Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.
Con cada inhalación, los pulmones quedan expuestos a contaminantes, microbios, polvo y alérgenos, lo que puede lesionar estos órganos tan delicados y acelerar su envejecimiento, repercutiendo en el resto del organismo.
Un equipo internacional de especialistas en salud respiratoria publicó en mayo uno de los primeros estudios diseñados para analizar cómo varía la función pulmonar humana a medida que envejecemos.
Basándose en datos de unas 30 000 personas recopilados a lo largo del siglo XX, los investigadores demostraron que nuestra capacidad pulmonar alcanza su nivel máximo entre los 20 y los 25 años.
En el caso de las mujeres, la capacidad pulmonar suele llegar a su punto más alto unos años antes que en los hombres, para después comenzar a declinar.
Según Judith García‑Aymerich, profesora del Instituto de Salud Global de Barcelona y líder del estudio, el deterioro de los pulmones parece ser una parte más del envejecimiento biológico.
Factores como el tabaquismo, la contaminación del aire y enfermedades respiratorias como el asma pueden agravar este empeoramiento.
Te puede interesar leer: La contaminación plástica ya altera el ADN humano, advierten expertos
Cuanto mejor sea la capacidad pulmonar en esa franja clave de los 20‑25 años, mayor será la resistencia del cuerpo frente a enfermedades respiratorias crónicas y a otras afecciones vinculadas a los pulmones a lo largo de la vida, según la especialista.
Sin embargo, la salud pulmonar también está relacionada con otros aspectos sorprendentes de tu bienestar, pues influye en tu sistema inmunológico, tu peso e incluso en tu cerebro.
Entonces, ¿qué tan saludables están tus pulmones y qué puedes hacer para mejorarlos?
Los estudios como el mencionado emplean equipos costosos para medir la salud pulmonar, pero existe una forma sencilla de evaluar tus pulmones en casa.
Para ello, necesitas una botella de plástico grande, un cubo o una bañera, un marcador y un trozo de tubo de goma. A continuación, debes seguir estos pasos, preferiblemente en un fregadero o al aire libre:
“Este término fue utilizado por primera vez por el cirujano inglés John Hutchinson en la década de 1840, quien empezó a observar que quienes sólo podían respirar pequeños volúmenes de aire tenían una vida más corta”, afirma John Dickinson, director de la clínica respiratoria de ejercicio en la Universidad de Kent.
Según la American Lung Association, la capacidad vital forzada (CVF) puede disminuir aproximadamente 0,2 L por década debido al envejecimiento, incluso en personas sanas que nunca han fumado.
La investigación indica que una CVF saludable se sitúa entre 3 y 5 L.
Dickinson comenta que no deberías alarmarte si obtienes una medida más baja en esta prueba casera. “Muchas personas tienen dificultad para vaciar completamente sus pulmones, lo que puede producir lecturas falsas bajas”, explica.
Otra prueba que puedes realizar en casa, según Dickinson, consiste en medir tu frecuencia respiratoria en reposo, es decir, registrar el tiempo que puedes exhalar antes de volver a inspirar.
“Inhala profundamente y luego cuenta en segundos cuánto tiempo puedes exhalar lentamente. Deberías poder exhalar despacio al menos 11 segundos”, añade.
Pero también existen métodos para mejorar la salud de tus pulmones y contrarrestar cualquier disminución en su rendimiento. Si aspiras a envejecer bien, este podría ser un paso crucial.
La evidencia muestra que, al envejecer, perdemos elasticidad en el tejido pulmonar, se debilitan los músculos respiratorios como el diafragma y se producen cambios en la caja torácica, lo que limita su capacidad de expansión y contracción.
“Si la pérdida de la función pulmonar es excesiva, la gente puede experimentar síntomas como dificultad para respirar. Esto puede conducir a una condición denominada enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), caracterizada por bajos niveles de función pulmonar”, señala García‑Aymerich.
Sin embargo, una mala salud pulmonar no sólo aumenta la vulnerabilidad a afecciones respiratorias. También está vinculada a una sorprendente variedad de otras enfermedades, que incluyen hipertensión arterial, trastornos autoinmunes e incluso fragilidad y deterioro cognitivo.
Dawn Bowdish, profesora de la Universidad McMaster en Canadá y experta en envejecimiento e inmunidad, explica que una de las razones es que los pulmones están estrechamente conectados con el corazón y la circulación, además de mantener una importante relación con el sistema inmune en general, a través de lo que ella denomina el “eje pulmonar‑inmune”.
“El pulmón alberga millones de células inmunitarias que cumplen funciones esenciales, como eliminar partículas contaminantes del aire, combatir infecciones y reparar el daño causado por el constante estiramiento de la inhalación y exhalación”, comenta.
Según Bowdish, si las células inmunitarias pulmonares no pueden eliminar todas las partículas que se acumulan, se desencadena un aumento de la inflamación, lo que puede llevar a cicatrices en el órgano conocidas como fibrosis pulmonar.
Esto vuelve a los pulmones más rígidos y menos capaces de funcionar.
La inflamación pulmonar también puede provocar cambios en la manera en que nuestro cuerpo reacciona a infecciones respiratorias, pues la respuesta inmune puede generar daño adicional.
Se ha observado además que una función pulmonar reducida precede a otros problemas de salud vinculados a la edad, como enfermedades cardíacas, osteoporosis, diabetes tipo 2 y disminución de la memoria, aunque la naturaleza exacta de esta relación aún es incierta.
Bowdish cree que la inflamación de nuestros pulmones puede propagarse por todo el organismo.
La relación entre los pulmones y la salud en general es bidireccional. Bowdish asegura que, si mantenemos los pulmones sanos, es probable que las enfermedades tarden más en atacarnos.
“Aunque la capacidad pulmonar decrece con la edad, no es motivo de alarma para quienes cuidan su salud pulmonar”, afirma Dickinson.
“Los pulmones sanos disponen de suficiente capacidad para suministrar oxígeno al cuerpo y eliminar dióxido de carbono a lo largo de la vida. Sin embargo, si la velocidad de declive se acelera, la salud y la calidad de vida pueden verse afectadas”.
Si te inquietan tus pulmones, Dickinson recomienda acudir a tu médico para una prueba adecuada de la función pulmonar, que implica respirar en un dispositivo llamado espirómetro que mide el volumen y la velocidad de la respiración.
Un espirómetro calculará la CVF con precisión, además del volumen espiratorio forzado en el primer segundo (VEF1), es decir, la cantidad de aire que puedes exhalar en el segundo posterior a una inhalación profunda.
También proporcionará la relación VEF1/CVF, que puede indicar si existe alguna obstrucción al flujo de aire. Con estas métricas combinadas, el médico podrá ofrecerte una visión global de tu salud respiratoria.
“Idealmente, recomendaría que las personas se sometan a una evaluación clínica de su función pulmonar cada diez años, siempre que no presenten síntomas. Pero deben realizar una prueba de inmediato si experimentan dificultad respiratoria anormal”, señala Dickinson.
La evidencia muestra que hay medidas preventivas que puedes adoptar para mejorar tu capacidad respiratoria y mitigar el deterioro asociado al envejecimiento.
Un ejemplo es el ejercicio regular, que puede reducir la inflamación de las vías respiratorias y fortalecer la resistencia de los músculos respiratorios.
Por otro lado, disminuir la sal en la dieta también podría ser beneficioso, ya que la ciencia sugiere que el exceso de sodio puede empeorar la inflamación pulmonar y la fibrosis.
Se cree además que una dieta rica en aceites de pescado, antioxidantes y vitaminas C y E ayuda a proteger las paredes pulmonares del daño.
Bowdish recomienda dejar de fumar y vaporizar para evitar la ingestión de sustancias químicas potencialmente inflamatorias.
Según Daniel Craighead, profesor asistente de la Universidad de Minnesota, otra forma de preservar una buena función pulmonar es mantener un peso saludable y evitar el exceso de grasa corporal.
“La grasa abdominal puede obstaculizar la capacidad de los pulmones para llenarse completamente de aire”, asegura.
Pero existe otro medio por el cual podemos mejorar la función respiratoria.
Desde mediados de los años noventa, el entrenamiento de los músculos respiratorios mediante dispositivos que generan resistencia se ha difundido como método para aumentar la fuerza muscular respiratoria en grupos que van desde deportistas y cantantes hasta personas con dificultades respiratorias como el asma y la EPOC.
La investigación ha demostrado que este tipo de entrenamiento puede mejorar la capacidad de ejercicio físico y reducir la presión arterial.
El método de referencia es un dispositivo médico llamado Powerbreathe, aprobado por el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido y por otros sistemas de salud.
Este aparato ha sido destacado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como herramienta para apoyar la recuperación del COVID y también es utilizado en hospitales de todo el mundo para la rehabilitación.
Ayuda a que los pulmones estén en mejores condiciones antes de una cirugía, lo que aumenta las posibilidades de una buena recuperación. También se utiliza en el tratamiento de la fibrosis pulmonar y en la rehabil
Agregar Comentario