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Generación ADR y el derecho a la autodeterminación reproductiva

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En una sociedad que aún mide la realización personal por la maternidad o la paternidad, emerge una generación que desafía ese paradigma.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

En una sociedad que aún mide la realización personal por la maternidad o la paternidad, emerge una generación que desafía ese paradigma. Son mujeres y hombres que, al llegar a los 40, no tienen hijos. Unos por elección, otros por circunstancias. Pero todos comparten una visión: la vida sin descendencia no es una carencia.

Esta generación, ubicada entre los millennials y la generación X, ha priorizado la estabilidad económica, el desarrollo profesional, la autonomía emocional y la libertad de movimiento. No se trata de evasión, ni de cuestionar los mandatos heredados, sino de desarrollar nuevas formas de realización personal.

Se configura lo que muchos denominan una “nueva madurez”, donde la adultez se mide por la coherencia entre valores, decisiones y estilo de vida. La ausencia de hijos propios no se percibe como una falta, sino como una oportunidad para vivir con mayor libertad, tanto social como individual, económica como académica. Esta elección permite explorar otras formas de impacto: el compromiso comunitario, la creación intelectual, la participación y el acompañamiento afectivo.

Este conjunto de experiencias, trayectorias y convicciones da origen a lo que denominaremos Generación ADR: Autonomía Decisional Reproductiva. No se trata únicamente de quienes eligieron no tener hijos, sino también de quienes, por circunstancias diversas, han construido una vida plena sin descendencia biológica. Su Autonomía, se deriva porque reivindican el derecho a su estilo de vida. Decisional, porque incluso cuando no sea por una elección voluntaria, sí es una trayectoria asumida con conciencia, dignidad y sentido. Reproductiva, porque reivindica el derecho a no procrear sea reconocido como parte integral de los derechos sexuales y reproductivos.

La Generación ADR no se define por la ausencia de hijos, sino por la presencia de legado: ideas, afectos, proyectos y transformaciones que impactan en lo comunitario, lo cultural, económico.

Cabe destacar que no tener hijos propios no excluye la posibilidad de ejercer roles parentales o familiares. Muchas personas de esta generación desarrollan vínculos afectivos a través de matrimonios con personas que sí tienen hijos, asumiendo responsabilidades, cuidados y afectos desde una lógica de acompañamiento y construcción compartida. Ser madre o padre no siempre implica gestar, sino también cuidar, educar, sostener y transformar desde vínculos elegidos.

Este fenómeno también se cruza con debates filosóficos sobre el propósito de la vida, la estructura de la sociedad y el papel de los vínculos. ¿Puede haber comunidad sin reproducción biológica? Sí. La comunidad no se define por la genética, sino por los vínculos, los valores compartidos y la acción colectiva. Se gesta en la voluntad de estar, no en la obligación de procrear. ¿Es legítimo un proyecto vital sin crianza? Absolutamente. La legitimidad de una vida reside en su coherencia, no en su descendencia.

Crear ideas o afectos también es legado. ¿Qué sentido tiene la adultez si no se basa en la perpetuación genética? La adultez se mide por decisiones conscientes, vínculos elegidos y responsabilidad ética. No tener hijos no implica inmadurez, sino otra forma de madurez: más libre, más reflexiva, más comprometida.

En muchos países, la presión social, médica y legal sigue empujando hacia la procreación como destino obligatorio. Esta generación exige que los derechos reproductivos incluyan también el derecho a no reproducirse, sin ser penalizados con estigmas ni confundidos con egoísmo.

Esta agenda toca temas sensibles: acceso a salud sin sesgo natalista, políticas públicas que reconozcan otros modelos de vida, y narrativas culturales que legitimen la elección de no asumir la maternidad o paternidad como mandato.

Este derecho está respaldado por el marco de los Derechos Humanos Universales, que reconocen la autonomía, la dignidad y la libertad de cada persona para decidir sobre su cuerpo, su proyecto de vida y sus vínculos. Tal como establece el artículo 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos.”

Esa dignidad incluye el derecho a construir una vida sin imposiciones biológicas, sin mandatos culturales, sin penalizaciones sociales.

La Generación ADR no vive menos, ni vive distinto. No gira en torno a la gestación, sino a la creación de sentido. Redefine el amor, el cuidado y el compromiso desde vínculos elegidos, no impuestos.

En una época donde la adultez se mide por sacrificios heredados y la libertad se confunde con consumo, esta generación propone otra madurez: vivir con coherencia, construir sin mandato y dejar huella. Porque el legado no siempre se lleva en la sangre: a veces se escribe en ideas, se cultiva en afectos compartidos.

El autor es abogado, Magister en Seguridad y Defensa Nacional, Especialista en Derechos Humanos y Derecho Internacional humanitario, doctorando en derecho Administrativo iberoamericano, Coordinador del Observatorio de Seguridad y Defensa-RDj.morelperez@gmail.comTwitter @juanmanuelsoyyo.

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