Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.
La crisis haitiana impacta significativamente a República Dominicana al ser una calamidad foránea demasiado próxima que impulsa una migración ilegal que genera tensiones sociales e incrementa los costos de seguridad fronteriza. En consecuencia, este país ha sido el que más ha demandado que el conjunto de naciones del hemisferio, junto a la ONU y la OEA como organismos de alcance global, asuman conjuntamente la responsabilidad de rescatar al pueblo haitiano del caos, la miseria y la agresión de grupos criminales. Tras esto, ahora, tardíamente se observa a la organización regional panamericana dando un primer paso con el diseño de una llamada hoja de ruta para la asistencia humanitaria y el abordaje del grave problema de inseguridad reinante (lo que implicaría combatir las pandillas con acciones directas) y generar un consenso político que lleve a Haití a elecciones libres. Es en este lento despertar del interés internacional por Haití donde surgen gestos de buena voluntad hacia República Dominicana desde la capital haitiana, casi asediada por bandas criminales.
La representación en Santo Domingo de quienes envían mensajes a favor de la convivencia -después de que sus predecesores optaran por la acusación infundada hacia sus vecinos- indica que ambas autoridades están en condiciones de colaborar mutuamente. Sus emisarios en el país han dado fe del buen trato a sus compatriotas ingresados ilegalmente, privados de libertad en un recinto y en proceso de deportación; una tácita aceptación -como es debido- de que República Dominicana actúa con legitimidad y respeto a la condición humana. Sea este reconocimiento al buen proceder de las autoridades dominicanas un primer paso para la coordinación transfronteriza (con asesoría y asistencia logística desde este lado) para fortalecer la vigilancia contra el tráfico irregular de personas y mercancías a ambos lados de la frontera.
Agregar Comentario