Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.
La afluencia de usuarios del Metro atesta los vagones. Hoy/Alexis Monegro.
Para millones de personas en las grandes urbes del mundo, el metro o subterráneo no es solo un medio de transporte: es la forma más rápida — y a veces la única opción — para llegar al trabajo, la universidad o cumplir con las actividades cotidianas.
En República Dominicana, esta realidad no es distinta. Cada día, miles de usuarios viven una odisea subterránea entre empujones, malos olores, bullicio y descontentos. El objetivo es claro: llegar a su destino sano y salvo. Pero lo que muchos desconocen es que el uso constante de este transporte puede provocar síntomas físicos y emocionales que, si no se atienden, terminan afectando la calidad de vida.
Estrés y ansiedad en movimiento
El hacinamiento, las demoras y la falta de ventilación convierten al metro en un escenario propicio para el estrés. Un estudio de la Universidad de Londres (2022) reveló que los usuarios frecuentes de transporte subterráneo presentan un 30% más de episodios de ansiedad en comparación con quienes se desplazan en medios de superficie.
La sensación de encierro y la imposibilidad de controlar el entorno generan lo que algunos especialistas denominan “fatiga urbana subterránea”, caracterizada por irritabilidad, nerviosismo y dificultad de concentración.
– Dolores de cabeza y mareos: provocados por la falta de ventilación y cambios bruscos de temperatura.
– Infecciones respiratorias: los vagones cerrados y abarrotados facilitan la transmisión de virus y bacterias.
– Problemas auditivos: la exposición a ruidos que superan los 90 decibelios puede afectar la audición a largo plazo.
– Fatiga muscular: consecuencia de permanecer de pie largos trayectos o sostenerse en posiciones incómodas.
Más allá de lo físico, el metro también impacta en el estado emocional. El sociólogo argentino Ricardo Rivas explica que:
“El metro es un lugar donde la multitud no siempre significa compañía; se viaja rodeado de personas, pero con un alto nivel de desconexión emocional”.
El ambiente subterráneo, la falta de luz natural y la escasa interacción positiva entre pasajeros refuerzan la percepción de aislamiento.
Para comprender mejor cómo afecta esta rutina al bienestar mental, conversamos con el Psicólogo Briant Taveras, M.A. – Terapeuta & Entrenador Familiar de Médico Express.
Pregunta: ¿Por qué el metro puede convertirse en una carga psicológica diaria?
Briant Taveras: “El estrés es la reacción natural del cuerpo ante las demandas de su entorno. En el metro confluyen múltiples factores: la presión por llegar a tiempo, el hacinamiento, la sobreexposición sensorial — ruidos, olores, publicidad — y la sensación de encierro. Todo esto puede exacerbar la fatiga y la ansiedad, afectando el estado de ánimo y la percepción de control sobre la propia vida”.
Pregunta: ¿Qué consecuencias puede tener este tipo de estrés mal manejado?
Briant Taveras: “Cuando se acumula día tras día, la persona puede sentirse prisionera de su rutina, atrapada en un círculo de presión constante. Esto puede derivar en colapsos emocionales, desgaste mental y dificultades en las relaciones sociales y familiares”.
– Autogestión: planificar horarios, priorizar el descanso y distribuir el tiempo para evitar que lo urgente eclipse lo importante.
– Botiquín emocional: tener a mano recursos personales como música, refrigerios, pensamientos positivos o pequeños juegos que ayudan a regular las emociones.
– Relajación por imaginación: practicar ejercicios de respiración mientras se evoca un lugar o recuerdo que transmita paz.
– Acceso a la emoción: aceptar que no siempre se estará bien; reconocer el enojo o el estrés en lugar de reprimirlo.
– Gratitud diaria: cambiar la perspectiva recordando lo positivo en medio de la incomodidad. “El metro está lleno, pero voy rumbo a un empleo; hace calor, pero estoy vivo y puedo sentirlo”.
El metro, más allá de ser una solución de movilidad urbana, es también un espacio donde se acumulan tensiones invisibles. Identificarlas y aprender a manejarlas no solo mejora el trayecto, sino también la salud integral.
El especialista Briant Taveras concluye con una recomendación interesante: “No podemos cambiar las condiciones del metro, pero sí podemos cambiar la manera en que las enfrentamos. El autocuidado emocional es la clave para transformar un trayecto estresante en una oportunidad de resiliencia personal”.
Quejas de los Usuarios
1-El abordaje, Las personas no permiten que salgan los que han llegado a su destino y empujan para poder ganar un lugar dentro.
2-El trato del personal, Nos tratan como ganado.
3-La falta de ventilación en algunos vagones, al quejarnos dicen que el aire está encendido y no se puede regular, pero eso no es cierto, no entra nada de aire en ocasiones.
4-Las largas filas que se producen a veces.
5-La falta de seguridad (SESMED) antes se encontraba en cada vagón, ahora hay menos y no le prestan atención a las personas, a veces los no videntes deben auxiliarse de pasajeros para transitar en el andén.
6-Los vagones en ocasiones se desplazan sin anunciar la estación, lo que causa confusión, sobre todo en los no videntes.
7-No informan adecuadamente a los pasajeros, sobre retrasos o nuevas políticas, tienen pantallas en todos los vagones y no se prestan para educarnos sobre el uso y mantenimiento del metro.
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