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31ª Bienal de Artes Visuales: término, mirada y recorrido

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No sabemos todavía qué quedará de la trigésima primera Bienal de Artes Visuales en el Museo de Arte Moderno.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

No sabemos todavía qué quedará de la trigésima primera Bienal de Artes Visuales en el Museo de Arte Moderno. De hecho, en cualquier bienal es incierto cuándo, por ejemplo, instalaciones galardonadas desaparecen como tales, quedando reducidas a simples entramados de alambre o borrándose del todo.

En cambio, esta edición resulta distinta, quizá única, pues se llegó a solicitar que el premio más polémico, catalogado como escultura y atribuido a una palma real, sea retirado del museo… o trasladado al exterior.

Puede consultarse: *El Gabo, Juan Bosch y Carmen Balcells: de la subversión de lo real al orden de la desmesura*.

Permanece el misterio… mientras tanto la planta sigue creciendo, organismo vivo, inocente y ajeno tanto a los honores como a las críticas que genera. Así, esta “manzana de la discordia” –aquí una palmita– ha prácticamente opacado los demás componentes del evento cumbre del arte dominicano.

No hemos olvidado que, dedicada a Elsa Núñez, se consideró que ese tributo constituía el atractivo principal, apenas eclipsado de forma efímera por la Silla de Iván Tovar, y que la magistral “obra abstracta” de Elsa introducía logros y sorpresas dentro del mayor concurso de arte –en nuestro caso– y exposición nacional. Ya no se menciona este privilegio pictórico. Afortunadamente, el público sigue disfrutando de la sala única que alberga cuadros incomparables.

Palabra

Lamentamos el casi silencio que envuelve a nuestras Bienales, salvo algunas crónicas periodísticas y artículos críticos. Resulta insuficiente la atención que reciben, al igual que la indiferencia internacional.

La coyuntura y la conjetura han cambiado de forma notable… Ya hemos señalado que se han escrito y publicado, al menos en formato digital, textos relevantes que ilustran el panorama cultural necesitado, acerca de corrientes casi desconocidas en nuestra práctica, mientras otras voces se han pronunciado en protesta.

En el exterior, esta insólita distinción también ha generado reacciones, y si el Premio se hubiera anulado –lo cual no ocurrirá–, lamentaríamos la situación… con un arte dominicano tan ignorado.

David Pérez Karmadavis, artista galardonado con “Si se saca de raíz, vuelve a crecer”, goza de reconocimiento en el extranjero y de experimentaciones innegables que fomentan aprecio y pertenencia al arte contemporáneo.

Su obra se caracteriza por un discurso, una propuesta ideológica y social. No obstante, su texto podría haber sido más histórico, más complejo y explícito. Parece más interesado en seducir al jurado que en desarrollar el concepto. Por cierto, la sede de nuestro Ministerio de Cultura alojó, durante la dictadura de Trujillo, al Partido Dominicano cuyo carné obligatorio de afiliación llevaba la palmita. ¡Menos mal que los tiempos cambian!

Al eliminar el mérito técnico y la pieza creada por el artista, en el arte conceptual predomina la idea, como ocurre en la obra premiada como escultura. La palma real no es perecedera –según el reglamento–, menos que varios materiales corrientes y “manipulados”, si se cuida y, ojalá, se trasplanta. Que David Pérez Karmadavis venga… nos hable de su obra, de su trabajo, de sus convicciones. Mientras tanto, la palabra “ajena” se ha adueñado de la palma y del debate, pero el entusiasmo, incluso cuando resulta negativo, sacude a todos: la visita es inevitable y el Museo de Arte Moderno mantiene una asistencia constante.

Visita y visión

Son más de 200 obras seleccionadas. Una única visita no basta; recomendamos dos o tres recorridos, que permiten transitar por los tres niveles y observar piezas de todos los tamaños, incluidas las muy pequeñas, predominando la pintura. ¡Qué bien!

La museografía es bastante acertada. La relación dimensional y material admitía pocas osadías y fantasías en la disposición. Tal vez la única escenografía sea la obligada palmita en el centro del Patio Español.

Las obras escogidas se distribuyen en tres plantas –sótano, primero y segundo–, reservando el tercer nivel para la colección permanente. El sótano resulta el más interesante por la calidad de las piezas y su ubicación; el nivel a ras de calle, con escasa cantidad de obras, destaca por la exposición invitada de Elsa Núñez. El segundo piso, de superficie amplia y múltiples recovecos, no favorece una visita minuciosa y detenida, aunque sigue siendo necesario.

Con excepción del sótano, que muestra varias obras espectaculares –no premiadas–, los espacios siguientes no estimulan, salvo excepciones como la magnífica instalación de Soraya Abu Nabaa, una mirada individual que se prolonga.

El visitante puede pasar rápidamente de una pintura a otra –sobre todo– sintiendo satisfacción por la alta calidad técnica, repetida, aunque a veces lamentando cierta complacencia o indiferencia ideológica.

Elogiamos la selección plurigeneracional, con una presencia notable de artistas jóvenes –para ellos, acceder a la Bienal representa un gran paso hacia su futuro.

Faltan, a diferencia de otras bienales, contenidos críticos y compromisos con los males de la sociedad: la violencia múltiple y frecuente, los abusos contra mujeres y grupos vulnerables, la degradación del medio ambiente y otras anomalías que un artista no aborda como panfleto, sino que las metaforizan… Notamos la casi ausencia de la horrenda tragedia del Jet Set, y la impactante fotografía de Mayra Johnson –Holocausto del 8 de abril– fascina y conmueve a la vez.

Coda

En nuestro próximo artículo comentaremos las obras premiadas –exceptuando la Palma, ya muy analizada– y también “nuestros” Premios, que deberían integrar la colección del Museo de Arte Moderno (continuará).

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