Los ataques armados destruyeron nuestras oficinas”, cuenta el responsable de una funeraria en la calle Fleury Battier.

“Ahora, para cada entierro, debemos contactar con el grupo armado que controla el cementerio. Solo así evitamos un incidente el día del funeral”, explica el encargado, quien no da su nombre por temor a represalias.

El Gran Cementerio de Puerto Príncipe, fundado hace más de 250 años, es hoy una zona bajo el dominio de las bandas. “La municipalidad ya no cobra tasas. Todo se paga a los grupos armados. Hasta 2.000 gourdes (15 dólares) solo por entrar con el cuerpo”, asegura el mismo responsable de la funeraria.

Los rituales tradicionales, la música y los familiares en procesión han desaparecido. “Solo dos personas pueden acompañar el ataúd. Todo lo demás es demasiado peligroso”, agregó.

“Pagamos por enterrar” historias de dolor

Mireille, una mujer de 52 años, relata con voz baja la historia de su madre fallecida en enero de 2025. “Murió en casa, en Carrefour-Feuilles. Tuvimos que pagar 50.000 gourdes (318 dólares) por un espacio en el cementerio de Turgeau. No pudimos usar el nicho familiar del Gran Cementerio porque está en manos de los bandidos.”

Las bandas no solo controlan los cementerios. También han impuesto peajes en las rutas de acceso. “Solo para llevar un cadáver hasta Carrefour necesito al menos 15.000 gourdes (114 dólares) para pasar los puestos ilegales”, explica otro empresario funerario.

“En 2021, podías organizar un funeral con 100.000 gourdes (762 dólares). Hoy, lo mínimo son 200.000 (aproximadamente 1.523 dólares). La gente simplemente ya no puede pagar”, agregó.

En zonas rurales como Petite-Rivière, en Artibonite, en la periferia rural de Puerto Príncipe, la situación no es diferente. “Nadie quiere enterrar a sus muertos en los cementerios controlados por el grupo Gran Grif”, afirma el magistrado Dort Lereste.

“Todos vienen al centro del pueblo, aunque eso signifique caminar horas con el ataúd a cuestas”, añade. Alternativas de emergencia y nuevas geografías del duelo. La socióloga Erika Louvert, experta en dinámicas urbanas de la región, sostiene- “La toma de los cementerios por parte de grupos criminales no solo es una expresión del colapso del Estado. También redefine la forma en que las familias se relacionan con sus muertos. El duelo se ha vuelto clandestino”.

Con la mayoría de los cementerios tradicionales fuera de servicio, otras opciones empiezan a ganar protagonismo. El cementerio de Fragneau-Ville, en Delmas 75, ha visto crecer la demanda. “Antes, solo dábamos sepultura a gente de la calle. Ahora llegan familias de todos los niveles sociales”, explica su director, Floriant Maxo.

En abril se realizaron veinte entierros, frente a los quince de febrero. “Algunos sábados tenemos hasta cinco entierros”, dice Maxo.

Para responder a esta demanda, el cementerio construyó nichos en altura, uno sobre otro. Los cuerpos deben ser elevados en andamios para ser depositados.

El alquiler anual de los nichos cuesta 50.000 gourdes (318 dólares), mientras que la entrada cuesta 5.000 gourdes (38 dólares), recaudados por la alcaldía de Delmas. “Al menos aquí, aún se puede mantener cierta dignidad”, reconoce Maxo.

Otro cementerio en actividad parcial es el Parc du Souvenir, en Torcel. En 2024, sufrió saqueos y robos masivos- 1.800 sillas, generadores, paneles solares. El administrador estima las pérdidas en más de 500.000 dólares.

“Ahora solo ofrecemos cremaciones, y de forma muy limitada,” lamenta. Cuerpos abandonados sin luz, sin pago, sin descanso

El deterioro del sistema funerario también se refleja en las morgues donde cientos de cuerpos permanecen a la espera de sepultura.

En muchos casos, no hay familiares que los reclamen, ya sea por desplazamiento forzado o por falta de recursos. La descomposición avanza rápidamente por los cortes constantes de electricidad.

“Sin refrigeración, los cuerpos empiezan a pudrirse en cuestión de horas. No damos abasto”, relata Joseph Bernard, dueño de una funeraria en Croix-des-Bouquets. “Hay cadáveres aquí desde hace más de tres meses. Nadie viene a buscarlos porque no pueden pagar ni el ataúd”.

Las funerarias han improvisado depósitos en garajes o contenedores, y muchas veces solo cubren los cuerpos con mantas térmicas de emergencia. “Esto no es digno, pero es lo único que podemos hacer”, lamenta Bernard. “Hemos perdido toda capacidad de garantizar el mínimo respeto por los muertos”.

La falta de condiciones mínimas también representa un riesgo sanitario.

Médicos locales advierten del peligro de brotes infecciosos si no se gestionan adecuadamente los cuerpos sin sepultura. Desde diciembre de 2024, el número de ataques perpetrados contra la población civil ha aumentado en un 24%.

Además, el número de desplazados por la violencia de las bandas criminales alcanza ya los 1,3 millones, una cifra que sextuplica la de 2022, según datos de la Organización de Internacional para las Migraciones

TRA Digital

GRATIS
VER