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Estados Unidos, desde la óptica socio‑económica y política, se sitúa entre las naciones más prósperas del planeta. Alcanzó esa posición gracias a un sistema democrático liberal y a una economía de mercado abierto. Hasta hace poco, su modelo económico representaba, sin duda, el arquetipo del capitalismo. La libertad empresarial y la competencia que lo acompañaban propiciaron avances tecnológicos y una acumulación de capitales que solo pueden describirse como extraordinarios. No obstante, ese esquema podría estar en proceso de transformación.
Durante el siglo XX, bajo la influencia del comunismo, varios países —como Rusia y China— implementaron sistemas económicos centralizados. Estos modelos socialistas, en los que el Estado detenía la mayor parte de los recursos y los distribuía según su criterio, resultaron en fracaso. En 1977, bajo la dirección de Deng Xiaoping y dentro de un marco político comunista, China inició una liberalización económica que resultó exitosa. Con el tiempo, la mayoría de las economías centralizadas siguieron caminos sociopolíticos y económicos análogos. Cuba y Corea del Norte constituyeron las excepciones.
Otros Estados, particularmente los europeos, eligieron —con acierto y tras la Segunda Guerra Mundial— fundamentar sus sistemas políticos en la democracia y sus economías en la libertad de mercado, manteniendo un papel subsidiario del Estado. Chile se encuentra entre dichos países.
En la actualidad, existen señales de que EE. UU. está –de facto– transitando de un modelo de libre mercado hacia una forma de capitalismo de Estado. Recientemente, el presidente Trump comunicó que el gobierno federal comprará el 10 % de las acciones de Intel, la compañía estadounidense de fabricación de chips que el año anterior registró una pérdida de 19 000 millones de dólares. Además, la Casa Blanca ha manifestado que contempla adquirir participaciones en otras firmas que han recibido subsidios federales. En junio, Trump anunció que el Estado adquirirá una participación de oro en U.S. Steel, lo que otorga al gobierno federal un control decisivo sobre las decisiones gerenciales más relevantes de la empresa. Y la lista continúa (Ian Vázquez, 2025).
El gobierno federal estadounidense no solo está asumiendo el control de compañías que operaban en mercados libres y competitivos, sino que también está manipulando aranceles y otras herramientas para dirigir la asignación de recursos a nivel nacional. De este modo, las empresas quedarán a merced de los favores estatales y los inversores priorizarán aquellas que puedan extraer recursos del Estado, ya sea de forma directa o indirecta, en lugar de apostar por las más eficientes para cubrir las necesidades de la sociedad. Por consiguiente, entre otros factores y basándose en la experiencia económica internacional del siglo pasado, el horizonte a mediano plazo de la economía estadounidense no parece particularmente prometedor.
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