Salud

Una mujer vanidosa

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Era una muchacha alegre, simpática, platicadora, le gustaba presentarse ante los demás muy arreglada, siempre buscando llamar la atención.

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Todos la conocíamos, estudiaba medicina en la UASD. Era una muchacha alegre, simpática, platicadora, le gustaba presentarse ante los demás muy arreglada, siempre buscando llamar la atención. Su rostro, de facciones bien definidas, estaba adornado por unos ojos inquietos y atractivos, de color marrón, que armonizaban con su piel canela. Su cuerpo bien formado, de contornos suaves, exhibía hermosas piernas que cautivaban miradas. Muy inteligente, sobresalía por captar todo lo que los profesores explicaban, sus respuestas eran rápidas y acertadas.

En una ocasión, se organizó una fiesta en el club La Unión, ubicado en ese entonces en la 19 de Marzo con Arzobispo Portes. Las construcciones aledañas y el club mismo fueron demolidos para dar paso al parquecito y las ruinas que hoy se ven. Allí residían Rafael (Fafa) Taveras, Magaly Pineda y sus hermanas Milagros y Maritza. Al frente, Getulio de León y Cristina (La Nena), venezolana que adoptó costumbres dominicanas, pero juró no cambiar su segunda nacionalidad -la dominicana-, con sus hijos Getulito y Tomás.

Comenzó la fiesta, todos queríamos bailar con la chica presumida. A quienes les caía bien nos quedamos boquiabiertos al verla moverse en la pista. ¡Cuánto glamour, gracia y coquetería se unían en cada paso! Ella sabía que era el centro de la fiesta, y lo disfrutaba. Todos queríamos bailar con ella, hasta que, ya en la madrugada, sus padres fueron a buscarla.

Terminó la carrera de medicina, se fue al extranjero a especializarse. Volvió al país e hizo lo que la mayoría de los médicos: trabajar en un hospital, consultorio privado, ser docente universitaria. Sus encantos no se habían marchitado, sino que se habían acentuado, con una belleza madura, donde también se notaba la seguridad que da el conocimiento, la sólida formación.

Como el tiempo no se detiene, unas tres o cuatro décadas después, aún encantadora, pero sin el ímpetu de años atrás, la recibo en mi consulta: – “Doctor, no sé qué hacer con mi vida, hace algunas semanas me jubilé y no soporto mi casa ni a mi esposo, a pesar de que siempre nos hemos llevado muy bien. Vivo pensando qué estaría haciendo a esta hora unos meses atrás. Yo siempre he sido una mujer presumida, me encanta verme bien y que así me vean, pero todo ha cambiado. Noto que ya no llamo la atención, mis encantos desaparecieron, ya no quiero ni arreglarme. ¡Esa no soy yo, no soporto estar así!.”

La jubilación tiene sus encantos, pero, de igual manera, para muchas personas significa una ruptura para la que no se han preparado. Esta etapa de la vida nos obliga a organizarnos para su llegada. Se debe preparar el cese de la actividad laboral, sin embargo, eso nunca significa que usted se retire de la vida, ella continúa y nosotros en ella. La jubilación puede desencadenar trastornos emocionales: depresión, ansiedad, estrés, debido a cambios en la rutina, la inactividad laboral y las limitaciones en el intercambio social. Puede ser costoso emocionalmente hablando para aquellos a quienes les cuesta aceptar el cambio vital que implica una importante variación de sus roles.

Fases:

-Adaptación: los primeros días la persona se siente feliz, con la sensación de estar de vacaciones, sin prisas, tensiones ni horarios de trabajo.

-Desencanto: dificultad para materializar los planes, cambio en los ingresos, nostalgia por el trabajo.

-Reorientación: buscar salidas realistas acordes con la nueva situación.

-Estabilización: adaptación a su nuevo estatus.

Esa nueva etapa de su vida demanda niveles de adaptación que, si usted no puede superar en un tiempo prudente, debe buscar asistencia de un psiquiatra, ya que, en muchos casos, la persona no solo necesitará apoyo psicoterapéutico, sino que además requerirá el uso de psicofármacos que mejoren sus niveles de ansiedad, su estado anímico.

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