Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.
WASHINGTON – Con la tinta aún fresca del Pacto para el Futuro, destinado a modernizar la gobernanza global, surgido de la Cumbre del Futuro de septiembre de 2024, la persistente crisis financiera de las Naciones Unidas se ha tornado en una crisis de liquidez extrema.
Agravada por múltiples factores, el ascenso de fuerzas políticas populistas en organizaciones internacionales y países donantes tradicionales de financiamiento para la ayuda exterior, la presión para ampliar sustancialmente los presupuestos militares en respuesta al aumento de tensiones geopolíticas, la aparición de amenazas a la seguridad no militares vinculadas con el medioambiente y las nuevas tecnologías, y renovadas frustraciones sobre percepciones de burocracias internacionales infladas y disfuncionales; no hay soluciones rápidas.
Las deliberaciones en curso en Nueva York y Ginebra sugieren que las principales agencias humanitarias, entre ellas el Programa Mundial de Alimentos, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados y la Organización Internacional para las Migraciones, podrían afrontar déficits presupuestarios anuales severos, de hasta 30 % o 40 %. Adicionalmente, la Secretaría General de la ONU podría tener que prescindir de al menos el 20 % de su personal, junto con otras medidas urgentes de reducción de costos.
Modelos internos de la ONU indican que, sin recortes presupuestarios, el déficit de caja a fin de año dejará a la Secretaría sin fondos para pagar salarios y proveedores hacia septiembre de 2025. En una misiva a los Estados miembros, en febrero de 2025, el secretario general advirtió que el presupuesto para operaciones de mantenimiento de la paz podría agotarse a mediados de año.
Un informe de la ONU a los Estados miembros en junio proyectó que, solo en 2025, los recursos en todo el sistema se reducirán hasta en un 30 % con respecto a 2023, impactando directamente entre 30 y 60 millones de personas.
Aunque se encuentran en una situación poco envidiable, el secretario general, António Guterres, y sus colegas del sistema de la ONU han optado por trazar un rumbo constructivo ante los recortes presupuestarios severos que ya están en marcha, implementados de facto por importantes Estados miembros, incluidos Estados Unidos y China, que durante años han financiado en gran medida y brindado liderazgo político global al organismo.
La Iniciativa ONU80, anunciada por Guterres el 12 de marzo de 2025, busca:
Es fundamental que los Estados miembros colaboren estrechamente con la Secretaría para aprovechar al máximo este esfuerzo múltiple, de manera que impulse, y no debilite, el Pacto para el Futuro, creando un sistema de la ONU más ágil, rentable y eficaz.
Estado de situación de la Iniciativa ONU80
El 1 de agosto, el secretario general presentó a la Asamblea General su “Informe de Revisión de la Implementación de Mandatos”, el principal resultado de la segunda línea de trabajo de la Iniciativa ONU80.
Utilizando nuevas herramientas de análisis de datos y centrándose en asuntos sistémicos y estructurales que atraviesan los mandatos, es decir, una solicitud o directriz establecida en la Carta de la ONU, una resolución o una decisión de un órgano intergubernamental, la revisión recomienda, entre otras cosas, la creación de registros digitales de mandatos para señalar posibles solapamientos antes de que ocurran, así como el desarrollo de mandatos más concisos, claros, enfocados y con recursos adecuados.
Mucho más que un simple ejercicio presupuestario o un ajuste administrativo, la Iniciativa ONU80 está lista para complementar las reformas detalladas en las 56 acciones del Pacto para el Futuro, aportando mayor coherencia a un sistema de la ONU que actualmente cuenta con unas 140 entidades diferentes, entre ellas 67 departamentos y oficinas de la Secretaría, 33 misiones políticas y de mantenimiento de la paz, 15 fondos y 14 organismos especializados.
Representa una oportunidad bien recibida y largamente esperada para simplificar la estructura organizativa del organismo mundial y disminuir la superposición significativa de misiones y operaciones, manteniendo la capacidad del sistema para abordar eficazmente tanto problemas de corto plazo como “problemas largos”.
Tras la Revisión de la Implementación de Mandatos, se espera que el Secretario General presente pronto un paquete de propuestas concretas sobre la primera línea de trabajo de la Iniciativa UN80, relacionada con eficiencias y mejoras, con especial atención a la prestación de servicios para quienes más necesitan el apoyo del sistema de la ONU.
Estas recomendaciones se incorporarán al Debate General de la Asamblea General de septiembre y al proyecto revisado de presupuesto de programas de la Secretaría para 2026 (que coincidirá con dicho debate). Hacia marzo o abril de 2026, se presentará el presupuesto propuesto para 2027, también reflejando los cambios sugeridos por la Iniciativa ONU80.
Asimismo, en junio, altos funcionarios de la Secretaría comenzaron a informar a los Estados miembros sobre posibles fusiones de entidades, reasignación de programas y otras reformas estructurales consideradas (el tercer eje de trabajo de la UN80, organizado en siete grupos temáticos en todo el sistema).
Estas ideas ambiciosas probablemente tendrán un impacto significativo en la celeridad y la eficacia con que avance la implementación del Pacto para el Futuro.
La plena ejecución del Pacto para el Futuro, y de su Pacto Digital Global y Declaración sobre las Generaciones Futuras, implica un sistema de Naciones Unidas capaz de mantenerse al día y de permitir que las personas y los países afronten mejor los retos y oportunidades actuales: guerras devastadoras, cambio climático desbocado, inteligencia artificial sin control, defensa de los derechos humanos y promoción del desarrollo humano en la economía global hiperconectada de hoy.
Al mismo tiempo, la Iniciativa ONU80 puede complementar y fortalecer el Pacto para el Futuro de al menos cuatro formas específicas.
En primer lugar, fomenta un examen saludable de las fortalezas centrales del organismo, con pistas que se encuentran en las 56 acciones negociadas del Pacto y en los tres pilares tradicionales de la ONU: paz y seguridad, desarrollo sostenible y derechos humanos.
En segundo lugar, la iniciativa crea oportunidades para promover mejoras en la eficiencia de todo el sistema, largamente postergadas, desde el reequilibrio de una burocracia excesivamente jerarquizada hasta el uso de la tecnología de manera creativa para funciones administrativas y otras funciones críticas.
Aunque es lamentable (dadas las enormes, urgentes y globales necesidades planetarias y humanas asociadas con la actual policrisis, término que alude a la forma en que problemas superpuestos, urgentes, complejos y, en ocasiones, incluso extremos se entrecruzan y agravan aún más las amenazas y desafíos mundiales), a corto plazo, la ONU y otras instituciones globales se verán obligadas a hacer más con menos recursos financieros, humanos y de otro tipo.
Sin embargo, a medida que las instituciones multilaterales avancen en su reestructuración, incluido el programa de modernización tecnológica, previsión y cambio conductual/cultural conocido como “ONU 2.0” (parte integral del Pacto), podrían, al menos en teoría, empezar a materializarse oportunidades para lograr más con menos, lo que resultaría en una organización más ágil y eficaz.
En tercer lugar, ONU80 contempla la necesidad de reubicar personal y capacidades donde las necesidades operativas sean mayores, en África, Oriente Medio y Asia del Sur y Sudeste, así como consolidar departamentos y agencias, equilibrando mejor las funciones esenciales del sistema con su estructura.
En cuarto lugar, acoge con beneplácito la deliberación entre gobiernos influyentes y otras partes clave sobre un nuevo Gran Acuerdo que sustente el sistema multilateral para las próximas décadas.
El acuerdo alcanzado por los miembros fundadores de la ONU hace 80 años, el 26 de junio de 1945 en San Francisco, figura en las primeras palabras del Preámbulo de la Carta: “…preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra, que dos veces en nuestra vida ha infligido a la humanidad sufrimientos indecibles…”.
Si bien deberá surgir de forma orgánica mediante consultas amplias, el nuevo Gran Acuerdo deberá considerar los cambios globales fundamentales desde la Segunda Guerra Mundial y una nueva “lógica para el futuro”.
Esa lógica reflejará, sin duda, temores renovados de una nueva guerra fría o incluso de una Tercera Guerra Mundial facilitada por la inteligencia artificial, drones y otras tecnologías de vanguardia. También incluirá inquietudes intensas — aunque polémicas — sobre la destrucción ambiental, el crecimiento demográfico y la migración, términos que no se mencionan en el Preámbulo de la Carta.
Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.
Así como la ONU de 1945 equilibró el idealismo inclusivo (un Estado, un voto en la Asamblea General, sistema introducido en la fracasada Sociedad de Naciones de 1919) y el realismo de las Grandes Potencias (un reducido Consejo de Seguridad liderado por cinco países con poder de veto), el nuevo Gran Acuerdo deberá ponderar innovaciones similares en la gobernanza global, combinando las exigencias de la cambiante política de las Grandes Potencias y la tecnología con enfoques pragmáticos y de largo alcance entre múltiples partes interesadas para abordar los retos emergentes del siglo XXI.
Si se ejecutan bien, con un servicio civil internacional motivado y orientado a la misión, y con el respaldo de un grupo interregional de gobiernos líderes y socios de la sociedad civil, la Iniciativa ONU80 y las agendas de seguimiento del Pacto para el Futuro ofrecen la promesa de que la ONU pueda sortear las turbul
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