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Existen frases que empleamos a diario con poca reflexión: “Ese está chiflado”, “fulano perdió la chaveta”, “no estoy en mis cabales”. Reímos, lo usamos como coletilla, pero raramente nos detenemos a analizar la gravedad y la profundidad que encierran esas palabras. ¿De verdad estamos locos o hemos normalizado la falta de salud mental, prefiriendo no abordarla? La reciente declaración del Observatorio de Salud Mental y Bienestar de la PUCMM no debería pasar desapercibida. No es un comunicado más, ni un ejercicio académico aislado. Es un llamado urgente a reconocer que la salud mental en República Dominicana enfrenta una crisis que ya no puede ser ocultada. Los datos son evidentes: ansiedad, depresión y estrés se incrementan en la población y, en los últimos dos meses, al menos siete muertes se han relacionado directamente con problemas emocionales no atendidos. Queramos o no, vivimos en una sociedad que aún estigmatiza lo psicológico. Puede que digamos con orgullo que vamos al cardiólogo o al dermatólogo, pero ¿quién comparte con la misma naturalidad que tiene cita con su psicólogo o psiquiatra? Mientras tanto, el costo de ese silencio es altísimo: familias desintegradas, jóvenes atrapados en la desesperanza, adultos funcionales por fuera, pero rotos por dentro. La PUCMM, a través de su Observatorio y el Laboratorio de Emociones, Salud y Ciberpsicología, está alzando la voz en medio de este desierto. Validación de pruebas adaptadas a nuestra realidad, terapias breves y económicas, innovación tecnológica como la app ArmonIA, apertura de servicios clínicos universitarios y plataformas digitales como Bemocional… todo esto es un rayo de esperanza, pero no será suficiente si el país sigue considerando la salud mental como un asunto “ajeno” o “de locos”. El doctor Zoilo García lo expresó con claridad: no se trata de esfuerzos aislados, sino de la suma de voluntades que involucra al Estado, el sector privado, la academia y a cada uno de nosotros. Implica comprender que hablar de salud mental es hablar de productividad, educación, desarrollo y futuro. La verdadera locura ¿Locos o cuerdos? Tal vez la verdadera locura sea seguir mirando hacia otro lado mientras perdemos vidas que podrían salvarse con una atención oportuna, con políticas públicas serias y con una sociedad menos indiferente; la cordura reside en aceptar que necesitamos ayuda, en romper prejuicios y en unir fuerzas para construir un país más sano, justo y humano. Quizás la pregunta no es si estamos locos o cuerdos, sino si estamos dispuestos a elegir el lado de la cordura colectiva: reconocer que la salud mental es un derecho, no un privilegio.
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