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Las aulas son lugares donde la interacción entre muchos alumnos incrementa el peligro de contagio de enfermedades.
El pediatra-gastroenterólogo y nutricionista intervencionista, experto en Trastornos del Espectro Autista (TEA), Pedro Rijo, mencionó datos de la Sociedad Americana de Pediatría que muestran que los niños en edad escolar pueden enfermarse entre 16 y 18 veces por año, con episodios que duran aproximadamente 10 días cada uno.
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“Esto es casi medio año con algún síntoma. Los niños se contagian virus entre ellos, y aunque esto ayuda a construir su inmunidad, también puede ser un problema cuando no se detectan a tiempo infecciones o parásitos”, explicó.
Por lo tanto, aconseja un examen físico completo y pruebas de laboratorio como análisis de sangre, orina y coprológico, para descartar condiciones que puedan extenderse en el ámbito escolar.
Rijo enfatizó que no es suficiente que el niño “no esté enfermo” para determinar que está listo para regresar a clases. La salud visual y auditiva son cruciales para el rendimiento académico.
“Un niño que no ve bien la pizarra o no escucha adecuadamente puede sufrir dolores de cabeza, frustración y bajo rendimiento escolar. Muchos de esos casos se solucionan simplemente detectando y corrigiendo el problema a tiempo”, afirmó.
A esto se añade la evaluación nutricional, fundamental para asegurar que el niño reciba los nutrientes esenciales para su desarrollo y aprendizaje.
“El error habitual es dar vitaminas o estimulantes porque ‘a otro niño le funcionó’. Esto es peligroso. Antes de suplementar, hay que hacer pruebas y comprobar si realmente hay una deficiencia”, advirtió.
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