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Sinceramente, una de las maravillas del cerebro humano es la capacidad de evocar y revivir experiencias, mentalmente. Siempre me he negado a rememorar momentos dolorosos o aciagos.
A menudo, quizás demasiado, me dedico a recordar, de esta forma cobran vida esos seres amados que se fueron para siempre. De alguna manera, es como si se materializaran, casi podría tocarlos, si no fuera porque se desvanecen ante cualquier intento que me saque de mi ensueño.
Emma suele llamarme la atención por estar “en las nubes”, como a ella le gusta llamar a mi introspección. La verdad es que una de las maravillas del cerebro humano es el poder recordar y revivir acontecimientos, mentalmente. Siempre me he negado a recordar momentos ingratos o infaustos.
Mi fiel ayudante, también pasa momentos sumergida en sus recuerdos, con la ventaja de que yo no le llamo la atención, ni siquiera la molesto. Permito que su imaginación se sumerja en aquellos acontecimientos que la hicieron feliz.
Esto es uno de los factores que hacen que las enfermedades que afectan al cerebro sean tan ingratas. La memoria se desvanece hasta tal punto que incluso las personas presentes se esfuman.
Como ya soy una persona mayor, con todas mis facultades en perfecto estado, gracias a Dios, el ejercicio de recordar me hace pasar momentos felices, sin necesidad de compañía, ni de moverme de mi sillón favorito.
Es como una película de Netflix, pero personalizada. No creo que se pueda pedir más. Mis hijos insisten en que, como soy escribiente, me ponga a plasmar mis recuerdos, pero no lo haré, porque tendría que incluir los sucesos desagradables que también me marcaron, y eso me rehúso incluso a traerlos a la memoria.
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