Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.
El estrés es un estado de preocupación o tensión mental generado por situaciones o pensamientos, que produce frustración y pesadumbre, y afecta al cerebro, intestinos, musculatura, articulaciones, corazón, aparato reproductor, la sexualidad y la relación con la pareja romántico‑sexual.
El estrés puede manifestarse de forma aguda o crónica.
La forma aguda se debe a una respuesta fisiológica y psicológica inducida por un factor estresante externo o interno de corta duración; la persona vuelve a la normalidad cuando desaparece la situación.
La forma crónica implica la misma reacción fisiológica y psicológica, pero sostenida en el tiempo, y si el factor reaparece genera el mismo efecto que en el episodio inicial.
La mayoría de las personas viven con estrés crónico, permaneciendo en alerta permanente, lo que provoca la liberación continua de cortisol, adrenalina y noradrenalina; estas sustancias, en exceso, pueden dañar estructuras orgánicas.
El exceso prolongado de cortisol altera las hormonas sexuales —estrógeno y progesterona—, fundamentales para la menstruación, por lo que pueden producirse irregularidades en la ovulación y una reducción de la fertilidad en la mujer. En el hombre, el cortisol elevado inhibe la testosterona, pudiendo ocasionar disfunción eréctil e impotencia.
En el ámbito de la intimidad sexual, el estrés también afecta. Una persona con malestar físico o emocional, debido a un estrés no regulado y persistente, experimenta una disminución del deseo y del desempeño sexual, lo que altera la vida sexual y la cotidianidad de la pareja.
Para ayudar a regular el estrés resulta útil conversar con la pareja y con el médico, caminar, meditar, practicar yoga o reunirse con amigos.
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