Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.
Columna de opinión que mira hacia atrás para comprender el presente. Mediante una narración personal, comparto mi trayectoria profesional, en el uso — y desuso — de la tecnología.
De la cinta al ChatGPT: ¿Progreso o desafío?
Retrocediendo en el tiempo, reproduzco mis primeros años del siglo XXI. Cursaba mi primer año en Comunicación Social y en las aulas se discutía la llegada de la web 2.0: ¿sustituiría a la 1.0, solo para publicar? Algunos predecían que los periódicos desaparecerían ante foros y blogs; que la radio perdería vigencia y la televisión sería un recuerdo. Lo que a los medios tradicionales les llevó décadas, internet lo logró en pocos años.
Si “adelanto la cinta”, veo a mi padre: un periodista que pasó de la máquina de escribir a los sistemas en la nube, sin renunciar a su profesión. Su resiliencia me enseñó que la comunicación no muere: se transforma.
Aunque no me tocó escribir a máquina, sí puedo decir que mis primeras experiencias fueron con cintas Betacam, en un noticiero y luego en un programa de investigación. Era un proceso lento: reproducir, capturar y editar.
Con el tiempo, los medios vivieron su propia revolución. El sector empresarial abrió canales digitales exclusivos y la producción dio un giro: de programas de una hora a piezas de 15 segundos en formato vertical para Instagram. Cambiaron la duración, el encuadre y la narrativa.
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Recuerdo que cuando una noticia estaba firmada por una agencia de noticias se validaba inmediatamente. Empresas como AP, Reuters o EFE mantenían un estándar de rigor y eran la fuente principal de los medios. Ese modelo cambió.
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