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Miami, Florida. – El estado de Florida comunicó la suspensión de la obligatoriedad de las vacunas para alumnos, un paso que implica un cambio radical en la política sanitaria y que ha generado un fuerte debate a nivel nacional. El Cirujano General de Florida, Joseph Ladapo, equiparó la exigencia de vacunas con una suerte de “esclavitud moderna”, argumentando que el Gobierno no debería tomar decisiones sobre el cuerpo de los ciudadanos.
El gobernador Ron DeSantis respaldó la propuesta y adelantó que la eliminación de los requerimientos se pondrá en marcha ya sea mediante decretos o legislación estatal.
“Nadie debería ser forzado a vacunar a sus hijos para que puedan ir a la escuela. Esa es una decisión individual de cada familia”, declaró DeSantis.
La medida impactará a vacunas que usualmente se exigen en el sistema educativo, como las de sarampión, paperas, rubéola, varicela y tétanos, lo que causa preocupación en sectores de salud pública.
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Epidemiólogos y asociaciones médicas alertan que esta política podría abrir de nuevo las puertas a enfermedades erradicadas o controladas en EE.UU. Como muestra, mencionan el brote de sarampión en Texas, que dejó 760 casos y dos decesos recientemente.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) insisten en que la vacunación infantil es la herramienta más efectiva para proteger la salud colectiva y que la reducción de la cobertura puede poner en riesgo a los más vulnerables.
La decisión en Florida coincide con los cambios de política impulsados a nivel federal por el nuevo Secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr., reconocido por su postura crítica hacia las vacunas. Kennedy ha promovido la disminución de fondos destinados a programas de inmunización, especialmente aquellos relacionados con vacunas de ARNm.
El anuncio ha reavivado el debate nacional sobre la relación entre libertad individual, políticas de salud pública y seguridad social. Mientras líderes conservadores celebran la medida como una defensa de los derechos de los padres, expertos en salud advierten que podría poner en peligro décadas de progresos en inmunización.
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