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El propósito de Trump: alejar a China de Latinoamérica

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Cooperar, sí, pero sin doblegarnos", es la frase recurrente de la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, mientras sortea las volubles demandas de Donald Trump.

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“Cooperar, sí, pero sin doblegarnos”, es la frase recurrente de la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, mientras sortea las volubles demandas de Donald Trump. La declaración resuena en la memoria colectiva latinoamericana y evoca el temor que la administración estadounidense ha revivido con su guerra contra el narcotráfico: Washington busca recuperar su “patio trasero”. La promesa del secretario de Estado, Marco Rubio, de realizar nuevas acciones militares similares al ataque del martes contra una embarcación que transportaba drogas en el mar Caribe, abre una nueva etapa en la campaña de la Casa Blanca para “recuperar la hegemonía de Estados Unidos en el hemisferio”, según advierte Manuel Balcázar, investigador del Centro de Estudios sobre Seguridad, Inteligencia y Gobernanza.

En la nueva guerra contra las drogas de la administración Trump, la geopolítica prima sobre los narcóticos. El uso de la amenaza militar es una manifestación más de la doctrina Monroe que el presidente estadounidense ha reeditado. Trump considera crucial en la política exterior estadounidense controlar ciertas regiones para salvaguardar la seguridad del país, ya sea mediante control militar o económico. En el caso de Latinoamérica, Washington la ve como un área de influencia natural.

“Es una diplomacia reforzada, donde el secretario de Estado emplea la presión militar para obtener una alineación con la agenda económica de Estados Unidos, lo cual implica necesariamente limitar la creciente presencia de China en muchos países latinoamericanos, no solo a nivel portuario, sino también en otros sectores como el automotriz”, señala el politólogo. El ex director del Diálogo Interamericano y profesor de Georgetown, Michael Shifter, afirma que Trump “lo usará como táctica de presión”, pero a diferencia de la política del patio trasero del siglo XX, “es muy improbable que intente un cambio de régimen en estos países”.

Al inicio de su mandato, Trump dejó claras sus intenciones al manifestar su deseo de anexionarse el canal de Panamá ante la creciente influencia de las empresas chinas en la infraestructura. “Presionaron diplomáticamente para que los chinos dejaran de influir en el canal con el proyecto de la Ruta de la Seda”, apunta Balcázar. Aunque el ataque militar del martes significó un punto de inflexión y una escalada sin precedentes en las tensiones con Venezuela, México lleva tiempo lidiando con la política del “palo económico y militar”, en lugar de la combinación de “palo y zanahoria”. Nada más asumir el poder, el presidente estadounidense desplegó miles de soldados en la frontera sur, al mismo tiempo que redactaba los aranceles del 25% para México, que por el momento, permanecen congelados hasta octubre.

La escalada actual con Venezuela es un mensaje indirecto para toda la región y no es casual. Irónicamente, para cumplir con sus promesas de campaña, señala Shifter, Trump también depende de los gobiernos latinoamericanos. “Para Trump, los temas principales son la seguridad, las drogas y China, y los tres son relevantes en América Latina. El renovado interés en la región se explica en términos de política interna, intentando satisfacer a sus votantes proyectando fuerza y poder en la zona, dominando e intimidando a países más pequeños y vulnerables”, añade Michael Shifter.

La orden ejecutiva en la que se redefinían los cárteles como organizaciones terroristas se firmó en enero, pero no ha sido hasta ahora que el presidente la ha utilizado. Los plazos no son fortuitos. “Para materializar su agenda, especialmente en lo que se refiere a frenar la inmigración, Trump necesita recuperar la hegemonía sobre las capacidades económicas, políticas y sociales del hemisferio. Dentro de Estados Unidos ya no puede ir mucho más allá: ha desplegado la Guardia Nacional en algunas ciudades y está incrementando las redadas de inmigración. La amenaza con usarla, aunque para justificar el ataque del martes, el derecho internacional tendrá que ser estirado al máximo”, destaca Balcázar.

La jurista especializada en derecho internacional Mary Ellen O’Connell es tajante sobre el ataque del martes: “Lo que hizo Estados Unidos fue ilegal. No existe ningún derecho legal para usar la fuerza, y mucho menos un ataque con misiles contra personas sospechosas de delitos”. La experta considera esto un precedente muy peligroso. “He sido profesora de derecho internacional durante casi 40 años y nunca he visto el término ‘narcoterroristas’. No existen narcoterroristas en el derecho internacional”, agrega. Sobre el anuncio de Estados Unidos de nuevas acciones militares en el futuro, Shifter es claro: cree que hay que “tomar en serio las amenazas de Trump”.

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