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Hacia el final del asalto, “Canelo” lanzó un uppercut de izquierda adelantado y, poco después, un derechazo. Ese segundo golpe fue limpio, pero Crawford sólo esbozó una sonrisa. Sonó la campana y él permanecía allí, sonriendo, como si quisiera decirle a Álvarez: “El boxeo es mi dominio y tú apenas pasas por él”.
Se sintió como un punto de inflexión en la contienda. En ese instante Crawford entendió que sus armas —su postura de zurdo, su jab y sus contraataques— podían desmantelar la hegemonía del deporte. La reacción de “Canelo” ya no tenía vigor. Debería haber sido una combinación que le infundió seguridad a “Bud”.
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Solo que, si le preguntaban a Crawford después, ese no era realmente el momento. En declaraciones a Uncrowned y a otros reporteros, supo que había vencido a “Canelo” cuando “firmó el contrato”.
El comentario de Crawford a altas horas del sábado resumió la actitud con la que llegó al compromiso más importante de su carrera. La misma paciencia, adaptabilidad y sangre fría que le permitieron desmontar a Errol Spence Jr. hace dos años volvieron a mostrarse bajo las luces del Allegiant Stadium.
A principios de semana cometí el error de decirle a Crawford que su demoledora actuación contra Spence había sido una de las más impresionantes que había cubierto en vivo como reportero de peleas. Debería haber esperado unos días más. Contra “Canelo”, Crawford mostró un nivel tan alto que cualquier diferencia de talla resultó irrelevante.
A mitad de la pelea ya estaba por delante. En la segunda mitad se alejó aún más, no contento con ganar, sino con la intención de ofrecer una clínica tan convincente que los jueces no pudieran negarle la victoria. La frustración de Álvarez se desbordó al final, cuando Crawford conectó un jab que “Canelo” nunca vio venir.
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