Salud

Rafael Santiago lleva en su piel las marcas de una tragedia

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Sin embargo, hace meses no percibe ningún tipo de asistencia, después de que le prometieran una pensión y aún permanece a la espera.

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Acudió a Casa Toledo, en la calle Ayala, en el centro de San Cristóbal, como un hábito: Adquirir telas para desempeñar su labor de tapicería.

Rafael Santiago porta tatuada en su dermis la impronta de la desesperación, el sufrimiento, el ardor de una explosión y una fecha: 14 de agosto de 2023.

Se dirigió a Casa Toledo, en la calle Ayala, en el centro de San Cristóbal, como una rutina: Comprar telas para dedicarse a su oficio de tapicería. Era lunes y el reloj señalaba las 3:22 de la tarde, se disponía a cortar las telas en el local, cuando notó algo extraño en el casco que aún llevaba puesto.

“Estaba comprando telas, ya que era tapicero, digo era porque ya no trabajo, entonces cuando ya vengo con la tela en la mano para cortarla en la mesa, donde estaban los demás empleados. Luego siento eso que me está cayendo, aún conservo el casco, del motor, por eso fue que me resguardó un poquito más”, rememoró.

Se encontraba envuelto en llamas y salió como pudo en busca de ayuda. “Salí ardiendo, revolcándome como las serpientes, porque quien podía socorrerme era el guardia de seguridad de la tienda y ya había fallecido, él fue el primero en morir y el único que salió vivo fui yo”, relató.

Agentes policiales lo trasladaron al Hospital Regional Docente Juan Pablo Pina de San Cristóbal y posteriormente en helicóptero al traumatológico Ney Arias Lora de la capital, junto a otras 16 personas, para atender las quemaduras que sufrió en su cabeza, rostro y ambos brazos.

Fue el único en sobrevivir de los 17 trasladados al hospital y a sus 70 años vive para narrarlo con las marcas en su piel y tras haber padecido un accidente cerebrovascular (ACV) producto de las lesiones.

A dos años de la tragedia, todavía no ha podido reincorporarse como tapicero y sobrevive de las donaciones de familiares y conocidos, ya que este era el sostén de él, su esposa y una niña de nueve años, en su residencia en Madre Vieja de San Cristóbal.

“La familia a veces me ayuda, me da algo de dinero y con eso me sostengo”, manifestó.

Añadió que al principio recibía RD$20,000 como apoyo estatal. Sin embargo, hace meses no percibe ningún tipo de asistencia, después de que le prometieran una pensión y aún permanece a la espera. “No han seguido dando nada”, lamentó.

La tragedia

El siniestro, que presumiblemente comenzó en el antiguo mercado público de la localidad, costó la vida de 38 personas y 12 desaparecidos, así como decenas de heridos y locales con daños materiales.

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