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El aumento se da en medio de una inflación robusta, que en agosto se sitúa en 8,14 %, y con Moscú reforzando la ofensiva iniciada en febrero de 2022 en Ucrania.
“Lento pero seguro”. Oleg rellena el tanque en Moscú mientras se queja del alza de los precios, provocado por una mayor demanda y los bombardeos ucranianos contra instalaciones petroleras, un sector esencial de la economía rusa.
“Todo el mundo lo ha notado”, comenta Oleg, un pensionista de 62 años: los precios del combustible no dejan de escalar. El 1 de septiembre, la gasolina costaba a los consumidores un 6,7 % más que a finales de 2024, según Rosstat, la oficina nacional de estadísticas.
El aumento se produce en medio de una fuerte inflación, que en agosto alcanzó el 8,14 %, y con Moscú intensificando la ofensiva que lanzó en febrero de 2022 en Ucrania.
A inicios de septiembre, el precio de la tonelada de AI‑95, uno de los combustibles sin plomo más populares en Rusia, se disparó hasta superar los 82 000 rublos (aprox. 826 euros, 975 dólares) y rozar máximos históricos, según datos de la Bolsa de San Petersburgo.
Desde hace tres meses, las redes sociales se han colmado de videos de personas haciendo fila en estaciones de servicio del Extremo Oriente ruso, de Crimea —una zona que Moscú anexó en 2014— y de algunas regiones meridionales cercanas a Ucrania, debido a la escasez.
El miércoles, el medio Izvestia reportó “interrupciones de suministro” en “más de diez regiones” de Rusia, uno de los principales productores de petróleo del planeta.
En Moscú no hay escasez pero el litro de gasolina sin plomo 95 supera ya los 66 rublos (0,67 euros, 0,78 dólares).
El precio, aunque inferior al de muchos países europeos, impacta a los consumidores rusos, generalmente con salarios modestos y habituados a pagar menos por el combustible.
Artiom, un moscovita que prefiere ocultar su apellido, afirma que el incremento se ha notado “desde principios de año”. “Para la gente corriente, 300 o 400 rublos más para llenar el depósito [entre 3 y 4 euros; 3,5 y 4,75 dólares], empieza a ser complicado”, señala.
En el portal Gazeta.ru, Igor Yushkov, analista del Fondo Nacional de Seguridad Energética, atribuyó como causas el aumento de “alrededor del 16 %” de un impuesto indirecto y la reducción de los subsidios a las compañías petroleras.
Paralelamente, la demanda se ha disparado por las vacaciones y la maquinaria agrícola.
Pero también influyen los bombardeos contra refinerías y depósitos de petróleo, que Ucrania ha intensificado para debilitar la economía rusa.
“Los bombardeos se dirigieron a grandes refinerías en la parte europea de Rusia”, sobre todo en las regiones de Samara, Riazan, Volgogrado y Rostov, recordó en Telegram Alexander Kots, periodista ruso especializado en asuntos militares.
Uno de esos ataques, a mediados de agosto, alcanzó la refinería de Syzran, en Samara, a más de 800 km de la frontera ucraniana.
Moscú no cuantificó el impacto pero, en el diario Kommersant, el analista Maxim Diachenko habló de una caída de la producción “de casi el 10 %” en lo que lleva del año.
“¡Eso no es nada!”, sostiene Alexander, empresario moscovita, tras rellenar el tanque de su coche alemán. “Un bombardeo, dos, tres, eso no representa nada para el mercado global o los precios”, añade.
Sin embargo, para intentar estabilizar la situación, Moscú extendió la prohibición de “exportar gasolina para automóviles” hasta finales de octubre.
En cualquier caso, Rusia sigue siendo un exportador clave de crudo, unas ventas que Occidente pretende limitar, con la idea de privar a Moscú de una de sus principales fuentes de ingresos para financiar su ofensiva en Ucrania.
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